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A los 87 años murió Pinky, una pionera de la televisión del Río de la Plata

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Pinky

OBITUARIO

La conductora y periodista tuvo una carrera de 50 años en los medios; tuvo una trayectoria política y una vida que estuvo siempre un perfil alto

Pinky
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A los 87 años murió la periodista y conductora argentina Pinky , la “señora televisión”, quien atravesaba desde hacía tiempo un delicado estado de salud.

En 1956 y luego de haber dado sus primeros pasos en el mundo del entretenimiento como modelo, Lidia Elsa Satragno realizó su debut televisivo sin imaginarse que era el inicio de una carrera que la convertiría en una de las figuras más relevantes de la pantalla chica argentina. Más conocida como Pinky, se ganó no solo el cariño de la audiencia sino el de las múltiples figuras con las que trabajó a lo largo de los años y quienes, tras la dolorosa noticia de su muerte, acudieron a las redes sociales para dedicarle unas sentidas últimas palabras.

Un par de meses atrás, su salud se convirtió en una fuente de preocupación dentro del ambiente. Con más de 80 años de edad, el aislamiento obligatorio impuesto por la pandemia del coronavirus no fue nada fácil de superar y las afecciones físicas comenzaron a acumularse.

A mediados de 2021, Gastón Satragno —su hijo, fruto de su relación con Raúl Lavié— dijo a La Nación que “cuando arrancó la pandemia, mamá todavía caminaba, hoy no. Hoy en día ella no camina”. Sin embargo, se apresuró a aclarar: “Tiene muchas afecciones, pero, gracias a Dios, sigue estando lúcida. De hecho, el fin de semana hablamos de todo lo que pasó con las elecciones. Ella siempre me pregunta qué opino, cómo está la situación del país. Totalmente lúcida y despierta y, a veces, hasta me hace reír mucho”.

A partir de ese momento y a pesar de que no hubo más detalles sobre su salud, era un secreto a voces que se encontraba en un estado delicado.
“Yo me considero una periodista. Es lo que he hecho toda mi vida”, confesó a comienzos de 1997, cuando se preparaba para reaparecer como actriz en la temporada marplatense. Allí, como tantas otras veces, también habló de su amor por el teatro y de la felicidad que sentía al subir al escenario. Detrás de esas confesiones todos sabían que el romance de toda la vida pasaba por otro lado. Donde hubo amor verdadero fue entre Pinky y la televisión. Allí cumplió un ciclo de cinco décadas y media que se inició en 1956 y concluyó en 2001.

A los 19 años entró casi por azar en la televisión de los avisos en vivo y sus locutores como máximas estrellas del momento. Hizo de todo, aunque siempre fue vista y reconocida por sobre cualquier otro calificativo como la conductora estrella de la programación dedicada a la mujer. Esa concepción televisiva marcada por la división de género era una constante en aquellos intensos años 60 y Pinky llevaba esa idea a su máxima expresión poniéndose al frente de un par de títulos muy populares: Feminísima y Reunión de mujeres. Después se animó con Sabaditos a la TV para chicos, y también a conducir un programa ómnibus (Siete y medio) junto a su gran amigo Héctor Ricardo García, el empresario periodístico y creador del diario Crónica que luego se convirtió en productor de varios de sus ciclos.

También en aquellos años de temprano apogeo, y de la mano de Hugo Moser, hizo Ellos dos y alguien más junto al pintón cantante y actor Raúl Lavié. El romance entre ambos, al que siguió un resonante casamiento, fue la comidilla mediática de su tiempo. Y el nacimiento del primogénito de la pareja, Leonardo Peralta, llegó a ser más importante para la TV que la cobertura de la guerra de Vietnam, según se recuerda en el libro Estamos en el aire. Allí se cuenta también que fue tanta la repercusión pública del hecho que Pinky se vio obligada en una ocasión a saludar desde una ventana a una multitud congregada en los jardines del viejo Canal 9. Con los años, Leonardo desarrolló su vida y su carrera artística con su apellido materno (Satragno). Compartió con su hermano menor Gastón una extensa labor, por lo general ligada al ámbito de la música electrónica. Leonardo falleció el 10 de enero de 2019.

La política, que siempre estuvo presente en su vida, comenzó a asomar con fuerza en el terreno profesional ni bien se iniciaron los años 70. Pinky siempre recordaba que a los 17 años, su padre (un peronista visceral) la echó de su casa por haberse animado a expresar una temprana simpatía por el radicalismo. Y que muchos años después, tomando un café con Perón en su exilio madrileño de Puerta de Hierro, recibió un consejo clave para su futura tarea política. “No me iba a alcanzar con los votos. Tenía que diseñar la mejor plataforma si quería ocupar un cargo”, dijo años más tarde sobre aquella conversación.

