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Internet como lugar de odio

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Agresiones a través de Internet. Foto: Shutterstock

Agresiones en la web y redes sociales se vuelven constantes en Uruguay y el mundo.

En diciembre de 2006, la portada del personaje del año de la revista Time llevaba una especie de superficie espejo, donde el lector podía reflejarse. El mensaje era que todos los usuarios de la red se convertían en el personaje del año, al construir Internet con sus propias vidas.

Pero casi 10 años después, la portada de la revista lleva el dibujo de un troll, un personaje mitológico asociado en la era digital a las personas que molestan y acosan en la web.

Lo cierto es que los troles y los haters (odiadores) están copando Internet. Lo que parecía una práctica minoritaria, hoy se ha vuelto el tenor de la red. Y el tema es global.

Basta recorrer Twitter, las páginas de Facebook o los espacios de comentarios de los medios de comunicación para encontrarse no solo con duras críticas o descalificaciones, sino incluso con insultos de grueso calibre, expresiones de racismo, misoginia (rechazo hacia mujeres) y hasta amenazas de muerte.

“Todo lo que es comunicación mediada siempre hace aparecer los extremos, tanto la violencia como el enamoramiento o el flirteo”, considera el psicólogo Roberto Balaguer, magister en educación e investigador de la cultura digital.

Hay determinados mecanismos de control que se dan en el cara a cara, que Internet no se presentan, agrega el especialista uruguayo. Entonces, en la medida en que esas convenciones de convivencia, educación y urbanización dejan de frenar el descontrol impulsivo, complementa Balaguer, “las personas hacen cosas que a veces van en contra de su forma de pensar y de sus principios morales”.

Y de hecho se han notificado situaciones extremas. En Estados Unidos, algunos usuarios han publicado cuentas bancarias o presentado falsas denuncias policiales en contra de sus objetos de descalificación.

Últimamente, es frecuente el Swatting, que es una denuncia falsa al SWAT y termina con una irrupción de la policía especial en el domicilio de la víctima, que normalmente es un personaje conocido en la red.

Ignacio, quien prefirió mantener en reserva su verdadero nombre “por razones laborales” admite que disfruta de causar malestar a terceros en la web. “A mí me gusta molestar y provocar”, confiesa. “Yo provoco y busco una respuesta”.

Consultado sobre qué es lo que le genera esa reacción, responde: “Hay cosas que me molestan, como la gente que toma flores de Bach u homeopatía. También la gente que es muy religiosa o los vendedores de humo de la web que se creen especialistas y no ‘le han ganado a nadie’. A ellos son los que más molesto”.

Para Sebastián Valenzuela, académico de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile, Internet se ha convertido en un espacio muy emocional donde “gana el que provoca más daño o acorrala a quienes quieren tener una comunicación más razonable”.

En este marco, agrega Balaguer, aquellos que tienen un perfil más violento se escudan en el anonimato de la web “no solamente con el espíritu de atacar a otros sino de generarse una identidad, una especie de macho alfa, que todos le teman y ante cualquier comentario que hagan sepan que puede saltar a marcar el terreno”.

La actitud para el psicólogo uruguayo tiene más que ver con determinados niveles de frustración, que tratan de canalizar en las redes sociales, los comentarios de los medios de comunicación o las páginas de Facebook. “La agresión en ese caso no es tanto un fin sino un medio para hacer valer la identidad y el poder”, sintetiza Balaguer.

Por último y si bien el fenómeno es internacional, el especialista uruguayo en cultura digital afirma que en este rincón del continente la violencia de la web tiene elementos propios.

En los últimos años se ha dado “un cambio en el imaginario de lo que es el uruguayo”, considera Balaguer. “El imaginario empieza a no coincidir con la realidad, porque tenemos la imagen del uruguayo como alguien tranquilo, apacible… pero hay muchos hechos de la vida cotidiana que nos muestran otra cara, que tendemos a negar”. Esa imagen real potencia el fenómeno en su manifestación local.

El extremo de enviar a la policía a su casa.

El swatting es un tipo de broma pesada que consiste en engañar a un servicio de emergencia dando un falso aviso de un incidente grave para que envíe una respuesta urgente. Se ha asociado con campañas de ciberacoso, y ha generado desde el despliegue de escuadrones de desactivación de bombas, unidades SWAT y otras unidades de policía, pasando por evacuaciones de colegios y negocios.

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Agresiones a través de Internet. Foto: Shutterstock

PROBLEMÁTICAEN BASE A EL MERCURIO (GDA)

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