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Padre Miguel Ángel Hernández: “La soledad es un hecho evidente este año”

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Miguel Ángel Hernández

ENTREVISTA

Es el director de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Montevideo; acompañó a enfermos y familiares en centros públicos en un año marcado por la pandemia por coronavirus

"Estar presente, acompañar y escuchar”, así resumió el joven padre ce Miguel Ángel Hernández la tarea que él y los voluntarios de la Pastoral de la Salud de la Arquidiócesis de Montevideo realiza en distintos centros hospitalarios. “Estar presente, acompañar y escuchar”. Tres acciones que son sencillas de pronunciar pero difíciles de llevar a la práctica, más en un año marcado por la pandemia por el nuevo coronavirus y más cuando se destinan a personas que sufren.

—¿Qué implica ser el capellán del Pereira Rossell y del Sanatorio Americano?
—La tarea del capellán conlleva tiempo y dedicación, visitar las salas donde están los pacientes, escucharles y acompañarles, brindarles los sacramentos, acompañar a los familiares, dialogar con los funcionarios y ponerme a disposición con lo que necesiten. Desde una mirada más general, mi tarea consiste en velar, ayudar y coordinar la presencia de la Iglesia a través de los voluntarios en dichos hospitales, fundamentalmente apoyando, alentando y transmitiendo esperanza.

—¿Qué actividades o tareas se sumaron en este año marcado por la pandemia?
—Dado el contexto sanitario debimos readaptarnos. Al trabajar en lugares de alto riesgo, el desafío era cómo hacer para mantener la presencia de la Iglesia en estos lugares. Tuvimos que dialogar con las directivas de los centros de salud para poder seguir misionando allí, hemos trabajado para estrechar vínculos y crear lazos fraternos que nos permitan cumplir los objetivos. A pesar de que varios centros de salud han permanecido cerrados al acceso de voluntarios, hemos buscado maneras alternativas para seguir brindando acompañamiento a los enfermos. Se han creado grupos de oración y otras iniciativas mediante acercamientos remotos aprovechando la tecnología. Hay lugares como, por ejemplo, el Hospital Pasteur y el Hospital Oncológico, en los que no se podía acceder a las salas, entonces los agentes de la Pastoral comenzaron a brindar un servicio de apoyo a los familiares de los mismos. Este año la Pastoral de la Salud igualmente se hizo presente a través de la entrega de las donaciones para ayudar a cubrir necesidades. Durante estos dos últimos meses se han acercado jóvenes embarazadas, padres con sus bebés judicializados, niños con las cuidadoras de INAU, niños que vienen a hacer sus tratamientos en las distintas policlínicas y pasan por la capilla del hospital Pereira Rossell antes de regresar a sus casas.

Miguel Ángel Hernández
Hernández es director de la Pastoral de la Salud

—¿Qué tan presente está la fe en medio de la enfermedad y el sufrimiento?
—Es muy natural que ante lo desconocido, la fe se haga presente. La fe nos da la certeza de que aun pasando por el dolor y el sufrimiento el hombre por naturaleza se abandona a la Providencia y persiste por salir adelante, incluso cuando el panorama parece irreversible. La fe está presente en el transcurso de la enfermedad y el sufrimiento, porque es lo que sostiene espiritualmente a la persona que padece. Son interesantes y de notar las expresiones arraigadas en una sociedad que, por mucho que intente apagar sus raíces, en los momentos cruciales de la vida, desde lo sencillo, va alentando el seguir adelante en medio de las dificultades, sinsabores y grandes luchas por mantener la salud. Se percibe en la gente que se acerca a las capillas de hospitales que no tiene tanta formación religiosa pero sí una fe profunda y sencilla que se transmite de generación en generación. Se ve mucha gente proveniente de los barrios marginales de Montevideo y del interior de Uruguay que no sabe rezar las oraciones más comunes (Padre Nuestro, Ave María) pero en su silencio adoran y se ponen en manos de Jesucristo, se abandonan en la Providencia y confían, y de su Madre la Virgen María.

Mantener la llama encendida.

A pesar de las dificultades que imposibilitaban el acercamiento con los pacientes, el padre Hernández afirmó que “no se bajó la guardia”, por lo que “con la debida prudencia se visitaron los enfermos concediéndoles la Comunión”. En los hospitales donde hay capillas se celebra la misa y demás sacramentos. “La Iglesia, fiel a su misión y con un dialogo constante con el personal del hospital, mantuvo la llama encendida”, dijo a El País.

—¿Qué testimonios de este año lo conmovieron más?
—Los que más me han conmovido son las madres que han tenido que pasar con sus hijos por el CTI. Madres y padres que con su angustia llegan a la capilla, con su dolor al pie de la cruz, y buscan a alguien que les escuche, una voz que les aliente, que les dé esperanza y un testimonio creíble de que no todo se termina en la enfermedad y la muerte. En este mismo sentido, pude tener experiencia de madres que luchan por la vida y otras madres que no quieren nada con la vida. El misterio de la libertad que pasa por las decisiones, sin duda, es una experiencia fuerte, pero es real y cotidiana. Se han acercado niños buscando una respuesta y consuelo espiritual que les ayude a llevar su situación. Son momentos que impactan muchísimo sobre todo por la inocencia de lo que son y la injusticia por las que pasan.

Miguel Ángel Hernández
Acompañando a pacientes y familiares

—¿Notó más soledad?
—Es un hecho evidente. Un gran número de personas con motivo de la pandemia se han encontrado en una situación de mayor soledad y poderlos acompañar a pesar de las dificultades en este proceso, fue gratificante.

—Existe el concepto de cuidados paliativos espirituales, ¿qué implican?
—La Pastoral de la Salud en relación con los cuidados paliativos trabaja en conjunto con el personal médico del Hospital Pasteur y del Hospital Oncológico. La misión, fundamentalmente, consiste en apoyar espiritual y sacramentalmente a los pacientes que lo soliciten. En algunas ocasiones son remitidos a alguna residencia y en coordinación con los médicos y los familiares los acompañamos en la etapa terminal, para que con la fe y la esperanza caminen hacia el encuentro con Dios en paz. Al ocaso de la vida las personas se encuentran especialmente necesitadas de cuidados, alivios, consuelo y apoyo espiritual y religioso, es allí donde la vocación cristiana adquiere sentido.

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