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Crítica: "Casa de muñecas" en el túnel del tiempo

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Casa de muñecas

En El Galpón

El director argentino Marcelo Díaz escenifica un alegato feminista del teatro universal

El Galpón abrió la temporada con un clásico, un alegato sobre la mujer, sus derechos y su libertad. Y el título lo dirige Marcelo Díaz, cuyo trabajo es bienvenido para la plaza teatral montevideana.

El director argentino invitado tuvo algunos aciertos que hablan del cuidado que puso en su trabajo. Un detalle nada menor fue cubrir las butacas laterales, que en esta obra no se usan, con una gran tela negra, para evitar el reflejo de las butacas, que por ser de color blanco brillante reflejan la luz y distorsionan el trabajo de iluminación. Ese problema se vio, por ejemplo, en la temporada pasada con la obra Viaje al interior del jardín de los cerezos, y ahora fue resuelto.

Más allá de eso, Díaz logró algunos momentos teatrales y simbólicos potentes, como las escenas que giran sobre la figura de Marilyn Monroe. En particular, la idea más eficaz tiene que ver con la recreación de la inmortal escena, cuando el vestido blanco de actriz estadounidense se levanta movido por la fuerza del aire. Esa, una de las imágenes más famosas del siglo XX, entra en diálogo perfecto con el texto de Ibsen, multiplicando sus sentidos. Es muy interesante la dinámica que autor, y director, plantean sobre el erotismo y el infantilismo en la mujer, y sobre la relación de pareja y la infantilización de la esposa. La obra tiene una rica faceta psicoanalítica.

Otro recurso rico al que el director echó mano es la escena secundaria, al fondo arriba, que aprovecha bien la compleja Sala Atahualpa, logrando un lugar que cobra como una dimensión psicoanalítica. También es interesante ese juego del acreedor apareciendo dentro del mobiliario. En esos aspectos, Díaz es un director que sabe subrayar bien los elementos de la teatralidad, y jugar con ellos, incluso introduciendo humor en el drama. La escenografía parece apuntar al efecto, aunque el director hace un buen trabajo con los objetos en juego.

Quizá uno de los puntos flojos de la puesta tiene que ver con esa mezcla de cronologías que se da cuando una obra del siglo XIX se la trae a un mundo más contemporáneo, de datación incierta, en el que conviven usos, prácticas, costumbres e ideologías de distintos tiempos, dando como resultado como un collage de épocas. En algunos aspectos la obra es muy siglo XIX, y traerla al presente puede dar como resultado una fusión extraña, inverosímil. Principalmente en el peso de la mirada social sobre el individuo.

Actoralmente la puesta parece más defendida por los actores masculinos que por las actrices. Estefanía Acosta, en el rol de Nora, cumple justo con el papel, pero quizá le falte algo de singularidad, y de carisma para atrapar más al público. La actriz Silvia Novarese había dado muy bien con el registro de ese personaje en 1999 en Sala Agadu, bajo dirección de Mariana Wainstein, infundiéndole una fuerza enorme. Mucho más atrás en el tiempo, fue muy elogiado por la crítica de su tiempo el trabajo que la actriz Estela Medina había hecho sobre el personaje de Nora, en la versión que la Comedia Nacional hizo en 1954, bajo dirección de Orestes Caviglia, en el Solís. Ahora El Galpón abrió el año teatral con este clásico de Ibsen, buscando más el alegato que los matices. Y el resultado general, un poco lento, es una versión vistosa, ingeniosa.

ficha

Casa de muñecas [***]

Autor: Henrik Ibsen. Director: Marcelo Díaz. Elenco: Estefanía Acosta, Pablo Robles, Camila Cayota, Marcos Zarzaj y Massimo Tenuta. Escenografía: Santiago Espasandín. Vestuario: Valentina Gatti y Magalí Millán. Iluminación: Sofía Epíscopo. Música original e interpretación en escena: Nadina Mauri. Sala: Atahualpa, de El Galpón. Funciones: sábados a las 21.00 y domingos a las 19.30. Tickantel, $ 400.

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