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Estudio inédito en Pereira Rossell encontró cifras alarmantes que condicionan neurodesarrollo de niños

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NUTRICIÓN

Primera investigación sobre alimentación de embarazadas encontró que de cada 10 recién nacidos con déficit latente de hierro, nueve eran hijos de madres con un bajo consumo de carne vacuna

"Comer por dos” es un mito. Una embarazada no debe aumentar exageradamente las calorías. Pero sí debe cuidarse ella y cuidar a otro (o más) porque su alimentación impactará en la salud de su bebé. La responsabilidad, en realidad, es mucho más larga que nueve meses. Importa lo que coma antes y durante el embarazo porque eso tendrá efectos, no solo en su hijo, sino en su descendencia si espera una niña. “Tres generaciones se pueden ver afectadas por el consumo materno de una alimentación adecuada o inadecuada”, dijo Florencia Ceriani, profesora adjunta de la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República y una de las autoras principales de un estudio que encontró correlación entre el bajo consumo de hierro durante el tercer trimestre de gestación y el déficit latente de hierro en los recién nacidos.

“De cada 10 recién nacidos con déficit latente de hierro, nueve eran hijos de madres con un bajo consumo de carne vacuna”, apuntó Ceriani sobre una de las principales conclusiones recientemente publicadas. ¿Y por qué importa esto? Porque el hierro incide en el neurodesarrollo del niño hasta la vida adulta.

El estudio Relación entre el consumo materno de carne vacuna durante el embarazo y los niveles de ferritina en el cordón umbilical involucró a 57 investigadores de la Facultad de Medicina, la Escuela de Nutrición y el Centro Hospitalario Pereira Rossell en un esfuerzo hasta ahora inédito en el mundo: se evaluó el consumo de carne vacuna de 188 mujeres y se extrajo sangre del cordón umbilical de sus hijos al nacer.

Las madres debieron responder una encuesta nutricional que midió la frecuencia de consumo de alimentos con fuente de hierro y las cantidades aproximadas consumidas durante el último trimestre del embarazo.

Mujer embarazada. Foto: Pixabay.
Mujer embarazada. Foto: Pixabay.

Una explicación previa: ¿de dónde obtenemos el hierro? Hay dos fuentes: el hemínico (hemo) y el no hemínico (no hemo). El primero es el que se absorbe mejor por el organismo (es asimilado casi inmediatamente) y es aportado por las carnes vacuna, porcina, de aves y pescados. El no hemínico es el que proviene de huevos, granos, lentejas, alimentos fortificados y frutos secos. A diferencia del anterior, el cuerpo debe transformarlo químicamente para absorberlo.

Los requerimientos de hierro estimados durante el embarazo son de 27 miligramos por día. Esto es suficiente para cubrir las necesidades de la madre y del bebé. Una cifra bastante lejana de lo que Ceriani y sus colegas encontraron en su trabajo: la mediana de hierro de esas 188 mujeres fue de 9,2 miligramos (el 99,5% de las mujeres tenían un consumo total de hierro por debajo de los 27 miligramos por día). Pero al desglosar la fuente vieron que solo un miligramo corresponde a hierro hem. “Este es un resultado que llama la atención. El consumo de hierro es deficiente” en las embarazadas, afirmó la nutricionista a El País.

Hierro: nutriente importante en la dieta.

 La Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntó que la deficiencia de hierro es considerada el primer desorden nutricional en el mundo. El hierro es fundamental para el organismo humano ya que participa en muchos procesos metabólicos, especialmente en la formación de la hemoglobina (Hb) contenida en los glóbulos rojos. La carencia de este nutriente puede ser advertida por una piel muy pálida, por una fatiga que aparece fácilmente y por el padecimiento de dolores de cabeza.

Como referencia, según datos de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), un hombre sano mayor de 19 años necesita unos ocho miligramos de hierro al día, un niño de 4 a 8 años necesita unos 10 miligramos, una mujer entre los 19 y los 50 debería ingerir unos 18 miligramos y una mujer embarazada necesita unos 27 miligramos. Según información de la FAO, las necesidades dietéticas de hierro son casi 10 veces mayores a las fisiológicas del cuerpo: es decir que para absorber un miligramo de hierro por día, habría que consumir en la dieta unos 10 miligramos, para tener un buen margen de seguridad.

