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Perseguidos en Pakistán, ahora quieren enseñar su interpretación del islam en Uruguay

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Yousaf Khan y Sadaf Ahmed.
Nota a Yousaf Khan y Sadaf Ahmed, misionero canadiense y su esposa paquistani integrantes de la comunidad Ahmadia, grupo musulman que brega por la libertad de conciencia y el respeto a otras religiones, en su centro religioso en Montevideo, ND 20220601, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

COMUNIDAD AHMADIA

Yousaf Khan y su esposa Sadaf Ahmed forman parte de la Comunidad Musulmana Ahmadía. Tienen una interpretación pacífica del islam y buscan difundirla para derribar prejuicios.

Es un lugar amplio. Tiene paredes blancas y pisos grises y en un rincón, justo debajo de una ventana de vidrio, hay dos alfombras idénticas, beige, con flecos en las puntas. En el otro extremo hay una pizarra blanca que tiene una línea escrita en árabe. Al costado hay una mesa con libros: “El sagrado Coránen español”, “El Cristianismo, un viaje de la realidad a la ficción”, “¿Escucha Dios tus oraciones?”.

También hay una pieza más pequeña. Tiene un escritorio, dos bibliotecas y varios cuadros. La mayoría son fotografías enmarcadas detrás de un vidrio. Entre ellas, las que más resaltan son las imágenes en blanco y negro de seis hombres que llevan la misma barba y el mismo turbante. Una está por encima y las otras cinco están alineadas, perfectas, debajo.

El hombre de arriba es Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, el Mesías Prometido que anuncia el Corán, el jefe supremo de la Comunidad Musulmana Ahmadía. También es el fundador del movimiento Ahmadía. Los hombres de las otras fotografías son sus sucesores.

Se trata del Centro de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Uruguay, que llevan adelante Yousaf Khan y su esposa, Sadaf Ahmed.

Yousaf es un hombre alto. Tiene la piel morena, los ojos negros, las cejas tupidas. Lleva una barba prolija que le enmarca el rostro, saco y pantalón de vestir, camisa blanca y corbata. Saluda con un apretón de manos y una sonrisa amigable y dice que, antes de empezar la entrevista, quiere mostrarme un video. Se trata de la historia de la comunidad Ahmadía alrededor del mundo: fue fundada en 1889 en Qadian, India, está presente en 200 países, es seguida por unos 12 millones de personas y plantean una “enseñanza pacífica del Islam”.

La Liga Mundial Islámica declaró, en la década del 70, que el movimiento Ahmadía no es musulmán y los culpan por querer instaurar una religión nueva. Ellos, en tanto, dicen que su interpretación del islam es la original y salen al mundo para enseñarla. Es decir: para contarle a quienes quieran escucharlos que el islam no se trata de conflictos ni de guerras ni de violencia. Que su visión del islam dice otra cosa: “Amor para todos, odio para nadie”.

Historia: matrimonio arreglado y viaje a Uruguay

Yousaf nació en Pakistán. Siendo muy chico se fue con su familia a vivir a Canadá. En su país de origen su comunidad es perseguida, encarcelada y asesinada.

En 2014 se fue como misionero a Ecuador. No sabía nada sobre América Latina y lo poco que conocía era por películas. Aprendió español e hizo lo que tenía que hacer: difundir el islam, ayudar a quienes quisieran aprender, establecer un diálogo.

Yousaf Khan
Yousaf Khan. Foto: L. Mainé

Sadaf Ahmed nació en la ciudad de Rabwah, la localidad en la que radica gran parte de la comunidad Ahmadía en Pakistán.

La primera vez que vio a Yousaf fue a través de una foto. Su familia lo conoció y pensó que era un buen candidato para que ella se casara. Lo mismo le pasó a Yousaf.

“Los matrimonios son arreglados”, dice Sadaf en un español trancado. “Los dos podemos decir que no. Si uno dice que no quiere casarse con el otro, no se hace y listo. La mujer y el hombre son iguales para el islam, solo tienen distintos... ¿roles?”. Pero ellos dijeron que sí. Yousaf ya estaba en Ecuador y regresó a Pakistán para casarse.

Lo que vino después, cuenta Sadaf, fue un tiempo difícil. Tuvieron a su primer hijo, Yousaf tuvo que volver a Ecuador y, por un tema con las visas, ella no pudo irse. Poco después a su esposo lo trasladaron a Uruguay y ella y su hijo vinieron con él. Era 2016. Desde entonces no ha visto a su familia.

Sadaf Ahmed.
Sadaf Ahmed. Foto: L. Mainé

“Al comienzo no sabía cómo llegar a los uruguayos”, recuerda Yousaf. Pero conoció a una pareja que formaba parte de su comunidad y vivía en Piedras Blancas. Ellos le contaron sobre la feria que se hace en el barrio y así comenzó: Yousaf iba todos los días y ponía un puesto para repartir folletos informativos sobre el movimiento Ahmadía. Después comenzó a recorrer otras ferias. Eran pocas las personas que se acercaban o que, tras hablar con él, volvían a llamarlo para seguir aprendiendo. Algunos días se iba a la rambla con un cartel que decía, en español y en inglés, “preguntame lo que quieras”. Y entonces, de a poco, alguien se acercaba por curiosidad y él le contaba.

Después empezó a reunirse con legisladores. “Es importante poder estar en contacto con autoridades porque no podemos llegar a todos los uruguayos”, dice. Recorrió bibliotecas del país para dejar libros sobre el islam, participó en encuentros y debates sobre religión, dio charlas en universidades y en distintas instituciones. Cada tanto cocinan y salen a repartir alimentos y organizan, él y su esposa, actividades como, por ejemplo, encuentros sobre el rol de la mujer en el islam.

Todavía les pasa, eso de ir caminando por la ciudad y que los miren de una manera extraña. A veces, dice Sadaf, las personas le preguntan si ella lleva el hiyab por imposición y le dicen que se lo quite, que en Uruguay no pasa nada si anda con la cabeza descubierta. “Lo que les cuesta entender es que yo lo llevo porque quiero, porque es mi tradición, mi cultura”.

Tras dos horas de charla, después de haberme ofrecido café, de preguntarme, varias veces, si la temperatura de la calefacción estaba bien, si yo estaba cómoda, Yousaf dice esto: que las puertas del centro de su comunidad están abiertas para cualquiera que quiera conversar con ellos o tomar clases de islam o de árabe. Y después, como si ya hubiese comprendido de qué estamos hechos los uruguayos, agrega: “Si alguien que va a ir al mundial de Qatar quiere aprender algo del idioma, yo puedo ayudarlo”.

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