Será una competencia y los corredores profesionales se llevan los premios, pero la San Fernando es una fiesta de todos.

De los 5.500 corredores, de hecho, la grandísima mayoría son amateurs y muchos de ellos en realidad participan de una gran fiesta. Muchos con el último aliento o caminando en tranco de paseo, todos son saludados desde las veredas y los canteros por los 25.000 espectadores que convoca la carrera. Muchos esperan horas a que pase un amigo o un pariente porque si los primeros llegan en poco más de 30 minutos, algunos se pueden tomar un par de horas. Y un poco más también.

Entre los participantes más coloridos había varios de pelucas de colores, uno que salió con una bandera gigante de Uruguay y un grupo de mujeres vestidas de enfermeras.

En la salida, en Francisco Acuña de Figueroa y Fort Wayne, se mezclaba la algarabía y los nervios. Estaba la atleta uruguaya, Déborah Rodríguez, que no paró de decir que sí a los espectadores y atletas que le pedían para sacarse selfies con ella mientras estiraba.

Un medio millar de espectadores se acomodaron en la vereda y en las lomas de pasto que bordeaban el lugar de salida y los primeros cien metros de la carrera. Algunos les gritaban a los corredores un "ya falta menos" que funcionaba más como una broma que como una frase de aliento.

Uno de los autos de la organización tenía un reloj con cuenta regresiva. Y junto a él y frente a los corredores, un animador avisaba cuánto faltaba, daba indicaciones técnicas del tipo dónde iban a estar los puestos de hidratación y hacía gritar a los corredores y agitar los brazos al ritmo de la música. Fue el encargado también de dirigir la cuenta regresiva en los últimos diez segundos antes del bocinazo de largada.

El ritmo de la ciudad se vio alterado por la carrera lo que generó alguna protesta en las redes sociales. Sin embargo, como todos los años, el entusiasmo deportivo volvió a ganar a Punta del Este.

Muchos amateurs