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"Kronos": la sala mayor del Solís más erótica que nunca

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Un marco visual estimulante ofrece este montaje en el Teatro Solís.

Pese a tratarse de un gran dramaturgo, la obra de Witold Gombrowicz (y con ella su biografía) se ha difundido más en Uruguay a través de sus libros que de los escenarios.

Entre otras razones, las magistrales páginas que este autor dedicó a describir al habitante del Río de la Plata, hizo que sus reflexiones fueran bastante difundidas por estas latitudes, principalmente en lo que va de este siglo, a partir de las sucesivas reediciones de su Diario argentino.

Ahora, en estos días y hasta el miércoles inclusive, la sala mayor del Solís ofrece Kronos, una calma erótica, que basada en el diario secreto del autor, es llevada a escena por medio de un montaje de gran despliegue, a cargo del director polaco Michal Znaniecki. El artista colocó al público en el escenario mayor, y en tres filas más que miran hacia la platea: y las acciones suceden entre las butacas y en las galerías.

En el patio de butacas levantó un pequeño escenario cuadrado, que cubierto por los costados da un efecto difuso, esmerilado. Allí está la actriz Elisa Contreras, quien representa a Rita Gombrowicz, la mujer del escritor, en sus años de madurez. Por la sala vaga, y hasta hace equilibrio por las butacas, Florencia Zabaleta, dando vida al personaje de Rita en sus años de juventud.

Znaniecki calculó todo con precisión. En primer lugar, captó que más que el texto de Gombrowicz en sí —que describe al detalle su desenfrenada vida erótica—, había más sentido dramático y teatral en la relación entre el escritor polaco y su esposa, especialmente entre el triángulo que forma Gombrowicz en relación con los dos papeles, el de Contreras y el de Zabaleta.

En ese sentido, todo un intenso trabajo de dramaturgia permite al espectador no solamente asomarse a la biografía del autor polaco, sino también al complejo vínculo con su mujer, y por encima de ambos personajes, a toda una serie de temas y sensibilidades vinculadas con la vida erótica, el sexo, y el lugar que éste va tomando en la actividad emocional. En ese sentido, la obra va mucho más allá del mero desenfreno sexual.

Escénicamente, el trabajo está muy bien servido. Unos 50 palcos quedan convertidos en pantallas, donde se proyectan, a modo de sombras chinas, los trabajos coreográficos, muy consistentes. También las proyecciones digitales están muy bien utilizadas, dibujando textos, paisajes, fachadas e interiores, sobre las barandas de las galerías y demás áreas del interior de la sala. El director utiliza símbolos cargados de teatralidad, como los papeles que caen desde las galerías altas.

Los papeles no son fáciles para las actrices, principalmente porque trabajan mucho en solitario, casi como dos unipersonales. Y pese a que Contreras supo dar bien con el tono de su personaje, Zabaleta infirió al suyo mayor maestría. También los bailarines aportaron, interpretando escenas eróticas finamente estilizadas.

El director trabaja muy bien con la música, donde intervienen el acordeón, el bandoneón y la voz de la soprano polaca Ewa Biegas. También es interesante toda la progresión dramática que presenta, desde el planteo de la situación, hasta cuando los dos mundos se van fundiendo, el de lo fantasmagórico y el de los propios personajes. Luego, sobre el final, Znaniecki desmonta lo armado, mostrando como los aspectos más materiales de todo ese juego de efectos.

El espectador uruguayo que hace años que anda por las salas, está habituado a ver montajes en espacios no convencionales, incluso a gran escala, como éste. Tampoco es la primera vez que el público ocupa el escenario del Solís para ver un espectáculo que sucede en la platea. No obstante, Kronos conquista visualmente, a la vez que también atrapa por sus temas y reflexiones.

Es una pena que el espectáculo sea para mayores de 18 años, dado que plantea una serie de asuntos que bien pueden ser edificantes para adolescentes. Porque si bien en Kronos se refleja el costado más crudo de Gombrowicz, llegando hasta la crueldad, también aparecen vivencias y reflexiones interesantes y sensibles sobre la sexualidad y la homosexualidad. También sobre los celos, y otras pasiones de las que nadie está ajeno.

Va a 21 horas. Entradas a $ 350 en TickAntel y en la sala.

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Un marco visual estimulante ofrece este montaje en el Teatro Solís.

Hasta el miércoles se sigue presentando el lado oculto de Gombrowicz

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