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El trío Eggner y el elogio a la tradición camerística

Impecables. El grupo austríaco tocó el viernes en el Solís

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Viernes 11, teatro Solís. Mientras el nombre de Yo-Yo Ma se convertía en tópico recurrente en las conversaciones, los hermanos Eggner dejaron en claro las razones de su prestigio con un virtuoso elogio a la tradición camerística.

Era de esperar. El Centro Cultural de Música presentaba el tercer concierto de su actual temporada con el Eggner Piano Trío, de Austria, pero a casi 48 horas de la visita de Yo-Yo Ma (ayer, en el Auditorio del Sodre), junto a la pianista Kathryn Stott. Y esa noche, la del viernes, las expectativas seguían acumulándose en torno al nombre del prestigioso chelista.

Quizás sin percatarse de esto, Georg (violín), Florian (chelo) y Christoph (piano) Eggner ingresaron puntualmente a escenario y haciendo gala y honor a sus personalidades interpretativas marcadamente diferentes, doblegaron inmediatamente las distracciones ocasionales con un Schumann de proporciones épicas.

Impecables y precisos en el ajuste del ensamble, el trío abordó el Trío para piano, violín y chelo N°2, Op. 80, con esa soltura que hunde sus raíces en la tradición camerística clásica, centroeuropea, que, además, abrevaron directamente desde el propio seno familiar. Una obra exigente, llena de ricos contrastes entre los materiales melódico-armónicos, cargada de profundas referencias expresivas, en las que el compositor sajón demostró tener intactas sus habilidades para el tratamiento virtuoso de las pequeñas formaciones instrumentales, luego de varios años de estar alejado del género.

El atento silencio (sólo interrumpido por las clásicas y sonoras toses entre los movimientos... el frío tiene esas consecuencias) que se percibía desde la platea hasta el paraíso, fue la mejor prueba del efecto provocado por los austríacos.

Y cerrando esta primera parte, llegó el turno de otra obra de densa expresividad e inteligente concepción formal: el Trío N°1 Op.8 de Dimitri Shostakovich. Se trata de una composición muy temprana en la trayectoria del compositor ruso (de hecho la estrenó cuando apenas tenía 17 años, en 1923, y era todavía estudiante de conservatorio), pero en la que ya se hacen visibles varios signos de lo que será su estilo más maduro. En un solo movimiento, reunió los tratamientos de los materiales temáticos, los cambios de clima y tempo habituales de esta forma clásica, pero dotándolos de una intensidad lírica -por momentos introspectiva, en otros, vehemente y extrovertida- que entronca con la tradición de la música rusa en la representación de profundas emociones.

Por último, en la segunda parte del concierto, los Eggner volvieron sobre otra referencia en el repertorio para piano, chelo y violín: el Trío en la, M67 de Maurice Ravel. Celebrado por la academia y la crítica, este trío muestra a Ravel en plena búsqueda de un lenguaje neoclásico (el uso de la forma sonata es su prueba), pero atravesado por múltiples y complejas selecciones de materiales que remiten a formas y técnicas tan dispares como la passacaglia o el pantun malayo.

El resultado de este mapa de ideas, técnicas, juegos simbólicos, es una composición de largo aliento y atrapante convicción musical, a la que los hermanos Eggner elogiaron con una interpretación (la mejor de la noche) enérgica y expresivamente exultante.

Tradición y música

Georg, Florian y Christoph Eggner formaron este trío hacia 1997, reuniendo sus entonces ya brillantes antecedentes académicos y musicales, en los que se refleja, además de los méritos técnicos, la herencia de una práctica musical familiar. Además, la trayectoria del trío, que hoy ya juega en la primera división de la música culta, tuvo como guía a un grupo de expertos en materia de música de cámara como son los miembros del trío Beaux Arts, el Cuarteto Alban Berg o el Trío Brahms.

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