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Miedos y esperanzas en la búsqueda del origen

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Los niños que han sido apropiados sospechan que no pertenecen a su familia de crianza. Foto: Shutterstock

Secretos

El Grupo Adoptados Uruguay logró 146 encuentros en 5 años.

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Mónica Alberdi compartió en su muro de Facebook la placa de una amiga que buscaba a su madre biológica, y así entabló su primer contacto con el grupo "Adoptados Uruguay". Mónica no había dudado sobre su identidad hasta los 43 años, pero algo "mágico" se activó en esas charlas cibernéticas. "Se ve que la sangre me llamó", dice. Empezó a dudar, a atar cabos sueltos e investigar.

Ese clic la llevó a recordar las mil veces que quiso ver imágenes de su madre embarazada, sin suerte. Mónica preguntaba y ella se justificaba con un "no se usaba". La respuesta le hacía ruido porque en su casa tenían cámara, estaba lleno de fotos de su niñez, pero ninguna era de la panza de su madre.

Se animó a abordar a un par de vecinos en 2013 y consultarlos por si era adoptada. Le confirmaron que sí y se plantó frente a su madre de 85 años. Le rogó que fuera sincera. "Tu madre no te quería, por eso te dio", le respondió. "¿Cómo sé que es verdad?", le preguntó Mónica. La señora entonces se enojó y el único dato que Mónica logró sacarle con un tirabuzón fue que el contacto lo había hecho a través de una enfermera que trabajaba en La gota de leche, que era parte del Consejo del Niño.

El nombre de esa mujer figuraba en la partida de nacimiento de Mónica, y desde Adoptados Uruguay indagaron. Descubrieron que la enfermera había muerto. La madre de crianza de Mónica también falleció un año después que se destapó el secreto familiar y se llevó toda la información a la tumba.

Mónica supo por una allegada a la familia que su madre biológica era argentina, y que tendría entre 73 y 74 años. Con ese dato y una seña personal (marca de nacimiento en el muslo derecho) armó una placa de búsqueda que hace circular en las redes. "No tengo nombres, nada. Y a todos los parientes a los que les pregunto me dicen, no sé nada. Necesito saber qué pasó conmigo para cerrar un círculo, no quiero molestar la vida de nadie", dice.

Sus tías maternas no quieren hablar por fidelidad a su hermana, y Mónica está decidida a recurrir a una ayuda mística. "Quiero hacer algo como videncia o regresión, que me permita ir hacia atrás". Mientras tanto, espera un milagro.

Un proyecto exitoso en un "stand by" indefinido

Cuando Raquel Rojo quiso conocer su origen supo que existía el colectivo "Calas de Luz" que se manejaba a la vieja usanza: lápiz, papel y teléfono. Les contó su idea de crear el grupo de Facebook "Adoptados Uruguay", le pasaron sus contactos y así empezó a tejerse esta red que acumula 16 mil seguidores. Sus 7 administradoras lograron 146 encuentros en un lustro. Intercambiaban información, daban contención y afecto. En noviembre de 2018 se cerró por tiempo indefinido. "Requiere mucho compromiso y se notó el agotamiento. Decidimos dejarlo en stand by antes de empezar a hacer las cosas mal, producto del desgaste emocional, pero está la esperanza de que algún día nosotras u otras personas lo puedan retomar", opina Raquel.

Final feliz.

Mónica mantiene viva la esperanza porque Adoptados Uruguay resolvió 146 de 300 búsquedas en cinco años. Una de las afortunadas fue Raquel Rojo, fundadora del grupo. Nació el 2 de marzo de 1979 bajo el nombre Corina Martínez, y llegó a su familia adoptiva con un año y medio de vida. Su madre biológica la entregó como a sus dos hermanas mayores, porque no podía hacerse cargo, pero no soportó la situación y salió a buscarlas. Recuperó a dos de sus hijas a los pocos meses, pero tuvo que esperar 30 años para volver a ver a su Corina.

Su madre de crianza nunca le mintió. Raquel supo que era adoptada apenas tuvo uso de razón, con 4 años. De niña caminaba por la calle y buscaba personas parecidas a ella. "Necesitás verte reflejado en alguien", dice.

