Publicidad

Enrique Pinti: "A mí me prenden la luz y hablo"

Compartir esta noticia

El público uruguayo sin duda está muy interesado por este reencuentro con Pinti en El Galpón, y por eso se volvió a agregar todavía otra función más de este Pinti recargado, que en total serán cuatro. 

"Es un monólogo de una hora diez, una hora veinte, como una conferencia. Y sale cualquier tipo de temas. Yo lo que tengo que tener es un orden mental, saber adónde voy, qué voy a decir, qué no voy a decir. Pero los temas brotan, y tienen que ver con nosotros, con la realidad argentina, pero no tanto con la rigurosa actualidad, sino con los problemas que vienen como marca de fábrica. Es una crítica social satírica, fuerte, sobre nuestros vicios y males costumbres".

Pinti recargado subirá a escena en el escenario mayor de El Galpón (Av. 18 de Julio 1618), este jueves a las 21 horas, presentándose también viernes y sábado en ese horario, para despedirse el domingo a las 20 horas. Las entradas están en Red UTS y valen $ 1550, $ 1300 y $ 1050.

—Con todo esto de Charlie Hebdo, ¿cómo ve usted como humorista el límite con lo religioso?

—El humor tiene un límite, pero nunca puede ser la muerte. Yo no estoy de acuerdo con burlarme de la fe de nadie, sí puedo criticar las actitudes de ciertas religiones, sin que me pase nada. Empezando por la mía, que soy católico. ¿Cómo puede ser que la Iglesia católica haya tardado 450 años en pedir perdón por los crímenes de la Inquisición? Es mucho tiempo. Pero creo que estamos en una época de locura total, una más. Yo nací en el 39, por suerte en Argentina, y entonces me perdí el nazismo. No tuve que aguantar esa locura: que un loco los convenza que hay que exterminar una raza para que el mundo funcione. Y son esas cosas que todavía hoy están. Y no se puede, porque la gente sigue teniendo sexo. Es una costumbre que tiene la gente, y si se asustan, tienen más sexo. Es una idea ridícula destruir a una raza, o a un enemigo político por la bomba, por la muerte. Es como querer vaciar el mar con un balde.

—¿Y ahora el caso Nisman cómo lo ve?

—No tengo la menor idea, es decir, tengo idea pero no tengo la menor certeza, y creo que no la tiene nadie. Evidentemente yo soy de las personas que creo que no es un suicidio: no creo que una persona se suicide 24 horas antes de presentar un informe que todo el pueblo sabía de qué se trataba, porque él mismo lo bocinó.

—La relación de Uruguay y Argentina, ¿cómo las ve con el kirchnerismo?

—Han estado tensas, pero han estado peores en otros momentos. Creo que en general hay una especie de correspondencia, en general. Por suerte, Pepe Mujica no tiene pelos en la lengua, y dijo esta loca. Y está bien: fijate que Cristina, que se ofende de todo, dijo "no, es la manera de hablar de Pepe, está bien, me tiene cariño". Entonces, a pesar de las diferencias, hay una cierta línea de gobierno popular de centro izquierda. Y las relaciones entre los dos pueblos no fallaron nunca, salvo por el fútbol. No hay una animosidad de pueblo a pueblo, que sí la hay con los brasileros, no sé por qué, y también con los chilenos.

—Dejando la política, ¿por qué el cine argentino no lo ha convocado mucho?

—No me llamaron. He pedido desesperadamente que me llamaran, hice algunas películas que me gustaron, como Esperando la carroza, o Perdido por perdido, pero son dos o tres películas entre 15 que hice, con papeles irrelevantes, o papeles buenos que no tuvieron ningún éxito. Lo que pasa es que hay una realidad: en mi país hay actores impresionantes. Hay que decirlo: yo soy muy crítico de las pasiones argentinas, pero no tengo nada que decir acerca del rendimiento de tres generaciones de actores. Son muy buenos. No es que uno está en un lugar en que hay pocos actores y se pregunta "cómo a mí no me llaman".

—¿Cree que no lo han llamado mucho por estar muy asociado a una forma de actuación, a un modo de hacer humor?

—Bueno, hay mucha gente (o alguna gente) que ha tenido éxitos cinematográficos, de festivales y de público. Yo, en cambio, nunca tuve un éxito de taquilla en cine. Entonces piensan, "éste está muy identificado con el monólogo". En Perdido por perdido hice un personaje creíble, pero no anduvo bien la película. En Arregui, la noticia del día, vino Carmen Maura de España: la película no era mala, tenía fallas, pero no vendió nada. Entonces, hay una serie de factores, desde el encasillamiento en un género a la falta de un éxito en cine. Ahora me están ofreciendo alguna cosa, pero desgraciadamente ya tengo 75 para 76, y no tengo la fuerza de poder hacer teatro y cine al mismo tiempo. Hace 30 años podía hacer teatro, cine y televisión a la vez. Hoy necesito hacer una cosa por vez. Ahora me ofrecieron una miniserie, con un elenco estelar, pero empieza en marzo, y ya voy a estar preparando Salsa criolla, así que imposible. Ahora me lo ofrecen, pero ya es tarde.

