Publicidad

Imponente y desigual, capital de Brasil celebró sus 50 años

Compartir esta noticia
Congreso. El imponente edificio es una de las postales características de la ciudad 800x530
Congreso. El imponente edificio es una de las postales características de la ciudad
AP

Los festejos comenzaron con las campanas de las iglesias tocando al unísono, y en la jornada miles de brasilienses pasaron por la avenida donde se erigen los futuristas palacios y edificios del poder, que acogió los espectáculos.

Construcción. La obra en el año 1957

El aniversario ocurrió a la sombra de una crisis de corrupción en el gobierno local, acusado de multimillonarios desvíos de dinero.

"Brasilia tiene que estar de luto porque ocurrió esa barbaridad, pero al mismo tiempo (...) tiene que celebrar. El significado de Brasilia como capital no puede ser confundido con sus administradores", expresó en entrevista al diario Correio Braziliense el presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Lula no tenía previsto participar de los festejos. Tampoco el arquitecto artífice de Brasilia Oscar Niemeyer, activo a sus 102 años pero que alegó problemas de salud.

La capital de Brasil nació de un concepto básico y genial del compañero de Niemeyer en la construcción de Brasilia, el urbanista Lucio Costa: el cruce de dos líneas en ángulo recto, la cruz que alguien dibujaría al señalar o tomar posesión de un lugar. Adaptada a la geografía local, esa cruz tomó forma de un avión o un ave, cuyas alas son las áreas residenciales y el cuerpo el gigante eje monumental del poder que desemboca en un gran lago artificial.

Era el final de la década de 1950, tiempos de guerra fría y de revolución cubana, cuando un todopoderoso presidente Juscelino Kubitschek decidió construir la capital en el centro de la gigante nación sudamericana, un lugar desierto de altiplano y sabana sin comunicación con el resto de un país que hasta la fecha se había desarrollado en la costa.

Fue una obra faraónica cuyos costos todavía hoy se desconocen y concluida en solo cuatro años, que puso broche de oro a una vanguardia modernista brasileña llena de idealismo.

Niemeyer consiguió su objetivo: "Proporcionar a los futuros visitantes una sensación de sorpresa y emoción".

El arquitecto revolucionó los edificios con sus modernas líneas sensuales, dio una levedad imposible al concreto y convirtió las columnas en poéticas esculturas que André Malraux definió como "el evento arquitectónico más importante desde las columnas griegas".

Malraux la llamó "la capital de la esperanza".

"Brasilia es fruto de una utopía que despierta sentimientos muy intensos", explicó a la AFP el arquitecto italiano radicado en la capital Nicola Goretti.

Pero la utópica igualdad a la que también aspiraba Niemeyer no cuajó, y hoy Brasilia es una de las ciudades más desiguales del mundo, atrás apenas de tres urbes sudafricanas, según un reciente estudio de la ONU.

"Una postal cercada por la miseria", la definió el diario O Estado este miércoles. Basta contraponer su principal barrio residencial de casas, con un índice de desarrollo humano del nivel de Alemania y aparentemente la segunda mayor concentración mundial de piscinas por habitante, con las ciudades satélite, en niveles de desarrollo humano inferiores a Guinea Ecuatorial.

"No es suficiente hacer una ciudad moderna. Es necesario cambiar la sociedad", ha lamentado Niemeyer, fiel a sus ideales comunistas.

Con 2,6 millones de habitantes, 5 millones de árboles y declarada Patrimonio de la Humanidad, Brasilia es una ciudad como ninguna otra, futurista y con mucho más espacio vacío que construido, que le da una espaciosidad que se completa con un cielo de intensos colores y luz.

Sin calles por las que pasear, Brasilia fue concebida en sectores y pequeños conjuntos vecinales con edificios construidos sobre pilares para no interrumpir el paisaje de jardines, que "funcionaron bien urbanísticamente, pero traen problemas de encuentro social y sectorializaron su sociedad", explica Goretti.

AFP

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad