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Matías Alé y una historia de angustia

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Matías Alé en tiempos más sonrientes y menos feos.
Matías Alé , humorista, actor, personalidad de la television argentina

El mediático tuvo otro brote psicótico y no gana para disgustos.

Me he pasado tratando de explicar de alguna manera qué es lo que le está pasando a Matías Alé, pobrecito, que otra vez está internado y que recayó en eso de brote psicótico con delirio místico. O delirio místico con brote psicótico, nunca me acuerdo del orden de las palabras.

Esta semana volvió a ponerse mal pobrecito, y ya Rial tuvo con qué rellenar un programa entero de los suyos con un hombre que habló de todo lo que le pasó al actor. El señor este que no sé quién es dijo que los policías que lo asistieron decían que estaba “loquísimo” Alé, que les confesó que se había “fumado un porro” y que por eso estaba así.

No sé si será cierto, ya a esta altura de mi vida farandulera tengo claro cómo se manejan los programas de chimentos y todas las mentiras espantosas que dicen. ¡Si hasta dijeron que Alé había herido a su hermano con una katana! ¿Qué persona tiene una katana en su casa, me quieren decir?

Hacen que todo este drama de Alé, pobre Alé, parezca un chiste cuando en realidad me da una angustia que apenas aguanto. Cuando mi nieto me viene a preguntar qué me pasa, que me ve con la mirada perdida, yo le invento que estoy acordándome de su abuelo porque estaríamos cerca de nuestro aniversario. Es que él se enoja porque yo lloro por Alé, o lloro por toda la historieta de Fede Bal y Barbarita Vélez, o porque Martín Sarthou se va de Desayunos informales.

Son cosas que me hacen mal, pero él se enoja porque sabe que cuando me pongo triste me sube la presión, y él piensa que la farándula no es tan importante como para afectarme la salud.

¡Cómo no va a ser! Si yo pienso en Alé, en lo que debe estar pasando (si hasta piensa que es Dios) y me imagino si algo así de horrible le pasara a mi nieto. Ay, otra vez la presión me está subiendo.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Matías Alé en tiempos más sonrientes y menos feos.

columna faranduleraANTONIA RÍOS

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