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Las nuevas y las viejas maneras del Carnaval

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Araca la Cana, una murga histórica que pone en tela de juicio los formatos. Foto: A. L. De Brito

Las murgas jóvenes y las tradicionales plantean cambios.

Hace ya un tiempo se habla sobre un cambio que se viene gestando en las formas de armar un repertorio de murgas. Un formato distinto, iniciado por las nuevas generaciones murgueras, está tomando fuerza. Es un estilo fuertemente vinculado a las denominadas murgas jóvenes entre las cuales La Mojigata podría ser vista como la pionera.

La expresión artística llamada murga es cíclica porque su objeto es reflejar a la sociedad y es ésta la que se modifica. Sucede así casi todas las décadas y cada vez que se vislumbra el cambio se empieza también a generar polémica sobre su validez.

Este año, dos de las murgas más renombradas intentan desde sus libretos y de distinta manera cuestionarse desde arriba del escenario qué tipo de murga deben ser.

Araca la Cana y Falta y Resto trasladan la discusión al público cuando en sus repertorios cuestionan lqué cuplés deben hacerse o deben descartarse en libretos. Lo hacen desde la identidad adquirida por su carrea y poniendo en tela de juicio los formatos, no a la murga.

"Esto es Araca, esto no es Araca", "la Falta no hace este cuplé, no es nuestro estilo". Desde allí se generan cuestionamientos que no profundizan y quedan en la actuación como autoreferenciales y evocativos sin permitirse cuestionar los paradigmas.

La discusión que en otras épocas pudo haberse dado entre murgas de izquierda o derecha; de la Unión o de La Teja, o que a fines de la década de 1990 se polarizó entre Contrafarsa y Los Diablos Verdes, parece haberse traspasado con la llegada de la murga joven a las murgas que cantan y las que no. Esto tiene más que ver con la potencia de los coros y la prioridad que se le da en el conjunto de la actuación.

Sin embargo la verdadera modificación va por otro lado y tiene más que ver con los contenidos y la forma de abordaje de los temas, que con lo estrictamente musical.

Vieja historia.

El cambio no es nuevo: empieza a gestarse en 2001 con la primera participación de La Mojigata en carnaval, severamente cuestionada por mucho tiempo.

La murga estuvo 11 veces en el concurso y su mejor ubicación fue dos sextos puestos. Su última participación fue en 2012 y si bien quienes se rigen por la competencia sólo recuerdan los primeros premios, esa murga desafinada, políticamente incorrecta e irrevente, inició un camino solitario que hoy va transformándose en el rumbo de la categoría.

Este nuevo estilo de murga, es una forma distinta desde su concepción, generalmente de creación colectiva y mayoritariamente de interpretación grupal. No anula la figura del cupletero pero tiende a quitarle protagonismo.

Es un estilo en el que se define una temática que usualmente tiene que ver con las conductas humanas y sociales, y ese tópico se utiliza como el tamiz para abordar situaciones de la actualidad. Además se vuelca fuertemente al humor absurdo y la ironía dejando de lado el doble sentido y las formas de humor que se nutren de la denigración de la persona por su condición sexual, física, de género, de discapacidad. Y dejan de lado los discursos descriptivos que se limitan a enumerar los hechos que suceden en el año buscando el humor a través de la rima. Eligen deliberadamente que temas ignorar o cuales abordar y cuando se hace una aproximación a determinada temática, generalmente es atravesada por la idea fuerza del espectáculo.

Muchas pueden ser las diferencias pero la gran variación no tiene que ver con lo que estrictamente sucede en el escenario, si no al lugar en que nos pone como público. Nos saca de la pasividad y tiene como objeto movernos de nuestro círculo de comodidad y transformarse en el espejo a través del que se mira a la sociedad.

Lo consigue cuando el mismo público que se rió o festejó los distintos pasajes del espectáculo se encuentre en el desenlace percatándose que lo que se critica es una conducta en la que cae habitualmente. Que así somos.

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Araca la Cana, una murga histórica que pone en tela de juicio los formatos. Foto: A. L. De Brito

El carnaval empieza a mostrarse

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