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“Uno siempre se encuentra con Tartufos en la vida”

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Noelia Campo. Foto: Gerardo Pérez

Noelia campo

Con Tartufo en cartel, la actriz charla sobre su lado menos mediático

Noelia Campo. Foto: Gerardo Pérez
Noelia Campo. Foto: Gerardo Pérez

De niña era Viviana, la reportera, un personaje que se había inventado y que recorría el edificio en el que vivía cazando noticias. Cuando no era Viviana, era algún personaje de Federico García Lorca. Su madre tenía una colección con obras del autor español y ella se “copaba” representándolas. Por eso, Noelia Campo no sabe qué nació primero, si su amor por la comunicación o por el teatro. Sí recuerda que de adolescente ya se había decantado por lo segundo y, después de pasar por las clases de cine para niños de Cinemateca, se anotó en la Escuela Alambique. Entre cine, televisión y teatro actuó casi todos los años de su vida, y en 2012 se ganó el Florencio a Mejor actriz por Perdidos en Yonkers.

Su otra pata, esa que la convirtió en un rostro conocido, llegó por casualidad y un poco por obligación, ya que en su casa tenían por regla seguir una carrera que “diera un poco más de posibilidades a la hora de defenderte económicamente en la vida”, cuenta.

En esa doble vida con la que está encantada, pasaron los años. Fue la chispeante conductora de Va por vos, el programa que llevaba la música nacional y mundial a los hogares uruguayos. Ahora se mudó de canal y ya hace dos años que sale, junto a Jorge Temponi, en TVCiudad con Después vemos, que estrena tercera temporada el 14 de mayo. Y mientras, los sábados y domingos, pisa las tablas del Teatro Stella D’Italia para convertirse en Dorina, la sirvienta de Orgón (Diego Artucio), y para tratar de desenmascarar a Tartufo (Jorge Bolani), en la obra de Molière dirigida por Sergio Dotta. Con El País charló sobre esta pasión, la que está por fuera de la televisión.

—La gente en general te ve más como comunicadora que como actriz, ¿te gustaría que fuera diferente?

—Son mis dos profesiones y las quiero a las dos. Siento que desde mí puedo aportar tanto en un sentido como en el otro.

—¿Te acordás de la primera obra que hiciste?

—Fue Villa Sombra, una noche mágica, una obra para niños, que dirigían Verónica Perrota y Pablo Albertoni. Ya arranqué bien, actuando con la gente de L’arcaza, que era gente joven a la que le estaba yendo bien, que hacía cosas interesantes. Perrota me conocía por la Escuela de Teatro Alambique y también por mi exposición en Aventujuegos, el programa que hacía para niños. Y mi primera obra para adultos fue en 2001, Mi lucha, farsa, de George Taborim, que dirigía Coco Rivero y donde conocí a Nacho Cardozo, que hacía de Hitler. Tuve esa suerte y desde ahí nunca dejaron de llamarme, de hecho arranqué a trabajar en el 2000 y hasta hoy los únicos años que estuve sin actuar fueron 2007 y 2008, porque nació mi hijo y me dediqué a ser madre.

—Cuando empezaste con Va por vos y después cuando hacías el espacio de rock en Subrayado, decías que querías difundir más la música nacional. ¿Y el teatro? ¿Está lo suficientemente difundido?

—No. Tiene muy poca difusión, creo que los que más se interesan son los diarios, pero después no. En tele es más difícil porque todo requiere de imágenes y el teatro filmado no está bueno porque es otro lenguaje, y tenés otra distancia con el espectador. El teatro es en vivo, es el contacto con el público. Por lo general se difunden más las obras que hayan ido a festivales y se hayan ganado no sé cuántos premios, o las que tienen gente televisiva dentro del elenco.

—Resaltás la importancia del contacto con el público en el teatro, ¿cómo lo vivís?

—Para mí es lo más maravilloso. La obra se termina de hacer con el público, nunca en los ensayos. Jamás. En el caso de Tartufo, por ejemplo, que es una comedia, el objetivo es hacer reír, entonces la obra se completa cuando escuchás que el público se ríe. Con el drama termina cuando emocionás, si generás que el público se vaya pensando. Muchos me preguntan si no me aburro de los personajes que llevo mucho tiempo representando, y no, porque en cada función ocurre como algo único. No me aburro. Me fascina.

—¿Qué es lo importante de traer clásicos a la cartelera?

—Es que no los tenés que traer, porque al ser clásicos ellos vienen. Porque, y aunque lo que digo es un cliché, hablan de temas universales. Además este Molière está pasado por la lupa y la tijera de Tito Cossa, que hizo una versión más actualizada. Para mí Molière fue un autor muy valiente, era uno de los dramaturgos de la corte, y a su vez machacaba a esa sociedad tremenda y se reía mucho de ella, y encima ahora ponés sus textos en la vida contemporánea y cuadran, hasta el punto que a un actor siempre le pasa que cuando está haciendo una obra, empieza a decir frases del guion en su vida, porque empieza a encontrar su lugar.

—¿Hay alguna frase de Tartufo que te haya quedado?

—“El amor requiere firmeza en el corazón”. Es como vemos el amor hoy en día, en este mundo contemporáneo donde es todo mucho más efímero, donde las separaciones son más comunes que en otro momento. Y después una frase que es más vieja que Molière y que retoma Cossa: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

—¿Te pasa de ir por la vida y encontrarte con gente que te recuerde a algún personaje?

—Uno se encuentra con Tartufos en la vida. Esa persona que trata de chupar del otro lo que pueda. O la energía o sus talentos, o las cosas buenas. 

—Dorina es un personaje eufórico y mantiene vivo el chiste en gran parte de la obra, ¿lo sentís así?

— ¿Sí? Puede ser, porque si bien el hilo del principio lo lleva Elmira y después Tartufo, mi personaje sabe todo lo que va pasando en la casa y se lo va contando a los otros, como el rol de la sirvienta en esa época, que tenía que saber todo de todos y terminaba siendo la confidente. Por eso creo que funciona.

— ¿El chiste se te da naturalmente?

—Lo entreno porque soy pésima contadora de chistes. Igual he aprendido a cuidar mucho el humor, porque en comedias como esta no podés estar subrayando el chiste, sino que el público tiene que comprenderlo naturalmente.

—El público ha hablado muy bien de ese personaje. ¿Estás atenta a esas cosas?

—Sabés que no miro, porque si hay algo que me pasa es que me queda más lo negativo. Aunque tengas 100 comentarios maravillosos y uno negativo, me quedo pensando en ese.

—¿Cómo viviste la construcción de este personaje?

—Como un gran desafío. Para mí es un “personajazo”, entonces cuando me dijeron que iba a ser Dorina me puse feliz. Es divertida, pícara, es viva, inteligente, es como la colombina de la comedia del arte. Y ahí dije: “bueno, tengo que hacer algo digno”, porque es terrible cuando te dan un personaje que vale la pena y no llegás a la altura. Además, Sergio Dotta es un director que te da mucha libertad, él espera. Yo nunca podría ser directora, soy reansiosa y no esperaría el proceso del actor, entonces claro, al principio me sentía un poco a la deriva, me preguntaba cuándo me iba a decir algo, hasta que me di cuenta que él me iba dejando ser.

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