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Así vivió Florida el retorno de la procesión de San Cono a las calles después de la pandemia

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Procesión de San Cono. Foto: Leonardo Mainé

CRÓNICA

Miles de files de todo el país llegaron ayer a la ciudad para celebrar al santo en una jornada que incluyó misa y procesión, y que continúa por todo el fin de semana.

Procesión de San Cono. Foto: Leonardo Mainé

La explicación se repite: ellos le piden y él cumple. Por eso vuelven. Por eso, dicen, le ofrecen todo lo que le ofrecen: para agradecerle los milagros, que son tan distintos, que son tantos.
Es 3 de Junio y son las diez de la mañana. En la ciudad de Florida hay el movimiento de algo inusual, importante: ómnibus y vehículos de todas partes del Uruguay que circulan desordenados, inspectores de tránsito que marcan el camino, calles cortadas, peatones, puestos de venta de comida montados en las veredas, altavoces. A medida que uno se acerca a las inmediaciones de la Capilla de San Cono, sobre las calles José Enrique Rodó y Coralio Lacosta, todo se agranda, se acentúa.

Sobre José Enrique Rodó hay montada una feria que se extiende por más de cinco cuadras. A ambos lados de la calle unos puestos de chapa y lonas verdes ofrecen de todo: ropa de niños y de adultos, deportiva o de abrigo, gorros, zapatos, bijutería, juguetes, globos, piedras, auriculares, artículos para el celular, tatuajes y juegos de mesa. También hay carros que venden panchos y choripanes, churros y tortas fritas, bandejas con papas, manzanas acarameladas, caramelos y algodones de azúcar.

La Capilla de San Cono está montada sobre una vereda de baldosas grises. Tiene una fachada medio amarilla y medio beige, cuatro escalones en su entrada y cuatro columnas marrones que sostienen un techo en forma de arco. Hoy, aquí, hay dos puestos, uno a cada lado, que venden estampitas, medallas, llaveros, pines, velas blancas y amarillas, imanes, imágenes de San Cono en distintos soportes y materiales.

Uno de esos puestos es de Eduardo. Allí todos lo conocen como Polo. Está vestido de negro y lleva una boina, también negra, que en el dorso tiene la imagen del santo. Su padre empezó como vendedor de medallitas antes de la década del 50. Y ahora él y su hijo heredaron el negocio. “Esto, desde la época de mi padre, siempre ha sido una manifestación de fe muy grande”, dice. “No hay dudas de que San Cono cumple. Mirá todas las ofrendas que hay. Yo he visto a jugadores de fútbol de todos los tiempos y de todas partes venir a agradecer. Y más todo lo que no se ve, como el sacrificio de personas que hacen 100 kilómetros caminando para llegar a él”.

Dentro de la capilla lo que se ve es esto: una bandera de Uruguay y una de Italia - por la ciudad de Teggiano, de la que viene San Cono- una de Venezuela y una de Estados Unidos y una de Canadá, hay hombres y mujeres que se acercan a San Cono, le tocan las ropas, lo acarician, le dejan dinero, fotos, cartas, le cuelgan rosarios de sus brazos, le hablan bajito, cierran los ojos, mueven los labios, le toman fotos y se sacan selfies, alzan a sus niños, les dicen “vamos a mirarlo más de cerca” y se acercan todo lo que pueden.

Una mujer se acerca a San Cono
Una mujer se acerca a San Cono. Foto: L. Mainé

En una parte de la capilla hay una pieza en la que guardan gran parte de las ofrendas. Desde la pandemia permanece cerrada al público. Y lo que hay allí, en un espacio inmenso con sillones y alfombras, es otra historia: camisetas de fútbol de todos los equipos y de todos los tiempos -como la de Julio Pérez de la selección de Uruguay campeona del Mundial del 50 o la de Diego Forlán del Villarreal- un par de zapatillas de María Noel Riccetto, cientos de joyas, bicicletas, motos, vestidos de novia y de quinceañeras, el título de licenciado en enfermería de Daniel Andrés, guitarras, violines y otros instrumentos, rosarios, estampitas, adornos, cascos, banderas, cuadros, fotos, adornos.

