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La temporada en Rocha hace agua

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El mal tiempo conspiró contra los negocios en Rocha. Foto: Fernando Ponzetto

Verano 2019

La lluvia, la merma de argentinos y que se gaste menos conspiró contra el turismo en el departamento

El miércoles 9 de enero volvió a amanecer nublado en Rocha. Se contaban con los dedos de la mano los que circulaban por Solari, la avenida principal de La Paloma. Era mayor la invasión de capelinas a $150 que de gente.

Un hombre limpiaba los vidrios de un Cambio Nelson "cerrado por reorganización empresarial", según decía el cartel, que anunciaba su reapertura post Carnaval. "Cerrado por tránsfugas", se burlaban los que andaban en la vuelta.

Hacía falta esmerarse para encontrar un coche con chapa argentina y llamaba la atención la cantidad de casas con carteles de "se alquila".

Al mediodía subió la temperatura, y varios sacaron su sombrilla para aprovechar un rato de arena y mar. Aun así, en El Desplayado (La Pedrera) había lugar de sobra para estacionar, algo impensado veranos atrás.

El protagonismo de las tormentas en la primera quincena jugó una mala pasada al turismo rochense, que se vende al mundo con sus paradisíacas playas y atardeceres soñados.

Pero eso de "al mal tiempo buena cara" se está haciendo bastante difícil. Inmobiliarias, paradores, restaurantes, hoteles y hostels coinciden en que es la peor temporada en años. El clima, la caída de turistas argentinos, y que los locales cuiden más el bolsillo no coopera.

En rojo.

La inmobiliaria Punto Río recibió menos consultas que otros inviernos de familias y jóvenes por alquileres, y eso sirvió de termómetro para pronosticar que la temporada sería "floja", según dijo a El País Richard Illa, dueño de Punto Río y presidente de la Cámara Inmobiliaria de Rocha.

El porcentaje de ocupación está por debajo de lo esperado: 30% hasta el 15 de enero, "después es incertidumbre total". Y confirma que el verano pasado la cifra fue 80%.

Tiendas de la Avenida Solari aprovechan para vender sombrillas y juegos para la arena. Foto: F. Ponzetto
Tiendas de la Avenida Solari aprovechan para vender sombrillas y juegos para la arena. Foto: F. Ponzetto

Varios propietarios que se manejaban con plataformas digitales se acercaron a las inmobiliarias porque no lograban alquilar sus viviendas, y tuvieron que bajar los precios. "Una casa bien equipada vale entre U$S100 y 120, y otros veranos costaba 150 ó 200", asegura Illa.

El Beach Hostel La Balconada recibió reservas del 1° al 8 de enero con dos meses de anticipación. Aquí la noche vale U$S32 y no hay habitaciones disponibles hasta el 15.

En el Hotel Costa Azul, sin embargo, se bajó la tarifa a U$S100 porque solo se ocuparon 12 habitaciones de 54.

El cartel ubicado en la puerta de El Rumbo Hostel (La Pedrera) rompe los ojos: "Quedan lugares, 750 pesos la noche con desayuno incluido". La primera semana no hubo camas y pernoctar allí valía $1.200.

Se extrañan.

La mayoría de los veraneantes de Rocha son uruguayos. La merma de turistas provenientes de la vecina orilla es la principal diferencia respecto a temporadas anteriores y afectó muchísimo.

"Los pocos autos argentinos que se ven pertenecen a gente que tiene casa. Contrataron paquetes con traslado a hotel 18 personas en total, y en 2018 teníamos 20 por día", comenta Cecilia, empleada de una agencia Buquebus en La Paloma.

Las playas despobladas se deben a las lluvias que hubo casi toda la semana. Foto: Fernando Ponzetto
Las playas despobladas se deben a las lluvias que hubo casi toda la semana. Foto: Fernando Ponzetto

Se quejan del precio del combustible porque les sale el doble. Fernando, dueño del parador Punto Sur, dice que entra la mitad de argentinos que otros años, que les cuesta pagar y que su ausencia se siente porque son un público gastronómico por excelencia. Rabas, miniaturas y mejillones es lo que más se mueve en el parador de La Balconada y valen $430.

Los pocos argentinos que pararon en el hotel Terrazas de La Pedrera "regatearon", según la recepcionista Vanessa. "Hay una rana en la piscina, no me dieron pastilla para los mosquitos, se quemó una lamparita": algunas de las quejas que escuchó de quienes querían pagar menos.

Arena y mar

Las playas despobladas se deben a las lluvias que cayeron en casi toda la semana. El mal tiempo conspiró contra los paradores: la gente cambió el plan y fue al Chuy o a comer al centro. Al lado, tiendas de la Avenida Solari aprovechan la temporada para vender sombrillas, y juegos para la arena.

En el parador de El Barco (La Pedrera) hay muchas personas que bajan con sus heladeritas, por eso se optó por mantener los precios del año pasado: un refresco y un plato (ensalada o hamburguesas) no vale más de $500.

A puro vintage por la calle principal de La Paloma

Los veraneantes que se acercan a la Liga de Turismo de La Paloma a consultar por cajeros, alojamientos, paseos y supermercados ven escrito en la pared "Dios es mujer". A los argentinos que buscan abaratar se les recomienda ir a las rotiserías de la calle Aries.

En la panadería Costa Azul las ventas bajaron un 50% respecto a la temporada pasada, y la ganancia se asemeja a la que se obtiene un fin de semana de invierno. El kilo de bizcochos vale $300 y eso impresiona a los argentinos.

Oliva Buffet inauguró esta temporada con precios accesibles: el tenedor libre de ensaladas, platos calientes y postres sale $490. El take away con bandejas biodegradables funciona muy bien, según Jimena, dueña del restó.

Este año abrió la heladería Chelato en La Paloma, pero no le hace sombra a la clásica Popis. Si bien hay menos movimiento, "los jóvenes no se sientan en un restaurante a gastar pero sí vienen acá", comenta Lucía, empleada de esta heladería cuyos precios oscilan entre $105 y $170, y el sabor más pedido sigue siendo el dulce de leche popis.

En la era de la inclusión financiera, Popis solo acepta efectivo. "Hay gente que se queja y se va enojada", reconoce Lucía.

No es lo único retro que se mantiene en la Avenida Solari. Hay una maquinita para atrapar osos de peluche cuya ficha vale $20 y es un gran atractivo para los más pequeños.

Medio escondido vive y lucha un locutorio y cyber café también sobre la principal. Lo atiende Rudi, un alemán que vive en La Paloma hace 12 años. En invierno pueden pasar días sin que entre nadie, pero en temporada se acercan algunos a imprimir recibos o escanear documentos para trámites.

"Para navegar en internet entra uno de 100 porque todo el mundo tiene celular. Hay un cuida coches que viene para escuchar música, pero la mayoría se para frente a Antel y agarra Wi Fi gratis", comenta Rudi.

En la época dorada tenían 24 computadoras y "cola de gente esperando", hoy hay seis, y el negocio apenas sobrevive. "Ofrecemos celulares pero no podemos competir con el Estado que vende un aparato en 24 cuotas. Agregamos accesorios para teléfonos: funda, cargadores, cables, auriculares. Eso se vende bien", se consuela.

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