Educación
Unesco trabaja en Uruguay con diferentes actores públicos y privados para colaborar con el fortalecimiento del sistema educativo.
La organización Cimientos Uruguay trabaja dando apoyo emocional y económico a adolescentes que cursan el ciclo básico en Uruguay. Para evaluar el impacto del trabajo se colaboró con Unesco en un estudio que se presentó el 26 de agosto.
Zelmira May, especialista nacional del Programa de Educación de Unesco Montevideo, conversó con El País sobre el estudio y la situación de la educación en Uruguay.
—¿Cómo surgió el vínculo entre Unesco y Cimientos Uruguay?
—Nos vinculamos con Cimientos de Argentina y empezamos a hacer algunas actividades en conjunto. A raíz de ello conocí a quienes trabajan en Cimientos en Uruguay. El año pasado se acercaron con un planteo de que querían conocer realmente cuál era el impacto que había tenido el trabajo que hicieron en la última década en el país, como una evaluación externa, que les arrojara más allá de lo que ellos mismos observaban.
—¿Qué arrojó la investigación?
—Trabajamos con Beatriz Macedo que es una exfuncionaria de Unesco y ella le dio metodología para lograr algo que fuera muy fidedigno y veraz. Se trabajó muy duro para sistematizar la información y los resultados confirmaron lo que desde Cimientos pensaban a priori. Hay una evidencia de que el sistema que implementa Cimientos, que incluye no solo estudiantes sino a sus familias y que tiene un pequeño estímulo económico, tiene resultados favorables. Nos quedamos con que hay alternativas que pueden funcionar; tal vez hoy no funcionen 100% como están pero si sabemos que un acompañamiento personalizado, en el que se apunta a acompañar a los chicos y a la familia y al desarrollo de habilidades socioemocionales hace que se fortalezcan y eso redunda en un mayor interés por continuar los estudios, una revalorización frente al fracaso y también revalorizarse. Eso es lo que logra que los chicos puedan terminar el ciclo básico.
Los resultados del estudio
Futuros Egresados, programa que implementa Cimientos Uruguay, trabaja con jóvenes en situación de vulnerabilidad de entre 12 y 15 años. El estudio publicado por Unesco indica que: “Los resultados muestran la incidencia positiva de las estrategias desarrolladas en el marco del Programa Futuros Egresados en el desarrollo y dominio de las competencias socioemocionales analizadas por parte de los participantes del Programa”.
—¿Cuáles son los principales desafíos para la educación uruguaya y cómo se encuentra en el contexto regional?
—Siempre digo que nosotros, desde mi trabajo y también como uruguaya que trabaja para otros países, siento que estamos un poquito menos mal que otros y sobre todo si nos referimos a los últimos dos años que fueron muy complejos para el sistema educativo. La pandemia fue como un desnudar un montón de carencias que los sistemas educativos tenían y que las conocíamos pero que las veníamos emparchando. Si miramos eso, creo que Uruguay salió bien parado en el contexto regional sobre todo con el tema de continuar con los aprendizajes. Sin embargo, siempre pienso que tenemos un enorme debe en la Educación Secundaria. Duele mucho saber que más de la mitad de los chicos no la terminan; creo que después podemos discutir el porqué de esas altas tasas de abandono. El propio modelo hace que el pasaje de la Primaria a la Secundaria hace que el pasaje sea muy traumático. Hace poco salió un estudio que planteaba que no solo hay quienes tienen dificultades para terminar sino que quedan rezagados dentro del sistema. El tema de la extraedad sucede porque les cuesta mucho dar con el nivel para terminar el ciclo básico. Creo que la problemática es una sumatoria de factores. La Secundaria es donde todo detona porque es cuando se ve que los chicos no dan la talla. Esto no es una problemática solo de Uruguay. Tanto en las pruebas Pisa como el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Erce) tienen resultados horribles para América Latina en general.
—¿Cómo trabaja la Unesco para combatir esos problemas?
—Más allá de que Unesco en grandes líneas desarrolla estudios de alta calidad tanto para Primaria como Secundaria, después es cierto que los países tienen sus capacidades y problemas. Los estudios que hacemos son muy ilustrativos y nos explican por qué estamos como estamos, pero cada país tiene que hacer su propio pienso y buscar sus propias soluciones en función a realidades. Queremos sumar actores que no son necesariamente públicos y creo que en el sistema educativo hay muchos trabajando que pueden dar un valor y soluciones. En Uruguay trabajo muy de cerca con Anep y con el Ministerio de Educación y Cultura y están muy abiertos a esos aportes.
—¿Cuáles problemas hay que combatir con mayor urgencia?
—Venimos trabajando fuerte con Anep en el área de formación docente porque entendemos que sin la preparación adecuada y de calidad es muy difícil, por no decir imposible, conseguir una formación de calidad. Nos interesa mucho fortalecer la formación en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM). También estamos trabajando con otras herramientas para la vida, como la ciudadanía digital, entendida como la convivencia responsable en el mundo digital; y después, en un espectro más amplio, la ciudadanía global, que refiere a que somos ciudadanos en un mundo diverso.
—¿Qué falencias dejó de manifiesto la pandemia por la COVID-19?
—Unesco continúa trabajando en este tema porque continuamos en pandemia. Creo que hubo grandes desafíos que fueron de lo urgente a lo importante. Lo urgente fue que cerraron las escuelas y se tuvo que resolver la alimentación escolar, que es algo muy básico pero a la vez extendido; era algo que no podía quedar afuera porque chicos que no comen no pueden aprender. Estas primeras reuniones que tuvimos en marzo del año pasado con ministerios tenía que ver con cómo solucionar ese tema. Uruguay ya muy adelantadamente logró solucionar el tema; después podemos discutir cuán eficientes fuimos. A partir de ahí estuvo el tema de la continuidad del aprendizaje. Uruguay pasó de subutilizar las plataformas a usarlas. La herramienta estaba, los dispositivos también y la conectividad en el país es muy superior a la de otros. Mientras pasaba eso, otros países de la región penaban al punto de que muchos tuvieron que apuntar a otro tipo de contenidos como usar la radio o la televisión para dar clases, tener que llevarle a los chiquilines los materiales impresos hasta la casa. Somos muy críticos con lo interno, pero cuando mirábamos la región te quedabas con la sensación que estábamos bastante mejor preparados que otros países. También fuimos de los que menos tiempo cerramos las escuelas. Después lo que la pandemia hizo fue ahondar la desigualdad en el sistema educativo. Hoy lo más preocupante es la evaluación de los aprendizajes: cuánto aprendieron, qué impacto tuvo, cómo afectó el regreso a la presencialidad. Creo que esa será la gran urgencia a partir de ahora: saber cómo estamos, quiénes quedaron para atrás y cómo apuntalar los aprendizajes para que no se arrastre de cara al futuro.