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Bolani+Vázquez+ Calcagno: Con la complicidad del público

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Foto: María Fernández Russomagno.

Hay montajes teatrales que tienen historias muy ricas: El viento entre los álamos es uno de ellos. En Uruguay se estrenó por la Comedia Nacional en la Sala Verdi, el 14 de mayo de 2005, pasando al escenario mayor del ese mismo año.

El título fue muy bien recibido por el público y recorrió algún escenario más: ahora la Alianza Uruguay-Estados Unidos la está ofreciendo de nuevo, con el mismo elenco e igual director.

En ella, tres veteranos de la Primera Guerra matan el tiempo en un asilo para ex combatientes. Y en principio se podría pensar que de esa situación con tan poco margen de acción, no podría ocurrir mucho sobre el escenario. Pero sucede exactamente lo contrario. "Los tres personajes son bastante parecidos, con distintos matices. Supuestamente el mío es el más normal, entre comillas. Los tres tienen casi 80 años, son muy tiernos, muy compinches: la obra es agridulce, escrita en tono de comedia, pero el trasfondo es un gran drama", contó a El País Julio Calcagno, tan conocido por el público uruguayo como sus dos compañeros de elenco.

"Han pasado años desde el estreno, estamos 10 años más viejos, pero por otro lado el tiempo corre a favor, porque los personajes son unos viejos. Yo me siento muy feliz de hacerla, porque no es una comedia cualquiera, es una obra que hace reír mucho pero que es muy fuerte, muy dura. Por algo Tom Stoppard la tradujo con el nombre de Héroes, lo cual es muy irónico, como un garrotazo que le da a cómo los gobiernos han dejado tirado en esos lugares a esos miles de hombres que combatieron en la guerra", agrega Pepe Vázquez.

Y Jorge Bolani explica: "Mi personaje tiene una esquirla de bala en su cabeza, y en aquel 2005, fuimos encontrando para que su discapacidad se pudiera integrar al cuerpo. Porque podría haber sido un tipo con una venda en la cabeza, y como el autor pone, tiene unos desmayos. Nos podríamos haber circunscripto a eso, pero uno siempre se las ingenia para complicársela. Y le fui encontrando otro tipo de discapacidad física, como la forma de caminar, una cierta rigidez en las manos. Y todo eso empezó a funcionar muy naturalmente. No sé de dónde lo saqué. Una vez un espectador me dijo, yo soy médico, y su personaje está reproduciendo tal patología. Y a mí era como si me hablara en chino, porque lo que yo hacía parece que coincidió con una sintomatología".

"Esta obra la estrenamos con la Comedia Nacional con entradas agotadas desde el pique. Y después que bajamos de cartel, yo me jubilé primero, Pepe y Bolani después, y conversando entre nosotros dijimos que cuando los tres estuviéramos libres de la Comedia, volver a hacerla nuevamente. Y por suerte se concretó", afirma Calcagno.

"El gran hallazgo —agrega— es que en este reencuentro no hubo grandes problemas en el ensayo: es como si la hubiéramos hecho hace muy poquito tiempo, y los resultados se ven, por el público".

El texto de Gérald Sibleyras está, lógicamente, detrás de este montaje que funciona como un reloj. "El texto tiene un lenguaje muy llano, muy popular, nada intelectual. Es una de las obras que a lo largo de mi carrera me ha dado grandes satisfacciones, junto con La empresa perdona un momento de locura, y alguna más. La escritura es muy sencilla, muy simple, y se hace entender desde el arranque, no tiene ningún subterfugio. Al menos a mí es el tipo de texto que más me atrae", puntualiza Calcagno.

Y como siempre, hay otro protagonista invisible, el director, en este caso Mario Ferreira. "Para mí es un director que deja hacer. Que no apura al actor, a mí me gusta mucho su estilo, al igual que el de Jorge Denevi. Son directores que comprenden mucho al autor, que te deja construir el personaje con mucha tranquilidad, y también con ciertas pautas que da, que también te sirven mucho".

"Mario trabajó en la línea que él tiene de trabajo, que es muy austera, y a la vez muy delicada. No es una persona que hable demasiado, ni que haga grandes discursos a los actores. Él habla lo necesario, lo justo. Cuando pasamos la obra, él absorbe el ensayo, y luego lo que había seleccionado para decir, era muy justo, con mucha puntería. Yo lo he tenido como director en otros espectáculos y siempre noto que es muy observador, muy detallista, que usa las palabras necesarias", sintetiza Bolani.

Según Vázquez, hay diferencias entre hacer la obra adentro o afuera de la Comedia Nacional. "Desde el punto de vista de la recepción del público es igual. Lo que pasa es que cuando la hacíamos en el Solís el espacio era más amplio, las comodidades que teníamos en los camerinos eran otras. Además, todos los teatros tienen mil obras en cartel, y los compañeros tramoyistas desarman cada vez que nosotros hacemos la función y arman la escenografía de otra obra. En ese sentido sí, es muy diferente".

Con la experiencia que estos actores tienen, y con la que tienen en concreto con El viento entre los álamos, la función corre con mucha fluidez, quedando mucho margen para la soltura y hasta la improvisación. "Nos ayudamos un poco. Porque también estamos con muchos años encima, y hay momentos, por ejemplo, en que hay adjetivos que nos olvidamos. Y nos ayudamos entre nosotros, y eso potencia el humor", confiesa Vázquez.

Y Calcagno agrega: "La diversión que nos provoca es la misma que teníamos hace 10 años. Y es como una fiesta, el público se hace muy compinche de todos lo que hacemos nosotros: la función es con grandes risas, pero también con grandes silencios, y el público se manifiesta por la emoción y por la alegría".

Los tres reconocen que el trabajo escénico que demanda la obra es cansador, pero siempre gratificante. "Los tres salimos muy cansados, y en aquel entonces no tanto. Pasaron 10 años, que se sienten. Pero el aire que tiene la obra se mantiene. Además estoy haciendo Miedos privados en lugares públicos y Corazón de boxeador, y esos tres trabajos, casi al unísono, me matan, porque ya no soy un chiquilín", dice Calcagno con humor.

"Este texto es una de esas cosas entrañables, que no te ocurren con frecuencia. Es un texto que habla de cosas humanas, que ahonda. Y hoy en día está todo tan terrible. Está tan frivolizado. Han vaciado tanto la cabeza de la gente, con las estupideces, por un lado televisivas, y también la industria del cine, dominada por la industria norteamericana. Excepcionalmente ves una película con hondura, con contenido, pero lo que ellos hacen te diré que es un cine como para niños, Juego de tronos, El señor de los anillos, es como un cine infantil. Ahí no hay nada", remata Vázquez.

Un texto cotidiano que esconde su musicalidad.

Gérald Sibleyras comenzó su carrera en la radio, el jazz, el montaje, los guiones para televisión, pasando horas metido en las salas de cine, antes de su incursión en el teatro. De ahí que su cultura teatral sea tan cinematográfica. Su experiencia en radio le aportó una lógica pragmática en cuanto al uso del tiempo, la eficacia de las palabras y los ritmos de comunicación, condiciones indispensables para su escritura teatral. Influido por Nathalie Sarraute y Yasmina Reza, gusta de un teatro en el que no todo se explica, en donde es el espectador el que tiene que explicarse las cosas. Jacques Sereys, actor que dio vida a esta obra en Francia, considera que la manera de escribir muy fluida de Sibleyras es solo aparentemente común, "pero en realidad es precisa, rigurosa, y parecida a la música".

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Foto: María Fernández Russomagno.

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