El hierro de origen animal es el hemo o hemínico y es de muy fácil absorción por el cuerpo. Es aportado por las carnes, especialmente las rojas, pero también en el pollo, pescados y mariscos. Por otro lado, el hierro no hemo, de origen vegetal, es mucho más difícil de absorber. Algunos de los alimentos vegetales que contienen más hierro son las espinacas, las acelgas, las arvejas, las lentejas, los huevos y los frutos secos. El consumo de carnes y pescados en porciones mayores a 50 gramos por día aumenta significativamente la absorción del hierro presente en los vegetales. Las personas vegetarianas necesitan consumir casi el doble de las cantidades de hierro recomendadas al día para cada edad, según información del NIH.

La mayoría de estas mujeres obtenía el hierro de la harina de trigo, de la acelga o de las lentejas y no de la carne (roja o blanca), la cual es la fuente más rica y la que es mejor absorbida por el organismo.

¿Y qué sucedió con sus hijos? Aquí importa la ferritina. Esta es la proteína que almacena el hierro y, por lo tanto, sirve para valorar las reservas de este nutriente. Analizadas las muestras de sangre extraídas de los cordones umbilicales de los recién nacidos se supo que “el 22% de los niños tenían déficit latente de hierro”. Y al relacionarlos con las respuestas de la encuesta nutricional, nueve de cada 10 niños eran hijos de madres con bajo consumo de carne.

Parto. Foto: Pixabay
Parto. Foto: Pixabay

“Si bien este estudio no recomienda cuál es el consumo diario que se relaciona con un buen nivel de ferritina, sí pudimos ver que los bajos niveles de consumo de carne roja determinaban un aumento del riesgo (en el bebé) de presentar un déficit latente de hierro y la repercusión en su neurodesarrollo”, explicó Ceriani en diálogo con El País.

El riesgo de padecer déficit latente de hierro fue aproximadamente tres veces mayor en los hijos de madres cuyo consumo de carne vacuna era menor a 100 gramos por día.

Cuando el aporte de hierro materno es insuficiente, el feto prioriza el uso para la síntesis de hemoglobina para subsistir, dejando atrás el desarrollo del sistema nervioso central.

Por lo tanto, el déficit de hierro puede provocarle al recién nacido alteraciones en la vía auditiva y visual, que tenga menores puntajes motores en las pruebas de desarrollo, problemas en el aprendizaje y de memoria, trastornos psiquiátricos, entre otras consecuencias para la salud. “La bibliografía muestra que los efectos negativos pueden persistir hasta la vida adulta incluso si se les dio suplementación de hierro”, advirtió la nutricionista.

Ceriani indicó que estos resultados, si bien son alarmantes, no son sorpresivos, dado que la prevalencia de anemia durante el embarazo y en niños menores de 2 años es alta en el país. En mujeres con menos de 20 semanas de gestación, el índice es de 3,3% pero trepa hasta 15,6% después de esa fecha. “Esto es muy alto y va a condicionar al bebé”, apuntó.
En los menores de 2 años, la prevalencia de anemia es de 27%.

De las 188 mujeres que participaron del estudio, 21 (12,7%) padecían anemia en el tercer trimestre de embarazo. Respecto a los bebés, la anemia al nacer después de la baja medición de hemoglobina en el cordón umbilical ocurrió en el 4,8% de los casos.

“Estamos frente a un problema de salud pública tanto en las embarazadas como en niños pequeños”, afirmó la especialista, quien explicó que la anemia constituye un estado “muy tardío” en lo que refiere a reservas de hierro, dado que la persona ya no tiene suficientes glóbulos rojos sanos para transportar un nivel adecuado de oxígeno a los tejidos del cuerpo.

Recomendaciones para las madres.

La nutricionista advirtió que los resultados de este estudio no pueden generalizarse a la población general del país, dado que las mujeres participantes provienen de un estrato de ingresos bajos que no representa la dieta u otros hábitos alimentarios en la población de niveles de ingresos medios o altos que pueden tener una dieta más variada.

Pero las recomendaciones que dio valen para todas las embarazadas: estas deben consultar con el ginecólogo y con un nutricionista antes de la gestación y luego continuar con una alimentación balanceada y bajo asesoramiento. Para los niños, Ceriani indicó que a partir de los seis meses de edad deben incorporar la carne roja y blanca y no suspender la suplementación con hierro hasta los 2 años.

“Es fundamental una buena alimentación pre gestación y luego durante los nueve meses de embarazo para que la descendencia tenga las mejores posibilidades de desarrollo”, concluyó.

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