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Botnia ultima estudios para definir inversión de U$S 1.000 en Uruguay

| La planta de celulosa ocupará unas 400 personas y su contrucción alrededor de 4.000 operarios

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Daniel Isgleas | Finlandia

Con la perspectiva de un proyecto de inversión cercano a los U$S 1.000 millones Río Negro, todo el departamento y sus zonas cercanas aguardan expectantes la decisión del grupo finlandés Botnia de instalar allí una planta de procesamiento de pulpa de celulosa. Si la iniciativa recibe finalmente la bandera verde de los directivos de la compañía, en el correr de este año se comenzará a levantar la planta, que ocupará unas 80 hectáreas en total, ubicada cerca de los terrenos propios comprados en el departamento de Río Negro, y de otros que irán anexándose, alcanzando la totalidad de 130.000 hectáreas en un plazo breve.

La empresa piensa hacer rendir esta producción a razón de U$S 500 por hectárea anual, lo que equivale a las exportaciones anuales de carne uruguaya. Quizás sea tiempo entonces de comenzar a pensar en que Uruguay no es sólo un país ganadero, para empezar a pensar en él con una mente más abierta.

Un enviado de El País recorrió durante varios días dos de las cinco plantas que la empresa tiene distribuidas en el territorio de Finlandia dialogando con directivos, técnicos y trabajadores de las plantas, conociendo el proceso de industrialización de la madera y observando de primera mano el modo de vida de los finlandeses.

Además de sacudir las estructuras de una adormecida zona económica del oeste del país, la instalación de una planta de este tipo podría producir un impacto socio económico de entidad en los habitantes. Aplicando una política comunicacional novedosa para el medio, las autoridades del grupo resolvieron llevar a dos ciudadanos comunes -uno de ellos, además, periodista- a conocer Botnia por dentro, a hablar con los vecinos de las plantas y cerciorarse del cuidado que se pone para evitar un daño al ambiente circundante, que es la gran preocupación hoy en el litoral oeste.

En las oficinas de Tapiola, un suburbio de Helsinki, El País fue recibido por Timo Piilonen, uno de los vicepresidentes de la compañía, encargado del desarrollo de nuevos negocios, y además el jefe del proyecto Uruguay. Con él estaba Anneli Karhula, encargada de recursos humanos.

"Tenemos el mercado listo para la planta de Uruguay", admitió Piilonen.

Pero, ¿qué falta para comenzar la construcción de la planta?. Según Piilonen, aún resta que se cumplan algunas etapas como la concesión de los ambientales y diversos estudios de naturaleza financiera. Estos trámites llevarán "cuando menos hasta el último cuatrimestre de este año", informó el ejecutivo a El País. De todas maneras, la semana pasada la empresa hizo un llamado de precios para la provisión de maquinaria pesada.

Mientras se procesan esas etapas, Botnia trabaja en la elaboración de un plan tecnológico para la planta. El ejecutivo ratificó a El País que habrá una inversión global de unos U$S 1.000 millones, con capacidad de producción cercana al millón de toneladas anuales y ocupando directamente a entre 300 y 400 uruguayos, a lo que hay que sumarle el empleo indirecto de miles de personas.

Piilonen fijó en unas 4.000 personas la cantidad de trabajadores que será necesario emplear para levantar la moderna planta, que serán ocupados durante aproximadamente tres años. Luego de estar en funcionamiento, la planta incrementará su producción en los tres a cinco primeros años y llegarán unos 150 camiones al día para abastecer los requerimientos. La planta trabajará las 24 horas, en tres turnos.

CUIDADO AMBIENTAL. Finlandia es, como país, un chiche. En la consideración internacional, es el primer país en protección ambiental.

El standard ambiental alcanzado tiene muy orgullosos a los locales. Más aun, consideran que es la gran razón por la cual se debe concretar el proyecto en Uruguay.

En esos días, durante una visita a la Asociación de la Industria Forestal finlandesa, la consejera Paivi Luoma explicó a El País que "la industria forestal consiguió aumentar la producción y al mismo tiempo disminuir las emisiones al agua y al aire" en las zonas de influencia de las plantas, de acuerdo con los estándares fijados por el Protocolo de Kyoto.

MODELO SIN OLOR. Botnia tiene cinco plantas distribuidas por el territorio finlandés. La más antigua de ellas, incluso, es la que se encuentra en las afueras de Aanekoski, a menos de 20 kilómetros de la frontera con Rusia. La planta de Aanekoski, que produce 485.000 toneladas por año, cuenta con la certificación ISO 9001 de calidad del sistema, con la ISO 14001 sobre gestión ambiental y con el certificado OHSAS 18001 de salud ocupacional y seguridad en la gestión de sus 236 operarios.

En sus días libres, incluso el director de la planta, Pertii Hietaniemi, suele dedicarse a pescar truchas en el lago cercano, confesó el ejecutivo a El País.

En la planta de Joutseno, de 600.000 toneladas anuales, de características similares a la que se instalará en Uruguay, Mauno Ruhanen es el responsable ambiental. El ejecutivo dijo a El País que permanentemente se investiga cuánto impacto causan las aguas residuales que se vierten en el lago Saimaa, dado que las sustancias orgánicas procedentes de la madera consumen oxígeno. En 2001, informó, la renovación plena de la planta bajó los índices de materias orgánicas drásticamente, llevando el nivel de suspensión de sólidos en el agua del lago a 0,4 toneladas anuales.

Diariamente, la planta realiza un análisis de demanda química de oxígeno y suspensión de sólidos para comprobar los niveles. Adicionalmente, el Estado hace controles sorpresivos sobre las emisiones, indicó.

"Acá tenemos un sistema de producción con planta depuradora. Este es el modelo para Uruguay", subrayó Ruhanen. Durante nuestra presencia en Joutseno, los agrónomos forestales uruguayos Carlos Faroppa y Ana Inés Antón, de la empresa responsable del proyecto para Uruguay, recorrieron las modernas instalaciones y quedaron impactados con el proceso productivo.

Se emplea un proceso orgánico de eliminación del sedimento del agua, que permnanece 24 horas en proceso de recuperación biológica.

Respecto a las emisiones al aire, Ruhanen subrayó que son, esencialmente, de azufre. Se descarta un kilo por tonelada de pasta de papel, cuando el límite actual que fija el gobierno finlandés es de dos kilos. Se hace un control permanente de la caldera y el horno, chequeando el nivel de olor y los óxidos de azufra y nitrógeno emitidos. Las sustancias malolientes se queman en la caldera.

La planta de Fray Bentos tendrá una tecnología a la que se presentó al enviado de El País quien constató efectivamente que no se siente el menor olor.

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