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Judoca paralímpico Henry Borges: las peleas en el tatami y en la vida

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Henry Borges

HISTORIA DE VIDA

El judo lo ayudó a superar la pérdida de visión; el atleta pronto viajará a Tokio por su cuarta olimpíada

La alarma suena a las 6:30. Henry se levanta y prepara el desayuno para su esposa Mariana y sus dos hijos, Itiana y Facundo. La agenda de hoy es la misma que la de ayer y será la misma que la de mañana (a menos que mañana sea domingo): entrenamiento físico, almuerzo, práctica de judo, unos mates, cena y a la cama a las 22 horas.

La rutina no puede modificarse hasta el 17 de agosto. Ese día, Henry volará a Tokio para representar al país en los próximos Juegos Paralímpicos. Será su cuarta competencia olímpica y la última antes de su retiro por lo que la rutina debe mantenerse al extremo si quiere traerse la medalla que ha estado buscando desde el 2004 en Atenas. La rutina es solo una parte del sacrificio mental, físico, familiar y económico.

“En Rio de Janeiro (2016) estuve muy cerca; perdí la final por el bronce. No tengo problema en decir lo que quiero porque es mi intención: traer una medalla para mí y para mi país. Entreno todos los días para eso. Me mato entrenando para eso”, dijo Henry Borges a El País con determinación durante una pausa del entrenamiento diario.

Este atleta de 38 años eligió el judo como deporte a los 9 años por un plan piloto en su escuela, la Nº 198 Especial para Discapacitados Visuales de Montevideo, adonde había llegado desde Artigas. En ese entonces, Henry todavía tenía un poco de visión. La pérdida total llegó entre los 12 y los 13 años. Era algo que estaba esperando, así que la transición fue “natural” y el judo lo ayudó a superar ese momento. “Ya estaba enamorado de ese deporte. Yo la tengo re asumida (la ceguera). A los seis meses de nacido padecí una meningitis, cuya secuela fue la discapacidad visual. Hoy percibo luz que es lo único que me quedó. Pero tengo una vida feliz, plena; no tengo nada que reclamar”, contó.

Henry Borges
Henry Borges y sus medallas

Cuestión de disciplina.

El judo paralímpico es casi igual que la versión convencional. Solo hay dos pequeñas variantes. En vez de que los adversarios comiencen una pelea parados a una distancia de dos metros, lo hacen tomados del judogi (la vestimenta) ya en una kumi kata (una forma de sujetar al rival para controlarlo, desequilibrarlo, proyectarlo o inmovilizarlo) “para comenzar en pie de igualdad”. Esto se debe a que hay tres categorías que compiten juntas, según la clase de visión: B1 (la de Henry), B2 y B3. En la B1 se inscriben los atletas que no pueden reconocer la forma de una mano a cualquier distancia o en cualquier dirección; los B2 pueden hacerlo y pueden percibir claramente hasta un máximo de dos metros; mientras que los B3 pueden ver más lejos y su campo visual es menor a 20 grados.

La otra diferencia es que el juez está obligado a exclamar “jonai” cuando los contrincantes están por salirse del área de combate. En la versión olímpica, poner un pie fuera de ella reporta una penalización.

Henry cree que se movería igual sobre el tatami si tuviera visión. Que haría de la misma forma un harai (barrido), un kumi (agarre) o un ushiro ukemi (una caída para atrás). No precisa ver para saber dónde están los rivales o sus estudiantes (es profesor de la Federación Uruguaya de Judo). “Es difícil que me choque con alguien. Los movimientos para mí son naturales, tanto que se olvidan que soy ciego. Me esforcé mucho para lograr eso”, contó.

Triunfos en todo el mundo.

Henry Borges nació en Artigas en 1983. Actualmente, vive en Rivera, donde entrena y es profesor de judo. Conquistó seis medalles en Juegos Panamericanos: entre ellas, plata en Rio de Janeiro en 2007, oro en Toronto en 2015 y oro en Lima en 2019. También tiene dos medallas de mundiales de judo y dos de Grand Prix. “He tenido una carrera bastante buena”, dijo. Los Juegos Paralímpicos de Tokio son su cuarta competencia olímpica.

En familia.

Hoy comparte los entrenamientos con Mariana, quien también es atleta paralímpica y lo acompaña en la vida hace 18 años. “En mis primeros Juegos Olímpicos ya estaba conmigo”, recordó. A Mariana siempre le gustó el judo pero dejó de entrenar cuando nacieron sus hijos y retomó después de que Henry consiguió el oro en los Panamericanos de Toronto en 2015. El deseo era que ambos clasificaran a Tokio pero ella no lo consiguió.

Itiana y Facundo también practican judo aunque, por ahora, ninguno ha dicho que quiere ser atleta profesional. La idea asusta un poco a su padre puesto que sabe los sacrificios que vienen con la decisión: las horas de entrenamiento, la dieta, los problemas de financiamiento, las competencias y las decepciones. Para él es suficiente que el judo sea “su filosofía de vida”, puesto que considera que es un arte marcial que promueve los valores de la amistad, la tolerancia y de trabajo en equipo. “Nos enseña que siempre tenemos un poco más para dar. Nos enseña a ser guerreros en la vida, que no hay nada que no podamos superar”, afirmó.

Henry Borges
Henry Borges en una competencia internacional clasificatoria para los Juegos Paralímpicos

Búsqueda de apoyos.

Henry no reniega de su ceguera. Ni de la vida que le ha tocado después de la primera pelea por la meningitis. Pero sí de una cosa: de la falta de aporte al deporte paralímpico. En los 20 años en los que ha estado representando al país en torneos internacionales y a pesar de las medallas que ha obtenido en ellos, nunca tuvo el apoyo de una empresa. Si bien el Comité Paralímpico Uruguayo solventa los viajes, en la cotidiana recibe la ayuda de conocidos y familiares para, por ejemplo, comprar los suplementos alimenticios. “Al representar al país uno esperaría tener un poco más de ayuda”, dijo. Y añadió: “Dejamos parte de nuestra vida… Nos gusta, pero dejamos parte de nuestra vida para representar nuestra bandera”.

A un poquito más de un mes de la primera competencia en Tokio, Henry dice que no está nervioso, sino concentrado en el entrenamiento y cuidándose minuto a minuto de las lesiones. La medalla lo espera.

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