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Es empresario, soñaba con cantar, empezó en su balcón en pandemia y no paró hasta el teatro

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Morris Saul en su casa
Nota a Morris Saul, director de Cotton Flor, en su domicilio en Montevideo, ND 20220812, foto Juan Manuel Ramos - Archivo El Pais
Juan Manuel Ramos/Archivo El Pais

HISTORIA DE VIDA

Morris Saul tiene 72 años y una fábrica textil. Toda la vida soñó con cantar y este año lo logró: dio un concierto para sus amigos y familiares.

Esta es la historia de un sueño cumplido. Morris Saul está parado en el medio del escenario. Viste traje negro y camisa blanca. Sostiene el micrófono con la mano izquierda. De fondo los músicos tocan las primeras notas. Alguien dice 1, 2, 3. Él acerca el micrófono al rostro y canta: “Escucha hermano la canción de la alegría y el canto alegre del que espera un nuevo día”. Balancea el cuerpo lento, hacia un lado y después hacia el otro. La voz suena grave y limpia. Es 23 de julio de 2022. El escenario es una caja oscura a la que alumbran luces verdes y rojas y blancas, la canción es El himno a la alegría y es todo sigue, más o menos, así: Morris alterna estrofas con Camila Sapin y con Jimena Molina, las cantantes que lo acompañan esta noche, cantan “Si en tu camino solo existe la tristeza y el llanto amargo de la soledad completa ven canta, sueña cantado, vive soñando el nuevo sol, en que los hombres volverán a ser hermanos”, hacen palmas, bailan apenas, se miran, cantan juntos. Después, un aplauso cerrado.

Esa fue la última canción de un repertorio de 13 canciones que incluyó Hoy puede ser un gran día y De vez en cuando la vida, de Joan Manuel Serrat, Yo quiero ser bombero, de Alberto Cortés o Sueña, de Luis Miguel. A cada una de ellas Morris las eligió, las pensó y las preparó con una intención: la de hacer que cada momento de esa noche -una de las más importantes de su vida- fuera especial.

Esta es la historia de un sueño cumplido: el de Morris, un hombre común y corriente, al frente de una empresa textil que fabrica ropa de cama, que toda la vida quiso cantar en un escenario. Lo cumplió a los 71 años. Y uno de los mensajes que quiso dar, esa noche en el Teatro Agadu, fue que, a veces, los deseos se hacen realidad.

Desde niño

Morris Saul y los músicos previo al concierto
Morris Saul y los músicos previo al concierto.

Dice que quizás viene de su familia: que su madre no cantaba bien pero que le encantaba y que lo hacía todo el tiempo, pero que su abuelo sí, que reunía gente en su casa y tocaba una guitarra turca y cantaba. Dice, también, que siempre quiso aprender a cantar, pero que la vida y las circunstancias lo llevaron hacia otros sitios. Dice, también, que ese siempre fue su sueño pendiente.

En todo ese tiempo, la música nunca tenía lugar. Fue hace seis o siete años, cuando la vida —y su negocio— ya estaban lo suficientemente encaminados, que lo decidió: iba a empezar a estudiar canto. Y lo hizo con Camila Sapin, en un grupo de varias personas en el que, la mayoría, eran mujeres de 20 y pocos años. “Y en el medio estaba yo, que era el abuelo de todas. Pero lo que más me sorprendió fue la divina onda de ellas, yo era uno más del grupo”, cuenta. “Camila ha sido un pilar muy importante para mí, es una persona que tiene mucha fuerza, te da mucho para adelante. Y eso me ayudó, no a ser un cantante extraordinario ni nada por el estilo, pero sí a tratar de limar defectos”.

Todo empezó en 2020. Era plena pandemiay, una noche, Iael, su esposa, sacó un micrófono y un parlante al balcón de su casa y le dijo que cantara. Él lo hizo. Y así durante dos meses: todos los días Morris cantaba desde el balcón, los vecinos le pedían canciones, le dedicaba, cada tanto, un feliz cumpleaños a alguien que estuviese solo, y recibía mensajes de agradecimiento de la gente del barrio. Eso lo alegraba: estaba haciendo algo que, además de gustarle, ayudaba a otras personas a transitar los días de soledad y aislamiento.

El 2020 era, también, el año de su cumpleaños número 70 y Morris había organizado una fiesta que no podría, por el coronavirus, realizar. Entonces Iael empezó a pensar en un regalo que fuese especial y se le ocurrió que no había nada más especial que cumplir un sueño. Llamó al Teatro Agadu, reservó una fecha y, el 14 de agosto, el día en que su esposo cumplía 70 años, lo sorprendió con una torta y un pergamino en el que anunciaba que había un teatro reservado para que él hiciera su concierto.

Morris y su esposa Iael
Morris y su esposa Iael. Foto: J.M. Ramos

“Yo sabía que era su sueño y que era algo muy especial para él. Y también, en cierta forma, era una manera de cerrar eso que había empezado con él cantando en el balcón”, cuenta Iael.

El concierto cambió de fecha cinco veces. Morris e Iael hicieron una lista de los amigos y familiares invitados. Eran más de 100.

Una noche especial

La noche del concierto lo acompañaban, además de Camila y Jimena Molina, una banda integrada por Pedro Alemany, Andres Arnicho, Nacho Mateu, Ignacio Labrada y otros.

Estaba tan nervioso que, después de cantar las primeras cuatro o cinco canciones, la boca se le secó tanto que sintió que no iba a poder seguir. Pero entonces recordó lo que le habían dicho: que no mirara nunca hacia abajo. Y él miró hacia adelante y vio, en las primeras filas del Teatro Agadu, a sus hijos, a sus nietos y a su familia entera. Y más atrás, a una sala repleta de todos los amigos que estaban allí para celebrarlo.

“Ver que la familia y los amigos estaban conmovidos con lo que estaban haciendo me dio la adrenalina que necesitaba para seguir. Estaba muy asustado, pero fue una experiencia inolvidable. Solo tengo palabras de agradecimiento para todos. Es uno de los mejores regalos de mi vida, un recuerdo que me va a durar hasta que marche”, dice.

Iael le dice, un poco en broma y un poco en serio, que para el año que viene volverá a alquilarle la sala, para que haga una segunda parte. Él dice que no, que por ahora está bien quedarse con el recuerdo de esa noche. Mientras tanto, sigue yendo todas las semanas a clases de canto con Camila y, cuando está en su casa, dedica media hora todos los días a repasar y practicar todo lo que haya aprendido en ese encuentro.

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