Medio ambiente
El deshielo es lento, muy lento, y fangoso. Pero en este archipiélago del oeste de Finlandia es el preludio del buen tiempo, las vacaciones, un verano ya no tan lejano. Y una anticipación de júbilo en los muelles.
Los propietarios de barcos, tierra adentro, retiran las lonas de protección y los ponen a punto para navegar hacia sus cabañas estivales en el archipiélago Merenkurkku, en el golfo de Botnia, que prolongará el mar Báltico hacia el norte en cuanto el deshielo sea mayor.
Mientras tanto, en esta zona inscrita en el patrimonio mundial de la UNESCO, el deshielo crea texturas turbias, como la espuma sobre la tierra ocre en algunos lugares. O los efectos de transparencia que aparecen cuando los charcos de agua verde recubren el hielo que va menguando. Y se quiebra, formando líneas que zigzaguean por el paisaje.
En pleno invierno, el hielo alcanza 50 cm de espesor. Desde las primeras lluvias de abril, empieza a fundirse por la parte superior. Y las temperaturas positivas, ahora habituales por las noches, lo hacen derretir también por debajo.
Los tintes de óxido no reflejan ninguna polución, solo los sedimentos y la turba, el color natural de las riberas. Finas capas de hielo o de nieve vuelan y se dispersan por el agua, suavemente, como polvo de invierno.
Lentamente, muy lentamente. El deshielo dura dos meses.
Aquí y allá, el lodo, rojo o naranja, alegra este paisaje en descomposición, promesa de un renacimiento.