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¿Por qué rechazan las verduras?

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Foto: Shutterstock

Activan un mecanismo instintivo de supervivencia ?al relacionarlos con plantas venenosas.

Felisa, de tres, tiene siempre la misma reacción ante un plato de verduras. Cuando su madre se lo coloca delante, ella pone mala cara. Y después empieza a explorar la preparación con los dedos hasta que encuentra algo que le gusta. Carne, un preparado con harina, papa... alguno de esos sabores amigables con su paladar.

Pero si no encuentra nada de eso en la preparación, el rechazo es total. Y hasta es muy probable que el plato termine en el suelo. Es una tragedia familiar. Sobre todo porque Débora, su madre, que es diseñadora y tiene 35 años, es vegetariana. Y pese a que intentó transmitirle por todos los medios a su heredera su pasión, cuasi militancia, por las verduras, no hay caso.

"No pretendo que sea vegetariana, le doy carne y pollo. Pero que rechace así las verduras me pone mal", confiesa. Lo que Débora ignora, al igual que muchas madres que luchan por reconciliar a sus hijos con la alimentación saludable, es que los chicos llegan al mundo "seteados de fábrica" para rechazar cualquier tipo de verduras.

Contrariamente a lo que muchos creen, ofrecerles en un plato variedad y muchos colores podría ser contraproducente: en algunos casos hace que rechacen la comida que se les sirve. Y sobre todo, la que tenga colores más brillantes enciende en su cerebro una alerta que les indica que ese alimento no es seguro.

Eso es lo que plantea un estudio hecho por la International School for Advanced Studies, de Trieste, Italia, y publicado recientemente en el periódico Scientific Reports, el cual señala que existe una razón evolutiva en este rechazo que se relaciona más con los colores que con los sabores, lo que lleva a los chicos a rechazar los vegetales.

La neurociencia demostró que los chicos no consumen las verduras por un mecanismo intuitivo para evitar una potencial intoxicación. Viene con ellos. Y de los padres depende que los niños aprendan a vencer esa negativa inicial. Si no lo hacen, es probable que como adultos sean reticentes a incorporar verduras.

"Hay reacciones que vienen cableadas de fábrica en nuestro cerebro, como por ejemplo la aversión universal a las verduras que tenemos todos de chicos. No importa en qué parte del mundo, todos sentimos rechazo inicial a las verduras", apunta Federico Fros Campelo, especialista en los mecanismos cerebrales del consumo y autor del libro Nutrición (de)mente (Grijalbo, 2016).

"Tiene que ver con que nuestro cerebro es el resultado de la evolución a lo largo de muchos cientos de miles de años y conserva mecanismos de defensa que pueden protegernos de contaminantes, plantas venenosas y toxinas", agregó.

Mientras tanto, nuestro cerebro también tiene la capacidad de cambiar con la experiencia: la exposición reiterada a determinados tipos de comida genera un fenómeno de habituación, que nos lleva a familiarizarnos con lo que se come en nuestra sociedad y en nuestra familia.

La doctora en Nutrición Mónica Katz lo ratifica. Y aporta que, para que un chico venza el rechazo inicial a las verduras, deberá probar entre 12 y 14 veces ese sabor.

Así, su cerebro comprobará que no va a morir envenenado al consumirlo, que es seguro y apagará la alarma que se enciende, sobre todo frente a los alimentos muy coloridos o de hojas porque, instintivamente, se los asocia con la presencia de veneno. Después de haberlo probado, el alimento se convertirá en parte de su repertorio habitual.

"Los chicos poseen naturalmente neofobia, es decir, rechazo a los alimentos nuevos. Además, hay otros que poseen una supersensibilidad en la percepción de los amargos presentes en vegetales, como los fitoquímicos o los antioxidantes, y, por lo tanto, los rechazan más aún", explica Katz.

Es instintivo porque los amargos están en los venenos, los alcaloides. Por eso, poseemos 25 receptores diferentes para los sabores amargos y solo dos para los dulces. Detectar los amargos es poseer una defensa, porque el dilema del omnívoro es determinar y decidir luego qué es nutriente y qué es toxina.

Los especialistas insisten en que los colores no ayudan, al menos en una etapa de incorporación inicial de vegetales a la dieta infantil. De hecho, los alimentos que prefieren suelen tener colores tenues y monótonos como la banana o el zapallo.

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