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Nicolás lauber

La serie 1899 desconcierta. Y atrapa. Esa parece haber sido la combinación de sus creadores, Baran bo Odar y Jantje Friese, los mismos detrás de otro fenómeno de Netflix, Dark, la serie alemana de tres temporadas considerada como una de las mejores de la plataforma.

Dark también era extraña y dejaba más preguntas que respuestas en cada episodio. Ahora repiten la fórmula con 1899, que llegó el jueves a Netflix y ayer era lo segundo más visto en Uruguay del servicio de streaming.

"Intentamos ser muy fieles a nuestros fanáticos, a quienes le encantan los rompecabezas, pero que también conocen cada código y referencia cultural, y se les da muy bien juntar las piezas", dijo Friese a The Hollywood Reporter. "Queremos que sea una gran experiencia para ellos y que no sea demasiado fácil. Si sos de los fanáticos y ya lo has resuelto, deberías estar orgulloso de ti mismo, es una experiencia increíble".

Si es de los que se dejan llevar por las reseñas, 1899 tiene 85 por ciento de aprobación en el portal Rotten Tomatoes y una puntuación de 8.0 en el portal IMDB.

En los primeros episodios (son ocho de una hora en total) donde nada parece tener sentido, y las preguntas comienzan a acumularse. En 1899, la dupla (Odar dirige y Friese escribe) cuenta la historia del Kerberos, un barco que sale de Inglaterra con más de 1400 personas a bordo hacia Nueva York. Es, también como Dark, una serie coral, ya que hay una decena de personajes principales quienes, por su procedencia hablan en distintos idiomas, lo que puede resultar confuso al principio. Lo que sí tienen en común es que todos tienen algo que ocultar.

La trama se centra en Maura Franklin (Emily Beecham, de la serie Into the Badlands), una mujer que está en busca de su hermano perdido y cuya historia comienza a contarse poco a poco. Es, como toda protagonista de una historia de terror, la clave del asunto a resolver, aunque ni ella lo sepa. Claro que ¿cuál es el misterio y qué es lo que ocurre en ese barco transatlántico? Son algunas de las interrogantes que comienzan a surgir desde los primeros minutos. Hay que darle tiempo a la serie porque las respuestas llegan, pero a su debido tiempo.

En el barco también viaja un matrimonio francés que no se lleva bien, un español (Miguel Bernardeu, el de Elite) con su “hermano” sacerdote, una joven japonesa con su madre, y una comerciante. Todos ellos viajan cómodamente en sus grandes camarotes, mientras que algunos metros más abajo van hacinados varios pasajeros de menor categoría. La diferencia de clase, entre los de arriba y los de abajo, también es un tema a atender dentro de 1899.

Por debajo de todos ellos están los maquinistas, poco más que esclavos, que le dan carbón a las grandes calderas que mueven la embarcación a vapor. Todos ellos, desde la madre castradora y muy religiosa que viaja en la categoría más baja, como el capitán del barco (interpretado por Andreas Pietschmann, de Dark) o los hermanos españoles tienen asuntos que resolver y motivos para no volver. Mientras algunas tramas se revelan de manera anticipada, otras llevan varios capítulos para poder descubrirse.

Maura tiene una misión desde el inicio, encontrar a su hermano, quien le envió una carta desde el Prometeus, otro barco de la misma empresa que se perdió en el mar hace cuatro meses. Esa embarcación se sumará al misterio cuando llegue un mensaje por telégrafo dando su ubicación. El capitán no duda en ir a su ayuda, lo que no es bien visto por los pasajeros, ni el resto de la tripulación. Además, nadie quiere tener que ver con ese barco, mucho menos con volver a Europa. El mensaje de una tripulación que pide ayuda recuerda a las películas Alien y Barco fantasma que empiezan igual. También a series que han desconcertado a la audiencia como The O.A., Archivo 81, Lost o la más reciente Manifiesto. Claro que aquí no hay extraterrestres ni fantasmas, sino en el misterio que significa el cerebro humano.

Sin dudarlo Maura, el capitán, el sacerdote y algunos trabajadores dispensables visitan el barco. Una vez dentro, el desconcierto es total: no hay ningún pasajero, el telégrafo está roto y no hay signos de que haya habido violencia a bordo.

Encerrado, encuentran un niño que no habla y guarda con recelo una extraña pirámide negra. Ese objeto será parte, junto a otros, del puzzle que hay que armar.

De regreso al barco, las cosas no mejoran. Aparece un polizón, también un hombre extraño con un escarabajo verde, y todos a bordo comienzan a experimentar traumas del pasado, algunos más gráficos que otros. Eso se acentúa con una atmósfera melancólica, una estética muy cuidada y algunos símbolos que comienzan a repetirse en varios lugares y personajes.

Al igual que Dark, esta serie que mezcla el thriller con el terror y lo sobrenatural está tan enredada que no es sencillo encontrar una respuesta desde un inicio. Nada es lo que parece, y allí se encuentra lo mejor de la trama, en lo inexplicable que se vuelve a cada minuto. Como en toda buena historia de ciencia ficción, no hay más que dejarse llevar por la historia.

Con su misterio y horror, 1899 llega a buen puerto, aunque a veces resulta confuso el camino, sobre todo en los capítulos finales que dan varias vueltas de tuerca. Todo esto contado con un vestuario fantástico, buenas actuaciones, unas escenografías que son tan asfixiantes como hermosas, y varias canciones actuales pero adaptadas a fines del siglo pasado.

Lo que dejaron en claro sus creadores es que 1899 ya tiene su final escrito. Ahora queda en manos de Netflix el conocerlo en las próximas temporadas.