Publicidad

"El rock es para los inconformes"

Compartir esta noticia
"El rock siempre tiende a eso: a negar al que estuvo un ratito antes", dice Lagos. Foto: F. Ponzetto.
Leandro Lagos, Leo Lagos, musico, conductor de radio y humorista uruguayo, ND 20151109, foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

A Leo Lagos el rock nacional de la década de 1980 le cambió la vida definitivamente. Tres décadas después de aquel primer encuentro con Los Estómagos publicó la novela gráfica Quiero puré - Memorias del rock nacional Tomo I (1983 - 1989).

Este libro, el primero que publica con su nombre real, reflexiona sobre qué fue ese movimiento, qué lo impulsó, qué lo generó y cómo fue que llegó a su fin. La que mantuvo el humorista, músico y realizador visual con El País es una charla sobre cómo el tiempo y la música se potencian y transforman.

—¿Por qué te dicen el talibán de la música?

—Por una mezcla entre que me gusta provocar, discutir, opinar y la forma en que lo hago: yo sé que cómo lo digo puede caerle mal al otro. Somos un país que tiende a limar las diferencias y nos impulsa a quedarnos con aquello que nos une, y yo no estoy de acuerdo con eso.

—Gustavo Parodi dijo que el Uruguay no está apto para el rock. ¿Qué opinás?

—No podría estar más de acuerdo. Si definís al rock como una música que debería canalizar inconformidad, es normal que todos los países sean reacios al rock. En la mayoría de los lugares el rock no es una cultura mayoritaria, pero este país, como es tan chiquito, puede ahogarte con facilidad. Al tipo más rockero lo termina domesticando.

—A pesar de que te formó el rock posdictadura, desde hace 25 años tocás en The Supersónicos, una banda de surf rock que suena muy distinta a ese sonido que te cambió la vida.

—Los Estómagos fueron mi formación en la música, en el periodismo cultural, en mi forma de ver la política y la música, pero en cuanto a tocar, creo que lo menos adecuado para el rock es una actitud de adoración. Si yo hubiera hecho una banda basada en Los Estómagos estaría traicionando su propio espíritu.

—¿Qué necesita una banda para volverse un movimiento?

—Tiene que acompañar el tiempo. Alguien me dijo: "en los 80 era el rock nacional pero en los 90 nadie hablaba en esos términos, porque fue una época individualista". Yo no lo había pensado hasta que me lo dijeron, y esto es lo bueno de discutir sobra la música.

—¿Y en los 2000?

—Pasó lo mismo. ¿Qué banda más parricida que Astroboy? Lo que hacían era mirar hacia Inglaterra y escupir sobre la generación anterior. En los 90 la respuesta hubiera sido: "sí, los conozco, pero yo hago otra cosa", y ellos te respondían: "¿quiénes eran Los Estómagos?". El rock siempre tiende a hacer eso: a negar al que estuvo un ratito antes.

—Sin embargo muchas bandas actuales dicen que masticaron la información musical previa antes de empezar a componer. Incluso nombran entre sus referentes a músicos locales.

—En cada época hay bandas que siguen una corriente que es la de la visión imperante. Yo creo que si querés tener una banda que esté en el momento adecuado, tenés que tener una visión integradora de lo que pasó antes. Hay ejemplos bien puntuales, como Hablan Por La Espalda que se sumergió en el candombe beat o todas las bandas que surgieron mirando al blues, pero a lo sumo el blues de Pappo. No quiero decir que no sean honestos, pero hay como una moda de rescatar del pasado a bandas como Los Delfines o Tótem.

—Dijiste en una nota que estamos en la era de los managers; sin embargo aquí también se vive el auge de la autogestión.

—En Montevideo todos los lugares pequeños se fueron deshaciendo y solo sobreviven los más grandes, y eso también pasó con las bandas. Entonces hay bandas ultra profesionalizadas y luego las bandas pequeñas, que son de autogestión. Esas no tienen un lugar para tocar para 100 personas: se lo buscan. Pero al mismo tiempo no podemos negar que estamos en la época de las carreras de gestión cultural. Se combinan las dos cosas.

—En Quiero puré decís que ver a esas bandas tocando en vivo te transmitía la seguridad de que vos también, sin conocimientos académicos, podías hacerlo. ¿No crees que hay algo de ese espíritu en esas bandas jóvenes que están compartiendo su obra sin intermediarios?

—Para mí esto no tiene mucho de ese rock, como yo tampoco lo tuve. Me parece que es una forma de hacer música distinta y que está bien: se tiran a tocar sin saber. Pero también hay una tecnología que posibilita que graben que antes no existía, entonces es como si al do it yourself del punk le agregarás una especie de ready made. Hoy hay más discos que lugares para tocarlos.

