El colectivo escénico Complot está cumpliendo una década y la fecha exacta invita a reflexionar sobre este emprendimiento singular en más de un sentido. Cuando surgió era de algún modo el principio de algo pero también el final de otra cosa.

Era el final de un equipo de jóvenes que estaban conquistando escenarios destacados por medio de lenguajes escénicos, que procuraban innovar para dejar paso a un equipo maduro, que ya marcó una década del teatro nacional.

Gabriel Calderón y Martín Inthamoussu, dos de sus figuras claves, una década atrás nombres que la gente recién empezaba a fijar en la memoria. En este lapso se han proyectado al exterior, han llegado a los grandes escenarios, y han ocupado cargos públicos de relevancia en el terreno de la gestión cultural. Quizá una de las características de este colectivo, que también incluye otros nombres de peso, como Mariana Percovich y Sergio Blanco, es que reunió figuras creativas en escena y con mucha fuerza en el terreno de la gestión, y muchas veces con cargos de relevancia en el ámbito oficial.

En el terreno estético el colectivo ha creado en distintas configuraciones de artistas y en formas escénicas muy diversas, aunque ha trabajado mucho el carácter interdisciplinario de la escena, donde han incluido elementos desde la danza hasta el audiovisual. Temáticamente también han incursionado en mil asuntos, desde la belleza formal de Proyecto Felisberto, de Mariana Percovich, hasta Ex-que revienten los actores, de Gabriel Calderón, un trabajo formalmente innovador y a la vez una profunda reflexión política sobre el llamado pasado reciente.

Otro elemento que se repite en montajes de Complot es el juego metateatral, y el gusto por transitar los distintos niveles de teatralidad. Al respecto dos ejemplos hablaron a las claras. Uno, Tebas Land, de Sergio Blanco, un magnífico trabajo que conjugó actuaciones intensas, texto de interés, buen manejo del escenario por parte del director, y un gran trabajo de cámaras de video. Otra creación representativa del colectivo artístico fue Algo de Ricardo, que también trabajó sobre la ruptura de la línea de ficción, el audiovisual, y los cambios repentinos en la interpretación. En estas dos últimas obras participó el actor Gustavo Saffores, uno de los actores que este grupo ha difundido. Ramiro Perdomo es otro de los nombres unidos a este colectivo, que lógicamente también ha sufrido alguna baja, como el propio Inthamoussu, que se separó formalmente de Complot para concentrarse en su grupo de danza.

Rememorando algunos trabajos de este colectivo surge también Chaika, de Mariana Percovich, que se presentó hacia 2009 en el viejo teatro La máscara, de la calle Río Negro, y que quizá no tuvo la difusión que se merecía. Al respecto, uno de los aspectos de Complot suele ser el gran sentido del espectáculo, el tener presente al espectador, y entender que cierta forma de entretenimiento tiene que estar privilegiada, aun en el montaje más severo y humanista. Todo un logro para el medio teatral montevideano.

La agrupación Complot está festejando este decenio de existencia con dos estrenos, ambos en la Sala Balzo, del Auditorio Nacional Adela Reta. Por un lado está ofreciendo La ira de Narciso, unipersonal de Gabriel Calderón sobre texto de Sergio Blanco, autor uruguayo radicado en Francia. Por otro, presenta Mucho de Ofelia, de Mariana Percovich, con actuación de Gabriela Pérez.

El primer espectáculo se define a sí mismo como auto- ficción, a partir de un monólogo en primera persona. El otro, hurga en la imagen del cuerpo femenino y su proyección a lo largo de la historia. Ambas van en doble función, a las 20 y a las 22 horas: Mucho de Ofelia se presenta los jueves y sábados, hasta el sábado 22, y luego tiene dos fechas más, el lunes 24 y miércoles 26. La ira de Narciso va domingos y viernes hasta el domingo 23, y hace su función de despedida el martes 25.

El colectivo escénico Complot cumple 10 años y lo festeja