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El regreso de una banda que dejó huella en el rock nacional

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La Trampa. Foto: archivo El País
Nota a Alejandro Spuntone, Carlos Rafols, Garo Arakelian e Irvin Carballo, integrantes de La Trampa, banda de rock uruguayo, ND 20160906, foto Darwin Borrelli
Archivo El Pais

Charla con La Trampa, que anunció su vuelta a los escenarios para 2017.

Entre tantas cosas que provocarán risa durante la charla, el guitarrista Garo Arakelian dice que en realidad La Trampa se separó por culpa de las camionetas: estaban cansados de escuchar los mismos chistes mientras iban de acá para allá. Nada de eso es cierto: ni los chistes los distanciaron ni La Trampa se separó. Más bien entró en un misterioso modo pausa en 2010, sin demasiadas aclaraciones, y ahora decidió desactivarlo para volver a poner en marcha un motor rockero que supo hacer ruido.

Esta semana, el grupo anunció que el 23 y 24 de marzo de 2017 volverá al Teatro de Verano, pero aún no hay información sobre la venta de entradas.

"Esto fue rapidísimo", reconoce el cantante Alejandro Spuntone. "Hace un tiempo coincidimos con Garo en el show que se hizo en el Sodre por Dino (Gastón Ciarlo, músico afectado por el tornado de Dolores) y hablamos de música, de cosas, y en un momento surgió: che, ¿vamos a tocar de vuelta las canciones? Así como cuando dejamos no dimos demasiadas explicaciones, cuando decidimos volver no teníamos más que las ganas de hacerlo y los contextos de nuestras vidas que nos permitían hacerlo".

Este encuentro entre Arakelian —que en 2012 editó su disco solista Un mundo sin gloria y ahora se acaba de unir con Diego Presa y Franny Glass para formar el trío El Astillero— y Spuntone —que desde 2010 viene tocando a dúo con Guzmán Mendaro y le va muy bien— fue en mayo pasado, y el paso siguiente fue completar el cuadro. Llamaron a Irvin Carballo, el último baterista de La Trampa que desde entonces no dejó de tocar en distintos proyectos, y luego a Carlos Ráfols, el penúltimo bajista. Su caso era diferente: cuando se cansó de estar en una banda y decidió que su prioridad era acompañar el crecimiento de sus hijos, no tocó nunca más.

"Yo desde que me fui no hice nada relacionado a la música", cuenta y sus compañeros le aseguran que en el ensayo quedó claro. Se ríen como si durante todo este tiempo hubiesen estado riéndose así, aburriéndose de esos chistes a los que Arakelian hacía referencia. "Yo quiero recalcar que yo tengo excusas, desde 2007 no toco y hay gente acá que…", contraataca el bajista. Más risas.

Ráfols y Carballo coinciden e que la propuesta los tomó por sorpresa, porque no se imaginaban que La Trampa iba a tener, en algún momento, otro capítulo que escribir. Pero también coinciden en que no lo dudaron y en que lo primero de lo que hablaron cuando dijeron que aceptaban el desafío, fue de las nuevas canciones. Porque La Trampa volvió justo para eso: porque tiene cosas nuevas para decir.

"Y en las cosas que hemos hecho nos ha ido bien, porque en el mundo de la vuelta hay otra escena que es la del fracaso. Que no sea así es algo que dignifica esto, por eso es mucho más que la necesidad de volver a recrear algo que te dio cosas", resalta el guitarrista.

Por si faltaba algo, el primer ensayo incluyó 10 temas, fue como un recital de grandes éxitos y estuvo buenísimo, dicen.

Lo que fue.

El 26 de febrero de 2010 La Trampa se subió por última vez a un escenario. Fue en Paso de los Toros y sin tener claro que después de eso iban a pasar siete largos años.

Mientras esta banda que arrancó a principios de los noventa estuvo activa, consiguió cierto respaldo de la crítica, buenas ventas de discos y una popularidad impensada para un grupo que mezclaba hard rock con tango, folklore, que tenía algo de metal y una elaborada poesía. De una inexplicable manera, convocó a los rockeros, a los cumbieros, a los que no les interesaba la música y los mezcló en un solo pogo.

"La mayor parte de los que se autodefinen como artistas te van a decir que no les importa la popularidad. Hemos aprendido que hay una desesperación, que a medida que pasa el tiempo aparece, que es tratar de ser populares", dice Arakelian en referencia a esa popularidad que los llevó a, por ejemplo, tocar ante más de 100.000 personas en alguna edición del Pilsen Rock.

"Y esa fue una de las razones por las cuales parte de la movida del rock, durante mucho tiempo no nos mandó vectores de amor: fue todo lo contrario", asegura el guitarrista.

Tan popular fue La Trampa que incluso tiene una banda tributo que está muy activa y que suele llenar las salas donde toca. "Yo los fui a ver una sola vez", cuenta Ráfols, "y me fui muy avergonzado… Porque tocan infinitamente mejor. Y tocan temas que no conozco, cuando llegué a mi casa dije: ¿puta, pero yo toqué ahí?". Los demás no paran de reírse.

Lo que es.

"Volver a tocar es una herramienta, no es un fin. Es la única forma que tenemos de poder a manejar un tipo de energía que sólo nos sucedió con La Trampa, que no tiene que ver con lo que hemos hecho por separado", señala Arakelian quien, como antes, es el compositor del grupo.

Cree, igual que sus compañeros, que ahora Uruguay está viviendo una crisis y que, por algún motivo, a las nuevas generaciones no les interesa hablar de eso en sus canciones. No es que esté mal, pero ellos no tienen intenciones de calmar su urgencia. "Estamos defendiendo un alma que se para en el presente pero es un alma antigua", apunta.

—¿Esa energía propia de la banda, sigue estando?

Alejandro Spuntone: Está ahí. El lunes ensayamos por primera vez y para mí fue como que no hubiera pasado tanto tiempo. La banda sonó como sonábamos, con los errores típicos de no tocar pero la sensación que me llevé fue la de que esto sigue andando. La energía está intacta y renovada, te diría.

—Pero tiene que haber una exigencia emocional en volver a ser La Trampa, en convocar a un público que los reclamó y se preguntó qué pasó.

Garo Arakelian: Sí, pero hay una diferencia. La gente en general no te pide temas nuevos, por eso el argumento que sostiene todo esto, además del pasado y lo capitalizado en tiempo y obra, es lo nuevo. Y es muy poca la fracción de público que quiere cosas nuevas, la gente quiere escuchar lo que fue.

—Y hay que ver qué querrían de eso que fueron, porque ustedes pasaron por el famoso: "se vendieron".

Spuntone: Uh, sí. Nosotros con todos los discos fuimos renovando público y perdiendo otro que no quería lo nuevo. Pero nuestros discos se caracterizaron por ser diferentes al anterior, entonces lo de venderse o no venderse está más allá de nosotros. Dejamos de tocar cuando podríamos haber estado años tocando y haciendo plata.

"Plata y papelones", dice Garo. Y todos se vuelven a reir.

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La Trampa. Foto: archivo El País

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