—¿Eso como afecta la relación de la música con su público?

—Para mí la forma de conocer a una banda era el vivo. El camino natural era un circuito de un año tocando y luego grabar el disco, con los temas que sabías que funcionaban, y ahora es al revés: son cuatro pibes que se juntan, ensayan en una casa, empiezan a grabar, a mezclar y tiene el disco antes de tener 10 recitales arriba. Son formas distintas de hacer las cosas, no es mejor ni peor. Sigue habiendo insatisfacción, pero no sé si es por no encontrar lugares donde tocar o es acerca de qué debiera ser la música. El rock en los 80 era algo contracultural y es difícil que hoy lo siga siendo, porque en todos los lugares del mundo ves que termina siendo algo que si la sociedad lo adopta, lo lleva del margen al centro.

—¿Cómo se podría medir la autenticidad en una banda?

—Tiene que ver con la forma en que te acercás al instrumento y componés una canción. Con que lo que estés haciendo sea realmente lo que te guste hacer y no estar buscando otra cosa. Me pasa mucho con la cumbia, me cuesta mucho creerles a esas bandas que graban en base a una composición de teclado que hizo un tipo, y luego van otros cinco y lo defienden como pueden y hacen seis escenarios en una noche, pero no compusieron.

—O los que tiene un productor que hace el trabajo musical.

—O AC/DC, que está todo el año haciendo una gira multimillonaria para vender su disco. Y escucho bandas alternativas jóvenes y me doy cuenta enseguida de que "quieren ser Fulano", y ahí se me cae todo. No están buscando ser ellos, sino parecerse a otro.

—Hablás en tu libro de lo difícil que es ahora que una banda te defina. ¿Es una consecuencia del acceso inmediato y gratuito a miles de bandas por internet?

—El punto es lo que la gente le pide a la música. Ahí está la diferencia esencial entre los 80 y el resto del tiempo. ¿Qué le pedís a una canción nueva? ¿Qué te conmueva? ¿Sentirte parte de algo? ¿O algo que suene de fondo para que no moleste el silencio? Creo que el rock hoy tiene la función de distraer y entretener, es casi una banda de sonido de una película que se juega en otra parte, porque la trama puede ir por otro lado que el argumento musical: es como una mala música de cine. Ya no nos cuestionamos a través de una canción para qué sirve la vida, para qué sirve la política o hacia dónde voy.

—¿Qué aportan hoy los mega recitales?

—Es la banda de sonido para lo realmente importante: ser parte de, juntarme con, sacarme una selfie en el estadio, subir la foto mientras hice la cola para tener la entrada. El show es tan importante como la foto tuya saltando viendo a los Rolling Stone. Porque eso es lo que les pedimos, que me brinden la posibilidad de subir una foto nueva dejando constancia de que yo estuve ahí.

—¿Cómo te llevás con el rock de otras generaciones menores?

—No quiero ser un viejo cascarrabias, quiero entender cuál es la emoción que formó a otros jóvenes. A este libro le puse Tomo 1 porque quise escribir sobre qué fue para mí ser adolescente y sentir que el rock me cambió la vida. Y me gustaría poder dialogar entre generaciones y entendernos. Me gustaría que el Tomo 2 lo hiciera alguien que fue adolescente en los 90 y explique qué le pedía al rock. Y un Tomo 3 sobre los 2000 y saber por qué un pibe se sacaba fotos con Carmelo Vidalín. Y un Tomo 4 de los 2010; sería un diálogo de memorias y de formas de acercarnos a la música para poder entendernos.

—Después de todas estas reflexiones, ¿qué fue el rock de los 80?

—Hay muchas respuestas. Hay una idealización muy grande de esa época, ahora me pregunto, ¿realmente Los Estómagos eran tan buenos o los adoraba por pelear a mi hermano que era fanático de Los Traidores? No fue un movimiento masivo: en mi clase del liceo éramos 40, solo dos escuchábamos rock y uno de nosotros odiaba el rock nacional. No fue una banda de sonido de un contexto, fue la cosa nueva. Lo que pasó es que editó varios discos (unos 15) que se escuchaban mucho, porque no era algo común, y sacar un disco era algo tan importante que te llevaban a la televisión. Hoy tratar de reproducir eso no tendría sentido, porque no creo que el espíritu del rock de los 80 sea el único del rock, y estoy convencido de que está bien enterrado, desde 1989, que fue cuando terminaron las circunstancias que hicieron posibles este tipo de música.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"El rock siempre tiende a eso: a negar al que estuvo un ratito antes", dice Lagos. Foto: F. Ponzetto.

Leo LagosMARIÁNGEL SOLOMITA

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Leo Lagos

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad