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Robot arrabalero en el Solís

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Foto: Fundación Cienarte

ARTES

Becarios de la Fundación Cienarte harán su show anual el 1° de abril en el Solís, entre robots y bandoneones.

La idea de hacer algo por las nuevas generaciones no paró de dar vueltas en la cabeza de Raúl Laurenzo desde que dejó la dirección de Joventango en el año 2000. Empezó a tejer redes entre los contactos adquiridos en dicha institución y los viejos amigos. Charló mano a mano y les contó su plan de apoyar a "los gurises" a desarrollar talentos artísticos, o incluso a despertar en ellos una habilidad que desconocían.

Logró reunir a 33 interesados en sumarse a esta iniciativa de crear programas de formación gratuitos dirigidos a jóvenes con dificultades socioeconómicas, o que no encontraran ofertas en la educación formal.

Esto que arrancó como una idea utópica de "algunos locos" en 2003, hoy es una fundación consolidada (Cienarte), premiada por los Fondos Concursables para la Cultura, y que abarcó más de 400 becas en sus 16 años.

Hay dos programas educativos estables: la escuela de tango Destaoriya, "un rescate a la tradición", y el taller Ucer (Unos Cracks En Robótica), "de una proyección al futuro fenomenal", según Raúl Laurenzo, presidente de la Fundación Cienarte.

Se organizan asados para mantener el nivel de camaradería entre los becarios, aunque la instancia ideal donde potenciar la hermandad es el evento anual "Noches de los estrenos".

Se realiza hace 15 años con el objetivo de mostrar los avances y trabajos de los becarios. La próxima edición será el 1° de abril a las 20:30 en el Teatro Solís. Presentarán Leonardo, arte y ciencia, y el protagonista de la historia será un robot programado por los jóvenes de Ucer.

Se trata de una pequeña obra musical escrita y producida a pulmón entre alumnos y voluntarios de Cienarte.

"Hay una señora cosiendo tules que irán sobre una capelina que usará el robot, otros buscando luces led, pilas, baterías, y otro montón de gente moviéndose detrás", asegura Laurenzo.

Las entradas están disponibles en Tickantel y boletería del Solís. Todo lo recaudado se destinará a financiar los programas educativos de Cienarte.

Cenicienta.

Laurenzo recuerda que bautizar la fundación fue una de las tareas más tediosas. Tras varias discusiones se eligió por votación el nombre más sencillo: Cienarte, que surge de juntar las primeras letras de ciencia y arte.

Las ganas de involucrar estas dos disciplinas surgieron por ser percibidas "como la Cenicienta. El deporte tiene gente de sobra que se ocupa de los talentos de los jóvenes, ya que hay mucha plata detrás, es un negocio", comenta el presidente.

El primer impulso fue salir a buscar a los destinatarios. Los 33 fundadores iban a ciegas. Para reclutarlos fue clave recorrer institutos de enseñanza, y la feria nacional de clubes de ciencias organizada por el Ministerio de Educación y Cultura en 2004 y 2005.

Camila Lazaga con el profesor de Ucer (Nicolás), y dos alumnos de INAU en un ensayo del show.
Camila Lazaga con el profesor de Ucer (Nicolás), y dos alumnos de INAU en un ensayo del show.

"Nos costó un poco entender que no se podía abarcar todo, y que debíamos desarrollar programas específicos. Buscábamos al que necesitaba y lo apoyábamos. Hicimos de todo: cursos de maquillaje artístico, becas para estudiar idiomas, informática, y comunicación; apoyamos un club de ciencias de Tacuarembó que proponía potabilizar el agua a través de los camalotes, y a un joven que escribió un ensayo sobre Onetti", enumera Laurenzo.

En 2007 les preocupaba "manotear" sin ser eficientes, ni marcar una diferencia. Así que cayó del cielo una propuesta que Raúl Jaurena, miembro fundador de Cienarte, hizo en el cumpleaños de 15 de la hija del fallecido tanguero Gustavo Nocetti.

"Se me ocurrió que podríamos ser útiles dando una oportunidad de enseñar interpretación musical y vocal de tango, ya que ninguna institución formal lo ofrece", le dijo a Laurenzo.

