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La vida en espera

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Los "minutos muertos" junto con las colas quitan hasta el 11% del tiempo de los adultos.

Cuánto varían estos tiempos de demora entre una persona y otra depende de la situación socioeconómica individual, la edad, el tamaño de la ciudad y la distancia que hay entre su casa y el lugar de trabajo.

Ahora bien, ¿en qué se va el tiempo de espera? Según observa el investigador argentino Roberto Igarza, hay cinco grandes grupos de situaciones, aunque principalmente lo insumen los servicios públicos. "El servicio público, gestionado por un privado o por el Estado, en este momento, es el principal determinante de estos tiempos basura", asegura Igarza.

Específicamente, los desplazamientos (es decir, el nomadismo) llegan a representar tres de cada cuatro minutos de espera, aunque en muchos casos, el tiempo que insume en transporte en sí no conforma un "tiempo basura", ya que la persona puede no percibirlo así si puede, por ejemplo, acceder a un dispositivo móvil que le permita comunicarse, o entretenerse o trabajar.

"Lo que ya no existe son las fronteras que separan los espacios-tiempo que dividen el ocio de lo productivo y la comunicación interpersonal. Esos tres espacios que antes tenían una caracterización propia que los diferenciaba, hoy ya no la tienen. Entonces, los tiempos de desplazamientos permiten que cualquiera de esos espacios-tiempo se inserten dentro del desplazamiento", agrega.

Esperando atención.

Otro gran concentrador de esperas es el sistema de salud, altamente complejizado, que suele aparecer recurrentemente en relatos de pacientes como una de las instancias más angustiantes o molestas dentro de las demoras recurrentes.

En las gestiones ante el Estado aparece otro foco de esperas, ya sea cuando se realiza una denuncia, un trámite en un registro civil o cualquier otra gestión. También, con la aparición de las nuevas tecnologías surgen nuevas esperas que dan cuenta de la creciente mediatización de nuestras sociedades. Por ejemplo, acciones como esperar respuestas en múltiples conversaciones de chat o abrir y chequear cuentas en las redes sociales. Además, están los tiempos de espera obligados, como el que toma cargar el celular (algo que, para los tiempos que corren, puede generar una enorme ansiedad).

Como una subcategoría dentro del universo de la vida on hold, aparecen los momentos "anecoicos", que comprenden a las gestiones bancarias: la persona no tiene acceso a su teléfono y, por ende, pierde la opción de entretenerse o de comunicarse a través del dispositivo. "Estos tiempos se llaman anecoicos porque lo que vos hacés o producís no genera eco. Lo anecoico plantea esa ausencia de un emisor que está en contacto con los demás. En el caso del banco, te devuelve a un estadio anterior de la sociedad, a un estadio de vecindad y, por lo tanto, de diálogo analógico, porque no podés hacer nada más", observa Igarza. Hay conversaciones que se dan porque a estas alturas estamos tan acostumbrados a comunicar todo el tiempo que nos volvemos más vecinales que antes. Ahora somos capaces de dialogar porque no soportamos una hora en silencio en el banco. Eso se debe a la pérdida de capacidad de contemplación. No somos capaces de contemplar sin compartir, no somos capaces de observar sin emitir."

Richard Larson, profesor e investigador del Instituto de Tecnología de Massachusetts e investigador se ha dedicado a estudiar este tema en Estados Unidos: "Lo importante es sacar de la mente de las personas el hecho de que están en una fila. Si se puede entretenerlas, informarlas, distraerlas o hacer algo más durante ese tiempo, ya no sentirán que están perdiendo el tiempo, sino que lo están aprovechando".

CÓMO APROVECHAR EL TIEMPO MUERTO

Estanislao Bachrach, doctor en biología molecular, propone "llevar el cerebro" al gimnasio. Por ejemplo, explica que en el supermercado, además de poder utilizar el celular para mandar un mail o leer una noticia, se puede ejercitar la concentración. "¿De qué manera? Poniéndose a contar todas las cosas rojas que hay en el comercio o tratando de cerrar los ojos y escuchar todas las voces que existen (...) Con ello, estás mejorando y estimulando tu concentración. Aunque parezca algo tonto, si hacés eso en tus tiempos de espera, a las tres semanas notás cambios en tu vida", asegura. Lo importante, aclara Bachrach, es que las personas que decidan transformar los tiempos de espera en algo útil, "no se exijan hacerlo en cada momento de espera del día porque se vuelve abrumador y frustrante". "No hay tiempo muerto. Eso lo inventamos nosotros", afirma.

El tiempo para esperar tomar un ómnibus, la fila del supermercado, los trámites en el banco, el tráfico, un turno médico, el check-in en el aeropuerto... Todos estos y muchísimos otros fragmentos de nuestra cotidianidad son tiempos de espera. Aunque son sufridas en pequeñas dosis, estas demoras que se repiten a lo largo del día, de las semanas y los meses suman entre dos y cuatro años de la vida laboral de los habitantes de las grandes ciudades de América Latina. Así lo revela un estudio encabezado por el argentino Roberto Igarza, doctor en Comunicación Social, investigador en nuevas formas de consumos culturales y autor del libro Burbujas de ocio. Según el estudio, que indaga en el uso que los habitantes de las megalópolis contemporáneas les dan a esos "tiempos muertos", la población que tiene entre 18 y 65 años consume de 6 a 11% de su tiempo de vigilia en pausas y esperas. Ante esta situación, la era digital trajo consigo avances que permiten percibir de otra manera el paso del tiempo. No obstante, puede ser un arma de doble filo ya que también pueden agudizar la ansiedad, al acostumbrar a los usuarios a la dinámica de la inmediatez, según los expertos.

Libro. Estanislao Bachrach habla de estos temas en su libro Ágilmente, de Sudamericana.

Salud. Para conocer los tiempos de espera promedio, ingresar a www.msp.gub.uy.

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