Crítica: "Latencia"

Latencia, una obra que se vivió en Río de Janeiro y en Montevideo con videollamadas

Rosalía Souza

El efecto de extrañeza que produce el entrar a una sala de teatro y darte cuenta de que hay alguien del otro lado de una pantalla esperando para ver lo mismo desde otra ciudad, en otro país, es una joya. Eso sucede desde el miércoles y hasta el domingo en la sala Atahualpa de Teatro El Galpón, donde se está dando Latencia.

Es que Latencia, guionada por Eber Inácio y dirigida por Patricia Mallarini, nació del deseo de dos amigas actrices que viven en lugares diferentes y lejanos, pero que querían trabajar en una obra juntas.

Con esa idea en mente, tomaron la decisión de hacer una obra que a simple vista ya se muestra original: una, Leonor Chavarría, estaría acá, actuando en un teatro montevideano. La otra, Florencia Santangelo, allá, en el Teatro Poeira de Río de Janeiro. La obra se hizo simultáneamente en los dos escenarios e intercambiaron a través de una cámara web y una aplicación de videollamadas.

Todo un riesgo. No solo desde el punto de vista tecnológico, sino porque hacer tanto énfasis en esa originalidad podría terminar por dejar en segundo plano la historia y la fuerza de los personajes.

Lo cierto es que la fuerza de los personajes estaba. Acá, Chavarría demostró que como actriz tiene talento, que vibra y hace vibrar. Sabe ser cómica, sabe ser espeluznante. A Santangelo, las veces que la cruzamos en la pantalla, también se la sintió bien. El texto podría haber aprovechado más el recurso del dispositivo, ya que las partes más conmovedoras se dieron con pantallas apagadas. Está la opción de ver lo que sucede en Río a través de un código QR en el programa.

La simpleza de la escenografía, que constaba solo de cámara y pantallas, los juegos de luces suaves eran suficientes. Después de todo el énfasis visual estaba en ese intercambio ante las cámaras.

Los personajes son una deformación de las propias actrices y el texto es una autoficción. La realidad está en los vínculos a distancia, la ficción en que se cuentan como hermanas que compartieron una infancia, retomando la parábola del hijo pródigo. El uso de las metáforas para la construcción del guion, aunque buenas y bien aprovechadas, podría haber dejado más lugar a los hechos simples y tangibles.

Aun así, las actuaciones y sobre todo la experiencia inigualable para el espectador hacen de esta obra una opción para no perderse en la escena teatral uruguaya.