Sala de ofrendas en la Capilla de San Cono
Sala de ofrendas en la Capilla de San Cono. Foto: L. Mainé

La explicación se repite: ellos le piden y él cumple. Por eso vuelven. Por eso, dicen, le ofrecen todo lo que le ofrecen: para agradecerle los milagros, que son tan distintos, que son tantos.

La procesión

A las dos de la tarde -puntual- un grupo de personas sacan a San Cono de la capilla apoyado sobre una base de madera, lo calzan sobre sus hombros y se preparan para recorrer la ciudad.

La imagen del santo llegó a Florida hace 137 años y, desde entonces, la identidad de ese lugar está vinculada con él. No hace falta ser católico ni creyente, dicen desde la comisión de la capilla: en Florida todos tienen una historia con San Cono, el santo de los “quinieleros”, como lo conocen en la ciudad. Por eso, hoy, tras dos años sin poder celebrarlo por la pandemia, los floridenses salieron a la calle para recibir su bendición, para rezarle, para aplaudirlo y para acompañarlo.

Adelante, guiando la procesión, va un grupo de mujeres que lleva tres banderas -de la virgen, de San Cono, de la congregación-. Detrás, una cuerda custodiada por policías rodea a San Cono que viene en lo alto, con los brazos extendidos y dos rosarios colgando de cada mano. Detrás, miles de personas caminan con él.

Las calles de Florida durante la procesión de San Cono
Las calles de Florida durante la procesión de San Cono . Foto: L. Mainé

Primero recorren la calle José Enrique Rodó, pasan entremedio de los puestos de venta de ropa y de alimentos. En cada cuadra y a ambos lados hay gente que llega, lo espera, lo mira pasar, le saca fotos, graba videos. Están, también, en todos los balcones, en todas las terrazas, en todas las ventanas.

Hay quienes caminan descalzos, como Patricia, que vino desde Treinta y Tres para cumplir con su palabra: que si él ayudaba a su hermana con un problema de salud, ella volvería y recorrería la ciudad sin zapatos y soportaría el frío y el dolor de las veredas y de las calles. Hay quienes van de la mano. Hay quienes avanzan en una silla de ruedas. Hay quienes llevan niños en brazos. Hay quienes caminan rezando. Hay quienes van con el termo y el mate debajo del brazo. Hay quienes cantan las canciones que suenan por un altoparlante sin vergüenza, bien fuerte. Hay quienes caminan solos, sin decir nada, mirando hacia adelante.

Procesión de San Cono en Florida.
Procesión de San Cono en Florida. Foto: L. Mainé

Y también está Horcy, que camina lento, sosteniendo el peso del cuerpo sobre un bastón que lleva en la mano izquierda. Son pasadas las tres de la tarde y todo se detiene frente a la Catedral Basílica, desde la que suenan las campanas. El cielo es absolutamente celeste. Hace frío, pero el sol hace que todo sea mejor, que hoy, 3 de junio de 2022, sea un buen día.

Fieles devotos de San Cono. Foto: Leonardo Mainé
Fieles devotos de San Cono. Foto: Leonardo Mainé

Horcy se adelanta, se para ante San Cono delante de toda la procesión y, como puede, se arrodilla. Tiene el cuerpo pequeño y frágil. Los ojos claros y vidriosos. Lleva un gorro de lana y unos lentes de sol que ahora se quita. Dos personas la sostienen mientras ella, sin despegar las rodillas del suelo, dice algunas cosas, hace la señal de la cruz y se limpia las lágrimas. Después, todos la aplauden. Se levanta, vuelve a agarrar el bastón y sigue caminando. Tiene 89 años y es de Florida. Fue por su ciudad que quiso arrodillarse ante San Cono: para pedirle que la proteja, que la cuide. De fondo, la voz de una mujer que sale en altoparlantes reza el Padre Nuestro.

Fieles le rezan a San Cono. Foto: Leonardo Mainé
Fieles le rezan a San Cono. Foto: Leonardo Mainé

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