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La locura, ese motor ficcional

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Esquizofrenia

crítica: esquizofrenia

Un texto de Santiago Sanguinetti en la sala menor de la Alianza Uruguay-Estados Unidos

La locura es un tema que ha nutrido al arte en sus más variadas formas. Desde el cuento Diario de un loco, de Nicolai Gogol, hasta la canción “El loco de la calesita”, de Juan Carlos Baglietto, la figura del loco suele instalar automáticamente un sentido de trascendencia, a la vez que carga de dramatismo al personaje y su entorno. En teatro no han faltado, lógicamente, ni las obras que transcurren en hospitales psiquiáticos, ni los personajes totalmente alienados, y el ejemplo que primero viene a la mente es Marat-Sade, de Peter Weiss, obra de 1963 que marcó un hito sobre el tema. Y justamente este texto que ahora se está llevando a escena en la Alianza Uruguay-Estados Unidos tiene como referencia el texto del gran dramaturgo alemán.

Esquizofrenia, como montaje, tiene algunos aspectos destacables, y hasta muy valiosos. El trabajo de expresión corporal del numeroso elenco, con pasajes de fuerte carga expresionista, dan a la puesta rasgos de singularidad. La obra entra en momentos coreográficos muy buenos, que son bien apoyados por la iluminación escénica. Con una paleta oscura, rojiza, hay tramos en los que el espectáculo cobra una potencia visual considerable. Y sobre el final hay una escena remarcable en ese sentido.

La propuesta general del argumento (una obra primeriza de Santiago Sanguinetti, una de las voces importantes del nuevo teatro uruguayo), tiene de antemano interés: un escritor y los fantasmas que lo visitan en su mente, y desde allí surge un mundo con dimensiones de psiquiátrico. Y en él, los distintos personajes van contando sus historias, cargadas de sangre y de tragedia.

El punto débil del texto y en consecuencia del montaje es la falta de una evolución argumental, que sume a los espectadores en una experiencia morosa, que no parece conducir hacia ningún punto. Además, el texto trabaja a un nivel fuertemente literario, con una gran carga metafórica, asunto que también puede alejar un poco al espectador, o desconcertarlo por no encontrar los sentidos de las palabras de los personajes.

A nivel de la puesta en escena hay una estilización de la locura que tiene su mérito porque no es algo fácil de hacer, y está bien lograda. Y el vestuario juega también armónicamente en esa dirección. La ambientación sonora aporta y mucho. Hay tramos en los que el espectador se asoma un poco a lo que sería la mente en el proceso de escritura, y eso es de lo más rico de esta ficción. Aunque por otro lado el espectáculo parece incurrir en formas estereotipadas de la imagen de la locura.

La puesta en escena tiene otras cosas interesantes: por ejemplo, el uso de los espejos y su carga simbólica. Y el trabajo de la repetición, de textos y de movimientos, con escenas que pueden remitir a la biomecánica. Lógicamente no faltan los gritos desaforados, las miradas perdidas, ni los movimientos realizados desde la rigidez. Y el elenco, con actores jóvenes, logra por momentos cierta riqueza expresiva. No faltan los cuestionamientos ontológicos al mundo real, ni tampoco la dinámica de las obsesiones y sus abismos.

El texto se Sanguinetti tiene sus puntos de interés, pero parece ubicarse lejos del público. Y montaje de Lila García tiene valor estético, pero quizá le faltó tener mayor noción del espectador. Y el resultado es una experiencia que puede interesar a la gente de teatro, pero que no parece muy próxima para el público en general.

ficha

Esquizofrenia [***]

Texto: Santiago Sanguinetti. Dirección y puesta en escena: Lila García. Iluminación: Andrés Guido. Vestuario: Sofía Beceiro. Sala: Teatro Alianza Uruguay Estados Unidos. Funciones: martes y viernes a las 21.00. Tickantel, $ 350.

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