INVESTIGACIONES
Aunque la infección por coronavirus desaparece en un par de semanas, algunos pacientes no se recuperan por completo y siguen con complicaciones tardías.
La infección por coronavirusproduce sintomatología hasta el 80% de los casos durante las primeras dos semanas, según un metaanálisis reciente que examinó más de 21.000 infectados. Las personas asintomáticas o con síntomas leves podrían ser menos contagiosas, al parecer porque su carga viral en el tracto respiratorio es más baja.
En cualquier caso, con o sin síntomas, todos los infectados pueden transmitir el coronavirus durante entre 10 y 14 días. Lo que es más importante, pueden contagiar durante el periodo de incubación, esto es, durante los 2 y 3 días que preceden el inicio de la tos, la fiebre y la sensación de ahogo (disnea). En la mayoría de pacientes, a las dos semanas el sistema inmune frena la replicación viral y elimina el coronavirus.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, más conocidos por las siglas CDC, han propuesto recientemente tres estadíos en la historia natural de la infección por SARS-CoV-2.
En la fase 1 (infección aguda) hay replicación viral y manifestaciones respiratorias predominantes (tos, disnea, etc.), aunque también puede haber manifestaciones digestivas como diarrea, nauseas y vómitos, además de fiebre y dolor de cabeza.
Aunque muchos se recuperan tras esta etapa, algunos progresan a la fase 2 a partir de las dos semanas. Esto coincide con la aparición de la respuesta inmune y anticuerpos, con un cuadro hiperinflamatorio asociado a una tormenta de citoquinas, que provoca un empeoramiento clínico. Desarrollan neumonía bilateral, trastornos de la coagulación y daño en otros órganos como el corazón, el riñón y el cerebro. Estos pacientes requieren hospitalización y algunos precisan traslado a unidades de cuidados intensivos.
Se suma además una fase 3 que agrupa complicaciones tardías y un cuadro residual conocido como síndrome posCOVID tras un mes de padecer infección aguda.
Complicaciones tardías tras la COVID-19.
Aunque la infección desaparece de forma natural en un par de semanas, algunos pacientes no se recuperan por completo y tienen complicaciones tardías.
Estas ocurren porque el daño que puede producir la infección por SARS-CoV-2 no solo se limita a los pulmones, sino que también pueden afectarse el corazón, los vasos sanguíneos, los riñones, el sistema nervioso y el hígado, entre otros. De igual modo, algunos pacientes con neumonía bilateral grave se recuperan con una significativa fibrosis pulmonar residual.
Es conveniente recoger una buena historia clínica a estos pacientes y diferenciar al menos tres situaciones que explican su patología poscoronavirus: tras estancias prolongadas en cuidados intensivos, con ventilación mecánica y encamamiento de varias semanas, con atrofia muscular por poca movilización; por daño permanente en órganos afectados en la infección aguda; por persistencia de replicación viral durante varios meses junto a sintomatología en pacientes con inmunosupresión grave.
Síndrome de COVID-19 prolongado.
Alrededor de un 5% de los pacientes que padecen COVID-19 refieren persistencia de síntomas meses después de la curación. Las manifestaciones clínicas más frecuentes son: fatiga, disnea, tos, alteraciones del olor y del gusto, dolores articulares y musculares. Es el síndrome del COVID-19 prolongado.
Son pacientes que manifiestan trastornos del sueño, pérdida de memoria, desorientación, dificultad de concentración, cansancio, depresión, dolores musculares y articulares, cefalea, palpitaciones, alopecia y febrícula o fiebre intermitente. Muchos dicen que han experimentado un envejecimiento acelerado.
El cuadro de fatiga posviral de estos pacientes con COVID-19 residual recuerda el síndrome de fatiga crónica, también conocido como encefalomielitis miálgica.
Se trata de una entidad mal definida, a modo de cajón de sastre para un conjunto heterogéneo de pacientes que refieren fatiga intensa o extenuante, a menudo tras haber padecido una infección viral.
La tormenta de citoquinas que puede desencadenarse tras varios días de infección por SARS-CoV-2 podría producir una desregulación inmune y ocasionar el empeoramiento clínico y complicaciones en todo el organismo. Esto podría conllevar una activación de la expresión de virus endógenos y cambios epigenéticos que aumentarían el metabolismo celular. esta parece ser la patogénesis del síndrome poscoronavírico.
El seguimiento en consultas externas de pacientes que han padecido una infección confirmada por SARS-CoV-2 ayudará a conocer mejor la frecuencia y las características del síndrome del COVID-19 prolongado. La identificación de sus causas permitirá orientar sobre las posibles estrategias de tratamiento.