Pinky
Pinky en Canal 12

En los años 70 empezó a tantear el terreno en el que, años después, elegiría instalarse renunciando a la vida mediática. En 1972 comenzó a entrevistar a figuras de la política en El público quiere saber, junto a Lucho Avilés, y un año después condujo por Teleonce el fugaz La noche de los peronistas. Sin embargo, la misma mujer que creía en los lazos estrechos de parentesco entre la TV y la política (“las dos a su manera brindan un servicio a la gente”) decidió abandonar la pantalla poco después y por propia voluntad luego de verse obligada a grabar un noticiero frente a personas armadas. Ya en plena dictadura militar, recibió amenazas del general Ramón Camps, tras negarse a hacer una serie de programas favorables a ese régimen. “Me dijo que me iba a tirar a un zanjón. Una vez me vinieron a buscar y me salvó el doberman. Al final, como siempre dije que no, me echaron. Creí que me iba a mi casa para no volver”, llegó a decir. Ese silencio duró varios años.

Pero volvió. Y lo hizo nada menos que al frente de aquella controvertida maratón televisiva de 24 horas en tiempos de la ocupación de las Malvinas, entre el 8 y el 9 de mayo de 1982, junto a Jorge Fontana. “Ese programa lo hice muy enferma y medicada, a pedido de mis dos hijos Leonardo y Gastón, porque la clase de uno de ellos estaba convocada. Después no pude dormir por varios días. Igual no me arrepiento”, se justificó más tarde.
Antes le tocó vivir la contracara de aquella experiencia. Fue la protagonista estelar de otro momento que también pasó a la historia de la televisión, pero por motivos muchísimo más gratos. Había sido convocada para conducir la ceremonia de despedida de la televisión en blanco y negro, que dejaba su lugar a la primera transmisión en color. Vestida de gala, enjoyada y más bella que nunca, dejó en ese 1° de mayo de 1980 una frase memorable con una sonrisa que parecía escapar de su cuerpo: “¿Y cómo hago para dominar la emoción si estoy aquí para despedir a una vieja amiga?”.

Muchos creen que aquella ingrata experiencia con Las 24 horas de Malvinas selló el final de una etapa y el comienzo de otra muy distinta en la carrera profesional y en la vida de Pinky. Había quedado atrás ese tiempo de reinado indiscutible de la “señora televisión” y desde ese momento comenzaba otro, en el que la dedicación todavía plena al mundo que la vio triunfar alternó con largas etapas de voluntario alejamiento o refugio silencioso en su bello departamento con vista al Jardín Botánico o en su amada Punta del Este, donde encontraba reparo, espacio y tiempo para recuperar su precaria salud.

De esas pausas siempre lograba tomar envión y sacar fuerzas para el retorno siempre fulgurante, digno de una estrella. En los años 80 se manifestó a través de una exitosa seguidilla de programas nostálgicos, que en la mayoría de los casos contaban en la producción con el sólido respaldo de su viejo amigo García. Se sentía muy cómoda allí pasando revista con sus palabras, presentaciones elocuentes, testimonios bien elegidos y nutridas imágenes de archivo a los hechos más destacados del pasado reciente. Así pasaron sucesivamente La década del 60, La década del 70 y Parece que fue ayer. Todos estos ciclos tuvieron como figura central a una Pinky radiante, segura de sí misma, en su mejor condición y con su mejor expresión. Vivió a través de ellas su última gran etapa televisiva, durante la cual también hizo realidad durante algunas temporadas otro viejo sueño: conducir un noticiero.

La despedida definitiva con alto perfil de la TV fue con un fallido ciclo de charlas nocturnas (Pinky y la conversación, en 2001) que terminó llevándola definitivamente al ámbito político.

Su tiempo en la TV se había terminado y el de la política no le brindó la trascendencia de antaño. Dejó en silencio la vida pública y de a poco se fue recluyendo en su departamento para mitigar los efectos de su maltrecha salud, cuyo efecto más ingrato era la dificultad cada vez más frecuente que tenía para desplazarse.

En marzo de 2018 volvió a hablarse de Pinky cuando se supo que había tenido que dejar su amado departamento del Botánico y el cuidado de sus plantas para alojarse en una clínica geriátrica de Palermo.

Junto a Chacho Fontana compartieron en noviembre de 2018 el último momento verdaderamente grato de la vida profesional de Pinky, con el homenaje compartido que recibieron en la fiesta de entrega de los premios Martín Fierro.

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