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"No sé si estoy para bailar rock"

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Gerardo Romano. Foto: Francisco Flores
Nota a Gerardo Romano, actor argentino, en el Hotel Vivaldi de Montevideo, ND 20170510, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

El veterano galán argentino llega este jueves a la Sala Nelly Goitiño para presentar su unipersonal “Un judío común y corriente”.

Serán cuatro funciones en el Auditorio Nelly Goitiño, que permitirán el reencuentro de este destacado actor argentino con el público uruguayo. La cita es desde el jueves próximo y la obra, Un judío común y corriente, en la que Romano desarrolla un intenso unipersonal, cuyo personaje se expresa desde un lugar desesperado de un judío ante el tema del nazismo. "Mi personaje es un intelectual que se plantea si tiene que aceptar o no la invitación que le hace un profesor de historia de la secundaria, que está viendo con sus alumnos el tema del nazismo. Y los alumnos quieren conocer a un judío, porque en Alemania hay muy pocos judíos, luego de que hubo millones", cuenta el actor sobre su nuevo personaje.

En la piel del personaje, Romano pasará revista a los principales puntos de argumentación por los que considera que no debe aceptar la invitación, y de esa manera ilustrará a la audiencia sobre la problemática contemporánea de los judíos fuera de Israel, y sobre los problemas específicos que plantea para un judío la vida en un país cuya población vive bajo el peso de la historia.

"Hoy en día, en 2017, hay en Alemania 150 mil judíos, que son una gotita en el océano, entre los casi 90 millones de alemanes. Pensar que Argentina tiene casi 450 mil judíos, que en 45 millones de habitantes, es uno de cada cien. Y en el mundo hay solo 14 millones de judíos, pero se han destacado tanto a lo largo de la historia que parece que hubiera más", calcula Romano al hablar de este texto de Charles Lewinsky, que llega en español en la versión de Lázaro Droznes.

Pero el actor aclara que no todo será tormento, que los espectadores encontrarán también "el dorado humor judío, sin el cual no hubiera sido posible la sobrevivencia". La obra irá del jueves al sábado a las 21:00 y el domingo a las 19:00. Entradas en Tickantel a $ 1800 y $ 1500.

—Tú sos de hacer declaraciones públicas muy frontales. ¿Es por tu temperamento, o tiene un componente performático, como para romper un poco las convenciones?

—No sé si descubro que sea un mecanismo performático. Me parece que hay una multiplicidad de factores: tener una pertenencia setentista, una generación que hizo cosas, que dijo cosas, que no dejó nada para las otras generaciones, con sus errores y demás. También el tema de ser abogado y saber cuál es el borde, cuándo estoy vulnerando el derecho de alguien. Y hasta dónde puedo usar el derecho constitucional de opinar. Hay gente que pasa por la vida y no lo usa nunca, nunca, nunca.

—Tu personaje de "el director Antín", en El marginal, gustó mucho...

—Trabajamos muy bien, con una buena producción. Las escenografías fueron excelentes, eran reales, porque se hizo en una cárcel, como estaba. Como eran en la realidad, con esa sordidez. Y trabajar en la escenografía real ayuda mucho al actor. En el libro, el uruguayo Adrián Caetano escribió muy bien las escenas. Lo que hice es lo que él escribió. Captó muy bien esas características contrapuestas de los jodidos, que a la vez son muy simpáticos, seductores. Y el casting: el elenco, que además de idóneo, buenos compañeros. La generosidad es muy importante al momento de actuar con otro.

—Qué buena la escena de la pelea, cuando se agarran a las piñas con Claudio Rissi.

—Sí, yo estaba totalmente lastimado, estaba mal de una pierna, y me había lastimado un hombro, me había jodido el labrum: lo tenía con una tendinitis que no podía acariciarme el pelo. Y tenía la escena de la pelea, que la hicimos como pudimos. Pero con Claudio Rissi somos viejos amigos: también conocerse ayuda mucho a la escena.

—¿En qué está el rodaje de la segunda temporada?

—No sé, sé que medio que estaban pensándola para septiembre-octubre. Ojalá que se concrete. La gente la reclama. Y ojalá que yo esté, porque viste que los personajes a veces mueren.

—Este año se estrenaría La cordillera. ¿Cómo fue rodar esa película?

—Sí, que tuve el honor de hacer con Ricardo Darín y un director joven muy talentoso, Santiago Mitre. Trata de un tema muy vigente, que es la unión latinoamericana en materia de materias energéticas. Yo, que hago del jefe de gabinete de la Argentina, trato de convencer a Darín, que hace del presidente argentino, de hacer un gran tratado latinoamericano, en el que están incluidos los países del Pacífico. Fue un enorme esfuerzo de producción, porque se contrató a grandes actores de distintos países latinoamericanos, para hacer la cumbre de presidentes. Y finalmente Estados Unidos manda a un enviado con la plata suficiente como para sobornar al personaje de Darín, y a mí me dejan de lado, mirando el Río de la Plata. Esa película, como El marginal en la televisión, y esta obra de teatro, son para mí caricias de la vida actoral.

