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Saber o no saber

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Enfrentada al mundo de hoy (el de la avalancha electrónica y el hechizo informático) la juventud dispone de herramientas que eran inconcebibles para las generaciones anteriores, pero sin embargo sufre la desaparición de otros instrumentos que fueron durante el siglo pasado las fuentes abastecedoras de un equipamiento cultural, cuyo resultado es la esfera de conocimientos y los ocasionales picos de sabiduría que han ennoblecido a las sociedades. La evolución tecnológica, empero, ha levantado vallas que dificultan el acceso a esos privilegios:

1) Ya no se recurre a los libros como solía hacerse, con lo cual el hábito de la lectura está en proceso de evaporación, sin que hayan surgido alternativas capaces de igualarse al placer de tener un libro entre las manos. Al decir eso, se habla de un material calificado, es decir obras (narrativa, ensayo, teatro, poesía, biografía) caracterizadas por un manejo virtuoso de la palabra, con riquezas de construcción, de términos y de giros expresivos que vayan fecundando la sensibilidad y aumentando el manejo de datos del lector, junto con el gradual disfrute de las hermosuras de estilo, las frondosidades lingüísticas y el rastro del sello personal que impone un autor. A través de ese tipo de lectura, los abuelos y bisabuelos de la juventud actual ensancharon su vocabulario, afianzaron su gramática y depuraron su sintaxis, aprendiendo de paso a descubrir la delicadeza de ciertos recursos, como una elipsis, un perfil simbólico o una metáfora.

2) Los jóvenes de hoy son el producto de unos planes de enseñanza que han olvidado la utilidad de ciertos fundamentos elementales, sin los cuales no puede lograrse un manejo aceptable del idioma ni un desarrollo personal hacia el pleno control del lenguaje, como si se pretendiera levantar un edificio que carezca de cimientos. Entre esos fundamentos que van cayendo en desuso, figura un dominio de los modos y tiempos verbales, sin el cual suele incurrirse -como les sucede a muchos jóvenes- en la confusión entre subjuntivo y condicional, en la mezcla de pasado y presente a lo largo de un párrafo o en los tropiezos entre singular y plural dentro de una misma frase. A eso se suman otras precariedades en la escritura manuscrita y la expresión verbal, que se vuelven cada día más rudimentarias. Pero allí no acaba el problema ni el examen de los deterioros que provoca, porque a la juventud de hoy tampoco se le enseña a memorizar las diecinueve preposiciones ni se persevera tenazmente en mejorarle la ortografía, cuyas lagunas son cada día más graves y frecuentes. La prueba de todas esas endebleces está al alcance de la vista (y del oído).

3) El asalto de los medios audiovisuales, la trivialidad que los inunda y el tiempo que suele dedicarles su público consumidor, devoran -o dispersan- la atención que antes solía volcarse en actividades más aprovechables y pasatiempos menos volátiles. El resultado es que la juventud actual carece de los puntos de referencia (históricos, artísticos, políticos, geográficos, literarios) que la gente de su mismo medio social y económico manejaba antes con amplitud. Eso se llamaba "cultura general", otro beneficio en peligro de extinción.

Ante todos esos valores que se desvanecen, lo que va quedando son las nuevas armas. Una de ellas es la computadora, que para bien o para mal representa el futuro y abre campos de curiosidad y de información casi hipnóticos, sobre todo para los jóvenes. Otra es el teléfono celular, que también forma parte de engranajes en plena expansión, casi indispensables para el progreso, cuyos mensajes de texto están sin embargo destripando la relación de los jóvenes con el idioma. Esos muchachos no son culpables de nada, sino en todo caso víctimas de una educación a menudo tambaleante, que entorpece de manera múltiple la comunicación directa con los demás, la transmisión de ideas y en definitiva la comprensión entre unos y otros. Muchos jóvenes desinteresados de sus orígenes e ignorantes del pasado, como previsibles herederos de la formación que han recibido, no saben de dónde vienen. El peligro consiste en que tampoco sepan hacia dónde van.

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