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"A mí me interesa el rebote en el público"

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"El momento álgido del Oscar lo pasé sin aceptar nada", afirma. Foto: F. Ponzetto.
Nota a Juan Jose Campanella, guionista y director de cine y television argentino, de visita en Mvdeo., ND 20151109, foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

Es el debut del exitoso director de cine Juan José Campanella como director de teatro, y el espectáculo llega a El Galpón el próximo viernes. "Esta es una obra en la que te estás riendo desde el principio hasta el final, pero al mismo tiempo te está conmoviendo mucho", adelanta el artista, también director de televisión y gran guionista, cuya película El secreto de sus ojos le dio un Oscar a Argentina.

La trayectoria de este cineasta argentino va desde el cine más entrañable, que pinta con gran sensibilidad la forma de ser de los argentinos, como El hijo de la novia o Luna de Avellaneda, hasta el cine de animación para chicos como en el caso de Metegol, que ahora será una de las tres series animadas que prepara con su productora Mundoloco. También trabajó mucho en la televisión estadounidense dirigiendo 17 capítulos de La ley y el orden: unidad de víctimas imposibles, cinco de Dr. House, entre otras. También ha trabajado en la televisión argentina con programas como El hombre de tu vida, Recordando el show de Alejandro Molina y la reciente Entre caníbales con Natalia Oreiro y Benjamin Vicuña. El teatro es una nueva manera de mostrar su arte y sus inquietudes artísticas. Y una nueva faceta que por suerte lo trae a Uruguay. Aunque sea a presentar la obra.

Ese abanico de propósitos que lo ha llevado a ganar los mayores premios a los que puede aspirar un cineasta. Y como dice en la nota, algunos los tiene en un lugar destacado: el Oscar, un Emmy y hasta otro Oscar, el que le dio Huracán, el club de su amor.

Sobre eso y más, Campanella, que es un tipo muy simpático, locuaz, sensible e inteligente, habló largo con El País una semana antes del estreno de su puesta de Parque Lezama. Este es un resumen de esa charla.

carlos reyes

—¿Dónde tenés todos los premios que ganaste?

—En mi casa, diseminados, arriba de las bibliotecas. Pero hay cinco premios que tengo más arriba del escritorio, más a la vista, que son el Oscar, un Emmy, el Cóndor a la Trayectoria, el Ariel de la Academia Mexicana, y otro Oscar, el Oscar Bonavena, que me dio la hinchada de Huracán por haber usado su cancha en El secreto de sus ojos. Es divino, lo hicieron ellos y tiene la figura de Bonavena.

—A cinco años de ganar el Oscar, ¿qué le dio el premio a tu carrera?

—Tuve muchas ofertas para hacer cine en Estados Unidos, pero no tomé ninguna, porque enseguida me puse a hacer Metegol, y durante un año y medio o dos estuve muy metido en eso y no pude ganar nada. Después podía haber agarrado algo, pero no había cosas que me interesaran, cine de superacción, que no me volvía loco. O sea que ese momento álgido del Oscar lo pasé sin aceptar nada.

—¿Cuando trabajás en animación, no extrañás a los actores de carne y hueso?

—Mucho. Yo tenía muchas ganas de hacer animación, me gustó mucho la experiencia de Metegol, pero la verdad es que tres años para hacer una película es mucho, demasiado. Especialmente cuando el último año y medio es lidiar con problemas técnicos. O con decisiones creativas que son muy lentas. Es un trabajo que requiere otra personalidad. En Estados Unidos se trabaja distinto, a veces el director va una vez por mes, ve lo que se hizo, y dice qué le gusta y qué no, y se va. Yo estaba todos los días ahí. Por eso los directores de animación y de vivo no tienden a intercambiarse tan fácilmente. Yo extraño mucho eso de no ver la escena desarrollándose ante mis ojos.

—¿Y al 3D le tenés fe, te gusta?

—El 3D me gusta, creo que tiene que solucionar todavía un problema de luminosidad. Yo las veo oscuras, incluso en las mejores salas de Estados Unidos. Pero me interesa mucho, aunque paradójicamente, no para la película espectacular. Me gustaría hacer algo como las películas mías, más intimista. El 3D puede tener algo como de teatro filmado, es como estar ahí con los actores.

—¿Por qué fue la reducción de capítulos de "Entre caníbales"?

—Fue por un montón de cosas y ocurrió muy temprano en la factura de la serie. Buscamos hacerla con una factura como de unitario, de nivel internacional. Y teníamos que hacer cuatro por semana, y eso se nos hacía muy difícil, en los guiones y en la realización. Pero en nuestro mejor momento, llegamos a tres y medio por semana, resultado que Telefé quiere mantener como estándar de calidad. Tampoco fue la reacción al aire que esperábamos, en cuanto al rating, y pronto nos dimos cuenta que iba a tener más vida en Internet que al aire, como muchas series.

—¿Eso está llevando a un cambio de formato?

