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Medio siglo con el genio irlandés

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El teatro de Beckett ha acompañado los cambios políticos y sociales uruguayos. Foto: AFP
AFP - IRELAND-CULTURE-PHOTO-BECKETT-CENTENARY - ACE - - - An undated portrait of Irish playwright Samuel Beckett appears in a photo-document exhibition to mark the 100th anniversary of his birth at the National Photographic Archive, Templebar, Dublin, 07 April 2006. Beckett was among the first of the playwrights of the Theatre of the Absurd to win fame, and was awarded the Nobel Prize for Literature in 1969. His search for the perfect expression, his pre-occupation with meaning, alienation, and silence led him over the decades to strip away the usual conventions of the novel and stage. Beckett continued to write until his death in France on December 26, 1989, but in the end he said: "Every word is like an unnecessary stain on silence and nothingness." - Dublin - - - IRELAND - FRAN CAFFREY - Fran Caffrey/w¶figura Beckett han ejercido una influencia decisiva en la creaciónescénica del siglo XX.¶ D:\Users\dborrelli\Desktop\1223.JPG
FRAN CAFFREY - - - AFP/AFP

Jorge Denevi estrenó en el Auditorio Adela Reta “Fin de partida”, con Pepe Vázquez.

La dramaturgia de Samuel Beckett acompaña a la escena montevideana desde hace más de medio siglo, y su sentido (siempre profundo y enigmático) ha dialogado con los distintos momento históricos. Ahora, Fin de partida, una de sus mejores obras, se está dando dirigida por Jorge Denevi en la Sala Balzo del Auditorio Adela Reta: y la reposición de este clásico de la vanguardia europea de la década de 1950 invita a pensar al genial escritor irlandés en diálogo con su larga relación con Uruguay.

Fin de partida se estrenó en Montevideo en 1962, dirigida por Elena Zuasti, quien también se había encargado de la traducción. Se hizo en el desaparecido Nuevo Teatro Circular (en Convención 1340), protagonizada por Luis Cerminara y Emilio Vidal. "Nosotros pensamos que se iba a llenar de gente y no fue nadie", comentó una vez a El País la fallecida directora teatral Zuasti, focalizando sobre un asunto que estuvo lejos de ser aislado: en más de un caso, el teatro de Beckett no lograba llenar más que algunas butacas de la platea. Su inmerecida fama de autor hermético, pesado, seguramente tuvo que ver con eso. Unos 20 años después, la compañía Teatro Uno, que tanto difundió la vanguardia teatral en la capital, tuvo que suspender alguna función de La última cinta magnética por falta de público. No siempre le hemos abierto las puertas a este genio.

En la década de 1960, la obra de Beckett quizá se entendió desde un sentido más abstracto, aspecto que luego la dictadura se encargaría de tornar más concreto. Cuando en Nuevo Teatro Circular hizo Esperando a Godot, dirigido y protagonizado por Alfredo de la Peña, el contexto político era muy distinto a cuando la dirigió Alberto Restuccia, en El Tinglado, en 1975. El sentido de desolación, y el de interminable espera, que expresaba la obra, cobró en dictadura una dimensión mucho más concreta.

En aquella versión de Restuccia del difícil 1975, integraron el elenco Pepe Vázquez, Luis Cerminara, Jorge Denevi y el propio Restuccia. Ahora Denevi vuelve como director de Fin de partida, con Pepe Vázquez en el protagónico: en la función de estreno, el pasado jueves, Restuccia se sumó a la platea, como espectador de este autor que él ayudó a dar a conocer por estas latitudes.

La obra de Beckett está llamada a perdurar, dada su doble solidez de forma y contenido. Sus piezas teatrales resignifican la tradición teatral, formulando una reflexión sobre la palabra, el tiempo, el cuerpo y el espacio escénico. El sentido de la desolación, de desesperanza, toma en su obra múltiples formas, unas hasta con toques poéticos, como Esperando a Godot, otras con un marcado sentido de antiutopía, como Fin de partida.

Su teatro está colmado de metáforas escénicas: por ejemplo, en el principio de Fin de partida, la tela que cubre a Hamm se la ha interpretado como un paralelo del telón tradicional. La palabra asume en su obra cierto sentido de inutilidad, o de dominación, o incluso de mero paso del tiempo, como se expresa claramente en Los días felices. En todos esos aspectos, su obra ha alimentado y lo seguirá haciendo, un sector de la escritura teatral presente: desde el recuerdo como una construcción de la palabra, hasta los juegos cíclicos del tiempo.

Un caso claro de la influencia de Beckett en la dramaturgia uruguaya es Alfonso y Clotilde, de Carlos Manuel Varela: el páramo becketiano asume una forma uruguaya en esta metáfora sobre los desaparecidos, que fue estrenada en el Teatro del Centro Carlos E. Scheck en 1980, con dirección de Carlos Aguilera y protagónicos de Alberto Sobrino y Leonor Álvarez.

Más ampliamente, el legado de Beckett excede el escenario y la narrativa, habiendo abierto varios caminos que todavía ofrecen mucho para recorrer. Sus aportes al guión cinematográfico y radial, a la experimentación en arte sonoro, al arte conceptual, dieron a su creación un carácter múltiple. La última cinta magnética, por ejemplo, se la ha analizado como una reflexión sobre cómo la tecnología incide sobre la identidad del individuo, en juego con su propio registro.

En el teatro uruguayo hay muchos ejemplos del aporte que la literatura de Beckett le ha dado a los actores. Y de la capacidad para experimentar que han tomado los directores, como cuando hacia 1985 Luis Cerminara y Alberto Restuccia hicieron en la vieja Alianza Francesa de la calle Soriano aquel Esperando a Godot con un elenco femenino, interpretado por Norma Salvo, Susana Castro, Nelly Goitiño y Teresa Trujillo.

Fin de partida conoció varias versiones memorables, entre ellas aquella que presentó el actor argentino Alfredo Alcón en 1992 en el Teatro del Círculo, bajo su propia dirección. La misma obra fue llevada a escena por Ernesto Clavijo hacia 1996 en la vieja Alianza Francesa, en una versión interesante protagonizada por Fernando Gallego, Alberto Rivero, Mary Minetti y Nelson Flores.

El teatro de Beckett ofrece monólogos perfectos para buenos actores, y ambientes cargados de significado para que esas palabras cobren mayor cuerpo y sentido. Un par de años atrás, la actriz Sandra Américo se lució desde el escenario de El Galpón con Los días felices que, bajo dirección de Bernardo Trías, le permitió realizar un despliegue interpretativo de primer nivel. Ese mismo papel ya lo había hecho rendir mucho la actriz Gloria Demassi en 1991, cuando la Comedia Nacional encaró ese título, en la antigua sala Zavala Muniz, dirigido por Nelly Goitiño. Al respecto, el fallecido hombre de teatro Eduardo Schinca reclamó una vez más presencia de los textos de Beckett en la compañía oficial.

Ahora, y sólo por ocho funciones más, un gran texto del siempre provocador Samuel Beckett se puede ver en la hermosa sala menor del Auditorio del Sodre, donde cada vez más hay buen teatro.

Hoy el vacío y la desolación becketianos quizá expresen otras circunstancias. Pero el poder de su literatura y la fuerza de sus personajes siguen siendo un imán para atrapar a los más variados públicos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
El teatro de Beckett ha acompañado los cambios políticos y sociales uruguayos. Foto: AFP

SAMUEL BECKETT

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