—Tú hiciste hace mucho obras como A corazón abierto, o Sexo, drogas y rock & roll, que tuvieron mucho éxito. ¿Hoy volverías a hacer algunas de esas obras o fueron para aquel tiempo?

A corazón abierto se podría volver a hacer, habría que aggiornarla en algunas cosas específicas de aquel momento. Pero tiene cuestiones que son eternas, como una parte referida a la paternidad, a la ausencia del padre, que son temas para siempre. Problemas existenciales. Sexo, drogas y rock & roll sería más complicado porque tenía un poco de baile y demás: ahora no sé si estoy para bailar el rock & roll. Pero A corazón abierto podría ser.

—¿Qué te demanda Un judío común y corriente en relación con aquellas obras?

—Esta nueva obra es más complicada, porque tiene una exigencia que no tenían aquellos unipersonales: obliga a un tránsito emocional mucho más comprometido. Es más difícil estar haciendo un solo relato, con cierta cronología. Y una carga emocional mucho más compleja para la escena más temida del actor, que es la de perderse. Quedar en blanco. Como cuando estás hablando con alguien y te olvidás de lo que estabas diciendo, pero ante 500 espectadores.

—Tú empezaste a hacer cine a fines de los 70. ¿Cómo cambió rodar una película?

—Imaginate, debo tener unas 50 películas, y 20 habrán sido con viejas técnicas, con celuloide, y el rollo corriendo por adentro de la cámara, haciendo un zumbido y por lo cual había que doblar todas las escenas: no había sonido directo nunca. Uno sabía que por más bien que dijera la letra, luego iba a tener que doblarla. Hoy desapareció ese ruido, y muchos actores que trabajamos con aquella tecnología, extrañamos ese zumbido. Porque el ruidito era la señal incontrastable de que en ese momento estabas filmando.

—¿Integrarías un elenco uruguayo?

—Sí, estuve a punto de caramelo de hacerlo. Había un sponsor de los chicos de El Tinglado, y les propuse hacer El enemigo del pueblo. Y aceptaron. Me divertía venir hacer teatro en Montevideo, y me pagaban muy bien. Pero el elenco, que eran numerosísimo, prácticamente no cobraba. Yo cobraba una fortuna, creo que eran 24 mil dólares, por dos meses de trabajo. Fuera un espectador o mil. Y me resultaba atractivo pero también chocante. Se lo comenté a los chicos que organizaban eso. No la hice, y finalmente llamaron a Juan Leyrado, y lo pudo digerir.

—El año pasado Leonor Benedetto hizo unos comentarios sobre vos. Cuando una expareja habla de vos, ¿cómo lo tomás?

—No hago comentarios públicos, hago exactamente lo contrario. Tampoco tengo mucho con quién hablar de relaciones viejas y tirarle mala onda a gente con la que he compartido momentos que en su momento fueron buenos. Prefiero acordarme de las virtudes. Se va acabando la fiesta y no va quedando tiempo para malgastar.

—Sos abogado, de todas las normas jurídicas, ¿cuál es la que te gusta más?

—La igualdad ante la ley.

"La televisión abandonó ese lugar totémico, que aglutinaba a la familia"

La carrera de Romano ha tenido puntos altos en cine, televisión y teatro, y el caso de la serie televisiva El marginal es un ejemplo de cómo este actor argentino de 70 años siempre vuelve al centro de la popularidad. La serie argentina de género policial lo volvió a colocar en el centro de los comentarios, por la fuerza de su personaje, el director Antín, el jefe de una cárcel, tan entrador como corrupto.

"Hay gente que mira El marginal, que creo que tiene 13 capítulos —no sé, porque yo no la vi toda—, que se encierra y se los ve en 15 horas, de un tirón, en Netflix. Los chicos jóvenes ya no ven televisión. Los de 40 y pico tampoco. La televisión abandonó ese lugar inmenso, de deidad, totémico, en el cual la familia se aglutinaba", comenta el intérprete.

"Canal 13, que programa Adrián Suar, hace muy poca ficción. Hace un programa de juegos y entretenimientos pelotudísimo, en el que la gente está dos horas llamando a un perro, que tiene que pasar entre unas botellas de plástico. Y si el perro con la cola voltea la botella, ganás un premio", dice.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Gerardo Romano. Foto: Francisco Flores

GERARDO ROMANO

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