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"Sin dolor estamos en peligro"

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"Sin dolor estamos en peligro", confesó.
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Un experto en cuidados paliativos disertó en Uruguay sobre cómo los médicos deben tratar el dolor de los pacientes en toda enfermedad.

Muchos médicos, filósofos y psicólogos han reflexionado acerca del dolor. Uno de ellos es Max Watson, un médico de la Universidad de Ulster, en Irlanda del Norte. A lo largo de su trayectoria ha creado un curso europeo en cuidados paliativos, con el que ha capacitado a más de 8.000 médicos y enfermeros en el Reino Unido, Nepal, Kazajistán, entre otros países. Desde 2014, trabaja en ECHO, un proyecto que busca capacitar a profesionales de la salud de zonas rurales para que los pacientes no se trasladen, y en el que Uruguay viene trabajando desde el 2013, en siete enfermedades en la actualidad. Watson también es investigador de temas como: pérdida de peso y fatiga en cáncer y demencia al final de la vida. Debido a la aplicación del proyecto ECHO en Uruguay, Watson visitó Montevideo en donde brindó varias conferencias a decenas de médicos. Durante su estadía, contó a El País su experiencia con pacientes de todo el mundo, la importancia que tiene para el ser humano sentir dolor, sus efectos psicológicos y emocionales, cómo afecta a los niños, y cómo la familia debe afrontar el sufrimiento del fallecimiento de un ser querido.

—Usted ha dicho en una conferencia que el dolor "es positivo". ¿A qué se refiere?

—Trabajé en Nepal ocho años tratando a muchos pacientes con lepra. Y uno de los efectos colaterales de la lepra es que las personas pierden sensibilidad. Y pasa que la gente ponga su mano en un lugar muy caliente y no sepa que le pasa eso. De modo que, sin la advertencia del dolor, estamos en peligro de dañarnos el cuerpo.

— ¿Influyen los estados de ánimo en el tratamiento del dolor?

—Si usted está contento o feliz su resiliencia será mayor en el tratamiento. Si está cansado, deprimido, preocupado, su capacidad para manejarlo será mucho menor.

—¿Y cómo hacen los médicos?

—Hay que asegurarse que nuestros tratamientos sean adecuados a la persona y a sus particularidades. El dolor oncológico, por ejemplo, puede ser muy difícil si se puede tratar diferentes tipos de cáncer. El dolor por cáncer se vincula con la depresión, la ansiedad, la preocupación, debido a todos los pensamientos que tiene la gente vinculadas al cáncer. Y su experiencia anterior de cáncer con otros parientes.

—Otra afirmación que dijo es que "el dolor es lo que el paciente dice que es". En su trayectoria, ¿cuál fue el peor dolor que un paciente le ha manifestado?

—He visto muchas situaciones espantosas. Cánceres faciales, que son terribles, y que lentamente se comen el rostro causando mucho dolor físico. Pero también hay mucho dolor social, que significa cómo nosotros nos comprendemos.

—¿Por ejemplo?

—Estos pacientes tienen un enorme dolor físico y también espiritual. El siglo pasado, tras estar en el campo de concentración de Auschwitz, el profesor (austríaco Victor) Frankl describió el modo sobre cómo el dolor empeora muchísimo por ser sin sentido. Simplemente estás sometido al dolor porque sí. En ese lugar tuvo que encontrar un sentido para vivir. Esta búsqueda de sentido para entender el dolor resulta de gran importancia.

—La gente también sufre dolor por sus sentimientos. ¿Eso cómo se trata?

—No creo que habría que pensar a la gente por un lado sentimental y otra parte un lado psíquico. Somos uno. Y a partir de resultados de tomografías cerebrales, si usted siente el corazón roto porque su novia lo dejó, quiero comentarle que es la misma parte del cerebro que participa en su dolor físico severo.

—¿Cuál es esa parte?

—Circunvolución del cíngulo.

—Pero no se hacen recetas médicas para que los sentimientos no duelan tanto.

—El dolor emocional y el dolor físico desencadenan al cerebro del mismo modo. En este sentido, ¿cómo tratar el dolor emocional? Escuchando, brindando apoyo e invitando a la gente a que no escondan su dolor utilizando métodos que solamente empeorarán las cosas como tomar mucho, haciendo que la gente que se deprima más.

—¿Aceptándolo?

—Aceptándolo.

—¿En los niños es muy diferente el tratamiento? ¿Tiene diferencias con los adultos?

—En los pequeños es muy importante saber que ellos son una parte integral de la familia y, al manejar el dolor, hay que manejar tanto al chico como a los padres. Porque si los padres no están contentos, el chico va a manifestar su realidad.

—Ellos tienen una forma diferente de controlarlo.

—Sí, su proceso es muy diferente. El cuerpo de los niños maneja la medicación de un modo muy diverso respecto a los adultos. Muchas veces, entonces, hay que usar dosis más altas en niños comparados con adultos porque sus sistemas metabolizan descomponiendo la medicación más rápido.

—¿Y cómo es el dolor hacia el final de la vida?

—Depende mucho de la situación. Lo que vemos es que el mundo cómo la gente vive, es similar a cómo la gente muere. Si las personas han vivido una buena vida, si han experimentado las buenas cosas de la vida, han amado, les resulta mucho más fácil a ellos morir bien. Si han tenido muchas decepciones, si no han amado, si no han experimentado la vida, es mucho más difícil para ellos enfrentar el final de la vida.

—Pero para las familias siempre resulta muy difícil.

—Si el paciente es capaz de aceptar el final de su vida, es mucho más fácil para la familia también. De modo que las habilidades de muerte, son las mismas habilidades que requerimos para vivir. Amar, preocuparse, estar involucrado, tener buenas relaciones.

—¿Usted ha experimentado con estos dos tipos de pacientes a lo largo de su carrera?

—Muchísimo.

—¿En qué proyectos sobre cuidados paliativos ha trabajado?

—En Irlanda del Norte hemos incrementado el uso de ECHO (una iniciativa que forma a expertos a través de la telemedicina en patologías específicas) contando con un equipo de psicólogo y médico y farmacólogo. Trabajamos en conjunto con médicos en zonas rurales que trabajan con pacientes con dolores muy importantes, con abordajes diversos, con cierta medicación o con un tratamiento psicológico.

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