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La Comedia Nacional entre el drama, la risa e Internet

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Núñez, Neurich y Blanco: complejo juego de relaciones en una extraña familia.

Texto: Romina Paula. Dirección: Andrés Papaleo. Dirección de arte: Diego Aguirregaray. Elenco: Stefanie Neurkirch, Leandro Íbero Núñez, Roxana Blanco, Diego Arbelo. Sala: Zavala Muniz, del Teatro Solís. Funciones: sábados a las 21 horas y domingos a las 20 horas. Entradas: $ 130, en TickAntel y en el Solís.

Un elenco compacto, un texto de interés, y una dirección creativa: tres elementos fundamentales para que un espectáculo funcione bien de principio a fin, y que deje algo en el espectador, tanto a nivel estético como reflexivo. Y un maestro que se esconde, detrás de la autora argentina Romina Paula: Tennessee Williams, cuyo El zoo de cristal es rehecho en escena desde una mirada distinta.

Las reescrituras de los grandes textos teatrales, de los clásicos, son una presencia frecuente en las carteleras de espectáculos de hoy. Y los argentinos saben hacerlo con solvencia. Al respecto se suele andar por uno u otro camino: en unos casos, como La máquina idiota, de Ricardo Bartís, se tomó Hamlet y se escenificaron unos insólitos ensayos, que se prestaron para un juego de metateatralidad. Algo similar hizo Ciro Zorzoli con Estado de ira (ambas obras se vieron en Montevideo), donde un ensayo de Hedda Gabler, de Ibsen, dio pie para todo un despliegue de teatro dentro del teatro. A nivel local, Algo de Ricardo, sobre Ricardo III, puede ser un buen ejemplo al respecto.

El otro camino es el que tomó Romina Paula, similar al que ha recorrido Daniel Veronese para ofrecer algunos de sus mayores aciertos escénicos, como Espía a una mujer que se mata, sobre Tío Vania, de Chéjov. En ese ejemplo, el texto resultante es más que una adaptación. Eso ocurre con El tiempo todo entero, en donde la autora toma algo del esqueleto del original, para darle una mirada propia al resultado, cargándolo de nuevos sentidos.

Concretamente, en este espectáculo basado lejanamente en El zoo de cristal, está la protagonista, pero su aislamiento de la sociedad tiene un sentido muy distinto. Para empezar, porque en lugar de refugiarse en un estante con pequeñas figuras de cristal, pasa sus horas ante la computadora, y evidentemente Internet le da un nexo con el mundo que la aleja mucho de aquel magnífico personaje de Williams. Stefanie Neukirch encarna el rol con firmeza, llevándolo parejo desde la primera a la última escena, y haciéndolo alternar entre los momentos de mayor tranquilidad y los de desasosiego.

El trío de actores que la acompaña aportan mucho también al resultado final: de hecho, la obra ganó el año pasado el Premio Florencio al Mejor Elenco, galardón que el espectáculo muestra merecer. Roxana Blanco hace un papel difícil (el de la madre), y una vez más sale airosa, llenándolo de vida y de soltura.

La dupla masculina no se queda atrás: Diego Arbelo y Leandro Núñez ya había mostrado gran capacidad para trabajar en equipo desde que hicieron Gatomaquia, bajo las órdenes de Héctor Manuel Vidal. Y logran hacer un dúo de buen equilibrio: Núñez más extrovertido, Arbelo más realista. Acá, en El tiempo todo entero, Núñez, en el papel del hermano, tiene un desempeño que le permite grandes excentricidades, mientras que Arbelo (el amigo que llega de visita), aporta el personaje más pegado a la realidad, que él realiza perfectamente.

Los méritos de la autora son muchos. Como había dicho Williams, El zoo de cristal es una obra que se inscribe en un tiempo. Y Romina Paula la reescribe en el suyo, en el nuestro. La relación de la protagonista con la computadora es uno de los elementos, fundamental, pero hay muchos más. El modo de sociabilizar de hoy no es el mismo, obviamente, que cuando Williams estrenó su magnífico texto. El director, Andrés Papaleo, también suma, pautando un trabajo físico de los actores, dándole buen ritmo a la representación, y haciendo brillar el humor del texto. El público acusa recibo del mismo, con cortas risas que buscan no desatender lo que pasa en escena.

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