Siempre quiso saber su origen pero no hablaba del tema por temor a que sus padres pensaran que ya no los quería. A los 30 años se sentó con ellos y les planteó su necesidad. Ellos le contaron su nombre real y le dijeron que su familia biológica era oriunda de Atlántida. Raquel vivía en España y emprendió la búsqueda a distancia. Su táctica fue enviar solicitud de amistad a personas mayores de 40 años que vivían en la ciudad canaria. "Cuando todos me aceptaron tiré la placa de búsqueda con una foto del día en que llegué a la casa de mi familia adoptiva". Entre esos nuevos contactos estaba su tía materna, y le escribió: "cuando vi tu nombre, tu fecha y tu foto supe que eras vos". Pasó de ser hija única a tener cuatro hermanos más y le llovieron mensajes de primos. La primera charla con su mamá biológica fue telefónica. "La llamé, atendió mi hermana y me pasó con ella. Me dijo que no hubo día de mi cumpleaños que no se acordara de mí, que me buscó incluso en Argentina. Fue muy emotivo". Aterrizó en Uruguay un par de años después y fue directo a conocer a su familia biológica. La recibieron con una gran torta de bienvenida y mucho amor. Raquel no buscaba otra familia pero se encontró con "gente que mantuvo el cariño por años".

Su madre adoptiva "sintió que perdía una hija, le costó aceptar la situación, pero con los años cedió". Raquel se siente afortunada por sus dos familias pero le quedó pendiente que esas dos mujeres tan importantes en su vida se vieran las caras. "Al principio parecían estar enojadas; con el tiempo noté cierto agradecimiento mutuo, pero nunca hubo interés en conocerse. Antes de que mi madre de crianza falleciera, dos de mis hermanas fueron a acompañarme al sanatorio y estuvieron con mis tías, que son como madres para mí, y eso compensó. Fue sanador".

Gabriela Centomani y su papá de crianza, fallecido antes de que ella supiera que era adoptada. Foto: Gabriela Centomani
Gabriela Centomani y su papá de crianza, fallecido antes de que ella supiera que era adoptada. Foto: Gabriela Centomani
Gabriela en la actualidad. Foto: Gabriela Centomani

Una puesta en escena digna de una ficción

Gabriela Centomani supo que era adoptada a los 49 años, pero desde los 8 siente que no encaja en su familia. Veía que no se parecía a nadie y cuando le preguntaba a Mabel, su madre de crianza, ella respondía, yo qué sé. Se sentía "como una mandarina entre naranjas" y encima Mabel se pisó el palito varias veces al mencionar la hora de nacimiento de su hija. Para apaciguar sus sospechas había miles de fotos de Mabel embarazada, e incluso una donde se simulaba el parto en casa de la partera. "Lo mío fue una puesta en escena llena de fotos", dice quien está anotada en Argentina el 2 de agosto de 1963 como hija biológica de Mabel Bartolomé y José Centomani, y con certificación de la partera en cuestión Delia Bacigaluppi, hoy fallecida. El relato oficial de su madre fue: "no podíamos tener hijos, la partera conseguía niños y pagamos una suma muy importante de dinero por vos". Les costó lo mismo que un auto 0 km y se empeñaron para apropiarse de Gabriela. Su familia sabía el secreto. Una noche su tía le gritó en una discusión, "vos no sabés quién sos". Entonces encaró a su madre y le rogó que le dijera la verdad porque se iba a morir. "En un punto fue un alivio porque dije, no estoy loca". Aunque jamás le dio un solo dato que la llevara a su madre biológica. Hoy, con 86 años, aún contesta a todas las dudas de Gabriela, "no me acuerdo".

Un puzzle de datos que la vinculan con Uruguay

Gabriela Centomani no recibió una sola pista de su familia adoptiva, pero como miembro del colectivo "Derecho a La Identidad de Origen y Biológica" le llegaron versiones que indican que su madre biológica sería uruguaya, que le dijeron que la beba falleció al nacer, y que la trajeron de Montevideo. La hija de una íntima amiga de Mabel, su madre de crianza, era una niña, pero recuerda haber ido a visitar a Mabel a un lugar grande y que no estaba acostada como si hubiera dado a luz. La madre de Gabriela ha dicho que era más fácil traer niños de Uruguay, y la semana pasada comentó que ella viajó en una avioneta de Montevideo a Buenos Aires con Gabriela, de un mes y medio de edad.

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