—Vuelve con "Salsa criolla".

—Volvemos en mayo, en el mismo Teatro Eliseo donde la estrené y la hice durante 10 años. Se cumplen 30 años del estreno y para mí significa un recuento de vida. Porque yo seguí haciendo mis espectáculos (Pinti canta las 40, Candombe nacional, Pingo argentino), desarrollando el mismo tema de Salsa criolla. No es que lo dejé para siempre: todo lo contrario. Pero volver a esa raíz, a eso que fue una bisagra en mi vida, es muy emocionante. Y además, creo que se puede agregar, tanto en el monólogo final como en el de entrada, todo lo que pasó del 95 para acá, que es mucho, muchísimo.

—¿Cómo se prepara para dar un show como estos de El Galpón?

—A mí me prenden la luz y hablo. Es como un reflejo condicionado. Lógicamente, una hora antes estoy en el camarín ordenando lo que voy a decir, porque no tengo un texto fijo, hay tópicos de los que puede salir cualquier cosa. En el caso de este show, no es lo mismo una función que otra.

—¿Cómo le gustaría retirarse de la escena? ¿Planificaría una última gran función de despedida?

—No, cuando me parta un rayo, o cuando tenga un alhzéimer impresionante, no como ahora, que de pronto no recuerdo el nombre de una persona con la que trabajé cuatro años. El otro día quería recordar el nombre de una persona que trabajó en el Maipo, un bailarín que cantaba, patinaba, fantástico, y no me acordaba. Jamás me había pasado, me puede pasar con una persona que haya tratado menos. Y al final llamé al Maipo para preguntar su nombre: Rubén Celiberti. Cuando en lugar de no acordarme de Rubén Celiberti no me acuerde dónde queda el Maipo, ahí me retiro. Pero hasta que eso no pase, yo me quedo. Si me quedo paralítico lo haré en silla de ruedas. Voy a dar lástima en el escenario, pero no me importa nada.

Sobre la inseguridad, la inflación y el engaño

Pinti no escatima su mirada crítica al hablar de algunos aspectos de la política de su país: "La mentira de que no hay inflación. Si yo, que tengo un buen pasar, que la plata que gano me la gasto después en Europa y en Estados Unidos en viajes, que son para mí importantes, y que viajo en primera, para que yo me dé cuenta que cien pesos no valen para nada, y me siguen diciendo 0,1 o 0,3. Me están tocando el ojete. Y que la inseguridad no existe, que es una especie de manipulación, digo, si en mi cuadra hay 3 asaltos todos los días, y yo no vivo en un lugar peligroso, quiere decir que la inseguridad está. No me gusta que me engañen", se despacha el actor.

El primer aplauso, difícil de olvidar

"No vengo tan seguido como quisiera, porque por suerte tengo mucho laburo en Argentina. Montevideo fue uno de los pocos lugares donde me aplaudieron de pie, sin conocerme nadie, porque yo no era popular, era un comiquillo de café concert", recuerda Pinti sobre su primer romance con el público uruguayo. "Fue con Historias recogidas, donde yo narraba la historia de la tragedia, desde los griegos hasta el tango, que yo había estrenado en el 73 en Buenos Aires, sin un éxito de público extraordinario ni nada por el estilo".

"Yo venía de una temporada desastrosa en Punta del Este, hecha por Lino Patalano, que sigue siendo mi empresario, y salvo Niní Marshall, que metía 80 o 90 espectadores, los demás nos pasábamos los espectadores unos a otros: nos reuníamos en El Mejillón y le pasábamos todos los espectadores al que tenía más, y los demás nos íbamos para la casa. Y nos habíamos quedado sin plata. Y Patalano nos dice, quédense acá que yo voy a traer plata de Montevideo, voy a arreglar una o dos funciones y que me den por adelantado".

"Porque en Punta del Este no estaba el público uruguayo. Y yo llegué a Montevideo con la capa caída, mal. Y debuté en Pocitos, en un lugar que se llamaba El Pub. En varios diarios nos hicieron una pequeña nota previa. En la primera función hubo 14 personas, y al segundo día, el sábado, se llenó. Y el domingo metimos ciento y pico. Fue una sorpresa tan grande, y todo ese público me decía que le gustaba el espectáculo, sin conocerme, porque yo parecía una persona culta, porque hablaba de Edipo, de las tragedias griegas, de Racine".

vea el videoCARLOS REYES

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

teatroEnrique Pinti

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad