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Tiene 80 años y no para: escribió 60 obras de teatro, lo estudian en el liceo y está de estreno

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Dino Armas

ENTREVISTA A DINO ARMAS

Dino Armas comenzó en la década de 1960, sus textos se estudian en Secundaria y su última obra, "Noche de paz" se puede ver en el Teatro Alianza.

Dino Armas tiene 80 años, 60 años como dramaturgo y 60 obras estrenadas. Algunos de esos momentos están en las paredes de su apartamento, tapizadas de los afiches de puestas en escena locales e internacional y algún Premio Florencio. Armas es uno de los autores más prolíficos y estrenados del teatro nacional.

Ahora está en cartel Noche de paz, el drama de un matrimonio que enfrenta en una madrugada, la pérdida de una hija y las recriminaciones de una vida juntos. Él es un escritor y ella una mujer que ayudó a promover su carrera y han dejado sin hablar un montón de temas, por lo visto.

Armas, que nació en el Cerro y fue maestro, dice que se inspiró en ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, quien incluso está citado en el nombre de un doctor que ha intentado resolver algunos de los problemas de la pareja. Es un drama que, para todo lo que se dicen, termina con un tono esperanzador. Actúan Susana Groisman y Juan Kuhr dirigidos por Marcelino Duffau y va en la sala 2 del teatro de la Alianza Uruguay-Estados Unidos (Paraguay 1217), los sábados a las 21.00 y los domingos a las 19.30.

Sobre esta nueva obra, su carrera y por qué escribe a mano en boletas y recibos, Armas charló con El País.

—Con una carrera así de extensa y tan estrenada, ¿cómo recibe la mirada del otro?

—Bien y eso que he tenido malas y buenas miradas pero no me cambió mi forma de escribir o de pensar el teatro. Tenés que estar muy seguro de vos mismo y yo he estado siempre seguro de lo que quería escribir y cómo lo quería escribir a pesar de malas o buenas críticas. No tenés que creerte ni una ni otra.

—Antes la crítica teatral tenía una presencia mayor en los medios. ¿Añora eso?

—Antes importaba una crítica porque te restaba o te sacaba público. Estamos hablando de la época de (Jorge) Abbondanza y otra gente. Pero ahora la crítica no tiene espacio y la gente va para las redes, para otros lados.

—Algunas de sus obras están en los programas de Secundaria. ¿Cómo toma ese honor?

—El que me propuso fue un profesor de Florida. Y es por eso que me invitan siempre a los liceos donde la devolución de los chiquilines es fantástica. Primero veo su sorpresa de que el autor esté vivo y después están sus interpretaciones. Eso es más valioso que los críticos.

—¿Cómo recuerda el teatro en la década de 1960?

—Era distinto y se llegaba más tarde a todo. Para ser director, por ejemplo, antes había que actuar. Había que escribir mucho para estrenar. No era tan mediático todo. Ahora es mucho mejor porque los jóvenes tienen más acceso y más rápido a ser estrenados, a ser vistos, a dirigir, a actuar. Si en los 60 hubiéramos tenido Internet lo que hubiéramos sido, ¿no?

—En Noche de paz, un personaje se llama Albee, ¿esa es una señal de por dónde viene su teatro desde siempre?

—Cuando la escribí quise hacer una Virginia Woolf pero el modelo me quedó grande. Es sobre un matrimonio en una noche donde se dicen de todo: lo bueno, lo malo, los secretos que se guardaban, lo que sienten en ese momento. Cuando la terminé pensé que no había salido como quería pero se la di a Susana Groissman y quedó encantada. Y con la repercusión que ha tenido en el público me di cuenta que no era como yo pensaba.

—¿Cómo surge Noche de paz?

—A mí se me murió una perra de 14 años, Roma. Tuve que sacrificarla y para mí fue horrible (se emociona). Me vino una tristeza horrible y quise escribir sobre esa pérdida y el dolor que causa en una persona la culpa por haber tomado esa decisión. Así que la hija muerta de la obra es Roma, mi perra.

—¿Cómo es como dramaturgo? ¿Da muchas indicaciones en sus texto?

—Antes acotaba mucho, era casi como una dirección y aprendí que eso molestaba un poco a los directores. Ahora acoto lo mínimo y eso también me da más libertad porque la cabeza no está tan cerrada. Ahora, por ejemplo trabajo con esquemas y antes no lo hacía.

—Hablando de eso, ¿cómo es un día de trabajo para usted?

—Hago todo tipo de ceremonia. Primero pongo un incienso y escribo a mano y siempre con una birome negra en papeles usados como los recibos de la luz, de la jubilación, en cualquier lado. Pongo radio a todo lo que da, tango preferentemente. Los vecinos saben que estoy escribiendo porque está la música a todo volumen. Hago una lluvia de ideas de todo de todo. Antes tengo una imagen y sé más o menos lo que voy a escribir. Lo que me cuesta mucho es la primera palabra que después me va a dejar escribir, pero me cuesta hallar esa palabra llave que abre la puertade la obra. Y cuando la tengo más o menos encauzada camino mucho pensando en la obra. Y vuelvo al papel. Escribir para mi es como un trance.

—¿Le dedica muchas horas?

—No, escribo solo de mañana. Antes, cuando tenía tres trabajos (doble horario en la educación y portero del Teatro El Reloj) escribía más que ahora que estoy jubilado y que tengo todo el tiempo libre.

—¿Portero del teatro El Reloj?

—Me habían puesto un uniforme marrón con dibujos dorados y yo le sacaba los hilos todas las noches. Me sirvió para ver teatro que es la manera de aprender a escribir.

—¿Cómo consiguió mantenerse presente en la cartelera durante tantos años?

—Los actores armaban cooperativas para hacer mis obras. El Galpón y la Comedia Nacional hicieron pocas obras mías; El Circular no hizo ninguna. Entonces viví por las cooperativas de los actores para llevar obras mías al interior, por ejemplo.

—¿Cuál fue la mejor puesta de un texto suyo?

—Me gustó mucho Lucas o el contrato dirigida por Lucía Sommer en 2016 para la Comedia Nacional, Ave Mater dirigida por Lila García en 2014 y Katia y Klaus que se estrenó el año pasado. En Argentina me gustó mucho la versión que hicieron de Pagar el pato. Es raro lo que pasó con esa obra: acá se hizo una sola vez dirigida por Elena Zuasti y en Argentina ya tiene siete u ocho versiones. Trata sobre la pobreza, la estigmatización, el poder de uno sobre otro, capaz que por eso no gustó acá. Me gustaría que se hiciera de vuelta. Son solo dos actores, es barata.

—¿Sus obras son baratas de hacer?

—Por necesidad. Es lo que te piden los actores y los directores. Sus ojos se cerraron, Feliz día papá eran para 10 o 15 actores pero ahora cada vez te piden obras con menos personajes.

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