El primer sacudón fue muy artesanal pero la semilla prendió muy rápido: la convocatoria boca a boca y algún anuncio en prensa arrimaron 25 interesados.

Laurenzo intuye que esa tanda fue más fácil de captar porque "se había acumulado un grupo de jóvenes músicos interesados en el tango que no tenían donde ir a aprender. Hicimos el llamado y aparecieron como hongos".

Siempre atentos a atender nichos descubiertos, en 2012 se acercaron a la extensión universitaria de la Facultad de Ingeniería y les dijeron que las mayores necesidades estaban en agrimensura, corrientes marinas y robótica. Y así surgió el taller de robótica, que desde 2018 sumó también a jóvenes del INAU a la asignatura.

Laurenzo remarca que Cienarte no tiene una actitud paternalista: "no vamos a llevar a nadie de la mano hasta el Premio Nobel o a tocar en el Lincoln Center. La fundación es una usina de oportunidades. Somos el trampolín para que los gurises salten y naden".

Los gestos solidarios en primera persona

Un grupo de docentes de Cienarte fue una tarde cualquiera de 2013 hasta el liceo N°43, ubicado en Rincón del Cerro, a dar un taller de sensibilización. El objetivo de estas instancias es captar alumnos interesados en el área robótica. El broche de oro fue hacer interactuar a los adolescentes con un robot. Camila Lazaga no conocía nada de programación hasta ese momento. Es más, su meta era recibirse de veterinaria, pero esa charla empezó a alterar su plan.

"No sabía que existían clubes abiertos pero esa vez sentí curiosidad, y me anoté al taller. Quizá de otra manera no me hubiera llamado la atención, ni me hubiera animado a ir", dice Camila.

Ir a Ucer (Unos Cracks en Robótica) una vez por semana despertó en ella una habilidad que tenía oculta: programar. Y, demás, se alteró por completo su vocación: dejó los animales de lado y este año arrancó en la Facultad de Ingeniería.

Ana Inés Pereyra hacía ingeniería audiovisual y en paralelo iba a la escuela de música. Pasaron tres años y se le hizo muy cuesta arriba "bancar ambas carreras", así que abandonó el violín en 2013, con 22 años.

"La música siempre tuvo mucho peso en mi vida, pero no puedo permitirme que sea un gasto constante", contó Ana.

En ese interín se cruzó con un anuncio de Cienarte y se motivó al ver que podía integrar una orquesta de tango, un estilo que siempre le había llamado la atención.

Preparó Por una cabeza para la audición y quedó seleccionada entre los 50 becarios anuales de la escuela Destaoriya. Egresó como intérprete del género en violín dos años después, y luego se fue a estudiar a España. En el viejo continente intentó meterse en una orquesta pero resultó inviable: "me encontré con que tenía que pagar para poder tocar, y no podía hacerlo. Me llevé el violín pero lo debo de haber agarrado tres veces".

Volvió este año y retomó contacto con Cienarte. Esta vez quería aprender bandoneón. "Comprar este instrumento es súper caro pero puedo aproximarme sin tenerlo porque la fundación me lo presta".

El arte de focalizar donde es necesario

Cienarte cubrió 20 becas en su debut como escuela de tango Destaoriya. Hoy abarca más de 50 alumnos por año. Se realiza un llamado abierto a jóvenes músicos interesado en aprender a interpretar tango. Hay tiempo para inscribirse enviando el curriculum a [email protected]. Luego se pasa a una audición y los docentes deciden a quién otorgan el cupo. El programa abarca cinco cursos: introducción al tango, interpretación con guitarras, y vocal, composición, y bandoneón. "No ponemos foco en el baile porque hay una academia en cada esquina. No queremos llover sobre mojado, sino generar oportunidades en áreas que no contemple la educación formal", asegura Diego Larcebeau, gestor de Destaoriya.

Los talleres de robótica, en tanto, cuentan con el apoyo de la Facultad de Ingeniería, son los sábados de 11:00 a 14:00, y pretenden acercar a jóvenes de 15 a 18 años a la ciencia desde lo lúdico.

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