El periodista devenido en mediático ya no es parte del show de Marcelo Tinelli.

He visto lo que escribió uno de mis colegas en esta columna sobre Fabián Doman, mi querido Ruben Rouben, y coincido totalmente, sobre todo en que los pantalones esos que usa (creo que se dice chupines, en mi época se decía “pantalón bombilla”) parecen bastante dolorosos.

Pero durante estos días me fui ablandando con este hombre que nunca me había resultado ni gracioso ni interesante. No sé bien qué le ven en Argentina, más allá que pueda ser medio lengua larga, que eso para el rating siempre está sumando.

Primero contó en el programa de Tinelli toda una historia sobre un galgo que adoptó, y la ley que están tratando de implementar en Argentina para que se prohiban las carreras de esa raza, y me compró. A mí y a todas las bailarinas que lloraban.

Yo creo que nunca les conté que tengo a Coca, una perra que está muy viejita ya pero que ha sido mi fiel compañera, y yo pienso siempre si a ella le pasara algo. No sé qué haría, menos puedo imaginármela en una situación de abandono. Chiquita.

Ahora Doman me cae mejor porque renunció al Bailando. No es que estuviera esperando eso, pero me sorprendió que reconociera con dignidad que bailando es de madera, y lo digo con respeto, y que no va a mejorar más.

“Tras haber visto la presentación de las diez parejas que participamos del duelo, he llegado a la conclusión de que he llegado al máximo de mi potencial. En ocasión de haber sido invitado a participar de las ediciones de los años anteriores, le planteaba a la producción que no podía hacer un gran aporte a un programa cuyo eje principal es un concurso de baile. Y eso después de tres galas, entiendo que no ha cambiado”, dijo en una carta.

Por ese gesto, señor Doman, yo lo aplaudí. Me parece muy valiente.

COLUMNA FARANDULERAANTONIA RÍOS