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Chalecos y registros de asistencia inteligentes

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Más de 20 alumnos del bachillerato ÁNIMA desarrollaron cuatro plataformas. Foto: Darwin Borrelli

TECNOLOGÍA

Alumnos de ÁNIMA desarrollaron plataformas útiles para la comunidad.

Cada vez que un profesor pasaba la lista, Santiago Gurbina se aburría y sentía que el método era “arcaico”. Entonces pensó en una solución más moderna, y lo primero que se le ocurrió fue que cada alumno pulsara un botón ubicado en su pupitre. Perfeccionó esa idea inicial junto a cuatro compañeros del taller de mantenimiento y electricidad del bachillerato tecnológico ÁNIMA hasta dar con el sistema Blizu.

Se desarrolló un modelo mediante el cual se pasaba la STM por el lector de tarjetas inteligentes FC, y permitía saber a qué hora había ingresado cada estudiante al salón de clases.

Lo bautizaron Blizu también con cabeza tecnológica. El sensor del lector de tarjetas se llama Near Field Comunication, y en un juego adolescente, los alumnos probaron el Google traductor y pasaron la palabra “near” (cerca) a distintos idiomas. Resultó que en bosnio se dice blizu, sonaba lindo. y ganó por votación.

Blizu funcionó a la perfección y evitó los errores más frecuentes que se cometen con el lápiz y papel. El plan es implementar el sistema en ÁNIMA este año, dado que ya cuentan con las interfaces de este colegio, y cuando esté asentado ampliarlo a más instituciones educativas.

Blizu fue uno de los cinco proyectos desarrollados por alumnos de cuarto año en el taller de electrónica de ÁNIMA. Este bachillerato tecnológico está dirigido a jóvenes en situación de vulnerabilidad social. Aquí las historias de los otros aparatos y plataformas cuya prioridad era que fueran útiles para la comunidad.

Atentos ciclistas.

Un grupo de seis alumnos obtuvo una mención especial en la Feria de Ciencias Departamentales por desarrollar un Smartchalec. Fueron los mejores en su categoría y viajaron a Piriápolis para concursar a nivel nacional, y aunque perdieron, están felices de haber podido realizar este implemento y contribuir en la seguridad de los ciclistas.

La cantidad de estudiantes y docentes que usan el birrodado a diario para llegara ÁNIMA sirvió de motor inspirador para que a estos jóvenes se les prendiera la lamparita.

Hay 155 alumnos en el bachillerato tecnológico de ÁNIMA este 2019. Foto: Darwin Borrelli
Hay 155 alumnos en el bachillerato tecnológico de ÁNIMA este 2019. Foto: Darwin Borrelli

El Smartchalec está compuesto por tiras led que funcionan como intermitentes, y dos acelerómetros que se colocan en los hombros, y cuando el ciclista hace el gesto indicador de que doblará se envía la señal a la Arduino UNO. Esta placa microcontroladora almacena los componentes y procesa los datos para que el chaleco encienda la luz y cumpla su función de mejorar la visibilidad de los usuarios de la bicicleta.

La alimentación energética se realiza con un panel solar. El equipo desarrolló tres prototipos de chalecos. Los primero dos sistemas se implementaron en remeras, y el último se colocó en un chaleco reflectivo, pero requirió modificaciones: “no se puede usar el convencional, debe tener incluidas hombreras para que el movimiento pueda fluir y ser captado”, comenta Dennis Valdes, uno de los jóvenes realizadores.

El plan era armar una aplicación móvil en paralelo que permitiera al ciclista verificar su ubicación, escuchar música, agregar un sensor para medir la frecuencia cardíaca, y otros datos para fomentar el cuidado de la salud. Abarcaron demasiado y no lograron finalizarla.

Dulces sueños.

A los creadores de Despertador Mario los inspiró un extraño aparato que circulaba por internet y hacía levantar a las personas pegándoles con la mano. Se les ocurrió hacer lo inverso: que abrieran los ojos con algo amigable.

Se las ingeniaron para armar una almohada con goma eva y el motor de un joystick que vibraba cuando el reloj marcaba la hora programada vía web.

La alarma sonaba de forma clásica o con una canción elegida por la persona y subida a la plataforma. Y podía fijar cuántas horas de sueño quería: una vez en la cama, se colocaba un sensor del pulso en el dedo, y la almohada vibraba en función del tiempo establecido.

“Nombramos al proyecto así porque las primeras letras del apellido de los cinco miembros del grupo forman la palabra Mario”, se ríe Nadia Iraola, una de las creadoras.

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