—Sí, ese formato de 60 capítulos es el que más se hace ahora en Latinoamérica. De hecho, los nuevos programas que está haciendo Telefé los está planeando a 60 capítulos, que es el formato de la televisión colombiana. Es un buen formato para Netflix, una buena duración. Y todo eso sumado nos llevó a plantear que mantener Entre caníbales con esa calidad por 120 capítulos, nos iban a tener que levantar con cucharita. Y encima, iba a ser difícil de comercializar. Por eso se tomó esa decisión: cuando estábamos escribiendo el capítulo 35 o 40, estaba contentísimo y me parecía la mejor decisión. Estoy muy contento que hayan sido 60 capítulos: me gusta muchísimo la primera mitad, pero la segunda me parece un balazo. Y pensamos que iba a pasar lo que está pasando: que muchos lo iban a ver por Internet, a su ritmo.

—Trabajás en Estados Unidos, ¿el ritmo es igual de exigente?

—No, es un poquito menos. Pero en general no hay grandes diferencias, los equipos funcionan igual. En un unitario, en Argentina, estás entre cuatro y seis días de grabación, y en Estados Unidos, ocho días. Pero más allá de eso, no hay grandes diferencias.

—¿Para trabajar en Dr. House, qué pautas te dieron?

—Nada, que lo hagas bien, que dirijas bien a los actores. En ese caso no te podías pasar de nueve días, y que Hugh Laurie no trabaje más de 12 horas por día, que igual es bastante. Pero él, cuando empezó a tener éxito y poder poner alguna exigencia, pidió eso, porque eran 11 meses de trabajo por año, y terminaba molido.

—¿Cómo medís el éxito de una película?

—Hay distintos parámetros, desde el más convencional, que es la cantidad de gente que la ve. A mí eso me interesa, por la parte económica: garantiza poder hacer otra película. Pero también me interesa que la vea mucha gente porque el cine es comunicación, tiene que ver con querer contar algo, y es importante la cantidad de gente que la vea. Otro parámetro es lo que uno buscó, y la calidad. Quizá la historia que uno está contando no rebota en el inconsciente colectivo en ese momento, no es lo que la sociedad quiere ver, no tiene éxito de público, y sin embargo es exitosa desde ese otro punto de vista. O la puede ver mucha gente, y que al año se olvide y no se vea nunca más. Hay muchos parámetros.

—¿Pero tú cuál usás?

—El rebote con el público. Que el público la quiera, que la experimente, que le afecte su vida. Eso para mí es lo más importante.

—¿Contame algo de tu infancia relacionado con tu carrera?

—El Cine Roxy, un cine de Vicente López. Entonces había por esa zona nueve cines: hoy queda uno. El Roxy, en la década del 60, era de películas viejas, que cambiaban todos los días. Y allí nació mi amor por el cine, sin darme cuenta. Daban programas delirantes, basados en qué películas conseguían. Era absolutamente ecléctico: daban una de Billy Wilder y luego una de Drácula en el mismo programa. Y de esa coctelera salió el cine que a mí me gusta, un cine popular.

—¿Y qué pasó con ese cine?

—El Roxy cerró en el año 75: durante meses quedaron los carteles de El Joven Frankenstein. Después yo me mudé, me fui 20 años a Estados Unidos, vuelvo, vivo 10 años en Argentina, mi mamá se enferma de Alzheimer, y fallece. La vamos a velar en el barrio de Vicente López, estaciono el auto en el garaje de la funeraria, con Fernando Castets, coguionista de Luna de Avellaneda, El hijo de la novia (y que era como un hijo para mi madre, también), y le digo, este lugar me resulta conocido. Y veo como una ventanita chiquita, como de cabina de proyección, y miro para arriba, y estaba el techo corredizo, y estaba en el Roxy, ahora convertido en funeraria. Así que velamos a mi mamá en el cine donde ella me llevó de chico mil veces, y dónde descubrí el cine. Increíble. Alguien talentoso podría hacer una película.

"Una obra que vi de joven me cambió la vida"

El próximo viernes 20 y sábado 21, a las 21.00, y el domingo 22, a las 18:30, el escenario mayor de El Galpón recibirá una comedia que es uno de los mayores éxitos de la temporada teatral en Argentina: Parque Lezama. El texto de Herb Gardner, adaptado y puesto en escena por Juan José Campanella, tiene dos protagonistas de lujo: Luis Brandoni y Eduardo Blanco.

Ellos, al frente de un prestigioso elenco, contarán la improbable amistad de un histórico militante del partido comunista y un eterno cultor del no te metas. Entre sus encuentros, con humor y emoción, y los conflictos con los personajes del parque y sus propias familias, los protagonistas de esta historia, van viviendo en carne propia la lucha sin fin entre el cambio y el mundo.

"El lugar del teatro en mi carrera es viejo y nuevo: yo empecé escribiendo teatro a principios de los años 80, después pasó todo lo que me pasó con el cine, pero como director en realidad debuto con Parque Lezama. O sea que es relativamente nuevo en mi vida, pero me parece que vino para siempre, para quedarse, porque realmente me encanta", explica Campanella.

"Lo que busco es que la gente se olvide que está en el teatro y que esté en un banco de la plaza, oyendo hablar a los siete personajes, mirando lo que está pasando. Esa es la experiencia que trato de rescatar. Es una obra que vi cuando era muy joven y prácticamente me cambió la vida", remata.

Las entradas están en venta en Red UTS a $ 1.350, $ 1.150 y $ 950.

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"El momento álgido del Oscar lo pasé sin aceptar nada", afirma. Foto: F. Ponzetto.

campanellaCARLOS REYES

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