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La bailarina uruguaya que llegó al Cirque du Soleil

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Rosina Gil. Fotos: cortesía

Entrevista

Rosina Gil cuenta a El País sobre los desafíos y la aventura de ser parte de la compañía canadiense

Rosina Gil. Fotos: cortesía

Cuando estaba en primero de liceo, le encargaron al grupo una tarea que consistía en crear una escena dentro de una caja de zapatos, para mirar desde un agujereo en la tapa. Rosina Gil, que ahora tiene 34 años, había reprimido ese recuerdo. Fue su mamá, Luján Banchero, quien se lo recordó, y por algo muy especial. La temática de ese escenario era libre, podría haber hecho una casa o una escuela, pero a Gil se le ocurrió crear un circo. “Mi madre me dijo y me acordé de que hice todo con palitos. Hasta un trapecio con un muñeco chiquito colgado”, recuerda y le parece todo “muy loco”.

Es que en noviembre del año pasado recibió un email desde el Cirque du Soleil informándole que estaban interesados en su trabajo y que tenían un papel para ella. Le pidieron videos con pruebas específicas y en diciembre su vida dio un vuelco, “me llamaron y había quedado”, dice. Arregló todo con la compañía brasileña Deborah Colker, donde trabajaba hasta entonces, y se tomó un vuelo a Montreal, Canada. Así, la montevideana que estuvo en los comienzos de Julio Bocca como director artístico del Ballet Nacional del Sodre, pasó a ser la primera bailarina uruguaya en la escena del circo canadiense. El músico uruguayo Camilo Motta también es parte de ese universo, donde interpreta guitarra, violín, clarinete y saxofón en el espectáculo Crystal, la primera experiencia sobre hielo de la compañía.

Esa oportunidad la tomó completamente por sorpresa. La última vez que había tenido noticias del circo fue en 2008, cuando audicionó y quedó para un evento especial de la compañía en la Exposición Internacional de Zaragoza.

Esa experiencia y la anécdota de la caja fueron las únicas veces en las que Gil se imaginó en esa vida. Pero ahí está. Después de pasar tres semanas en Montreal -donde entrenan a los artistas para después enviarlos a los espectáculos que andan de gira por el mundo- aprendiendo su papel y zanjando todas las dudas sobre ser una integrante del Soleil, viajó a Tampa, Estados Unidos para incorporarse a Volta, un espectáculo con el que estrenó el domingo pasado y con el que andará por lo menos todo este año por ese país.

“Cuando supe a qué espectáculo iba, investigué y me emocioné. Volta trata sobre encontrar tu camino a través de tus pasiones, a través de lo que realmente te libera y te llena. Así se ha dictado mi vida. Siempre me he dejado llevar por los impulsos, me muevo hacia lo que me hace feliz”, relata Gil, y además le gusta resaltar la importancia que tuvo su madre en esta forma de vida: “Si no tuviera la tesón, la perseverancia, todo eso que ella me pasó, no sería nada”.

Volta - que narra la historia de un niño que nace con el pelo azul y es discriminado por todos - habla de la autoaceptación, de entender que lo que nos hace diferentes nos vuelve especiales. Es un espectáculo que toca mucho a Gil, que la sensibiliza y que, además, le permite seguir con sus pasos de ballet. Su papel es el de una bailarina que hace piruetas junto a un chico en BMX.

Es un mundo nuevo para Gil. Por primera vez baila en un escenario redondo, con el público a poco menos de un metro, tan cerquita que hasta siente los suspiros. Además, es un equipo más autodidacta. Al lado de la carpa principal hay una más chica donde todos están practicando todo el tiempo sus números. “Es diferente a lo que estaba acostumbrada, siempre con un profesor que dictaba. Acá, si bien a veces hay profesores, yo tomo mis auriculares, mi música y hago mi propia clase”, explica Gil, quien tiene pensado tomar talleres de ballet cuando pase con el circo por Nueva York.

De los años que estuvo en el Ballet Nacional del Sodre, reconoce que fue una de las mejores etapas de su vida. “Cuando entré, los salones no estaban terminados, ensayábamos en un lugar que era todo de revoque, con grafitis. No sabíamos si Bocca se iba a quedar, si la gente iba a apoyar. Terminó siendo todo maravilloso y lo que me gustó más fue la gira por el interior, era muy emotivo porque íbamos a lugares a los que nunca había llegado el ballet y bailábamos en canchas de básquetbol”, recuerda.

Rosina Gil. Fotos: cortesía
A dúo. Rosina Gil junto a su compañero, el japonés Nao Yoshida

Ahora, aunque anda por el mundo, tiene un vínculo asiduo con el ballet uruguayo y cada vez que viene por sus vacaciones lleva a la Escuela Nacional de Danza a bailar por los pasillos del Pereira Rossell. “Yo también he bailado ahí, porque ese es el sentido que le doy al arte, por un lado el de ayudar y por otro el de tratar de llegar a todos los públicos, y eso es algo que me da el circo, un espectáculo popular que está pensado para ver y disfrutar en familia”.

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