El primer disco de Tove Lo, Queen of the clouds (2014), era una exploración de las relaciones amorosas entre estribillos tan potentes como grandiclocuentes y envolventes.
Ese disco llegó bastante lejos, aunque no la convirtió en una estrella de las dimensiones de Rihanna, Beyoncé o Taylor Swift. Pero Lo no anda demasiado lejos de esa elite, y este es apenas su segundo disco. Este nuevo trabajo sigue en la línea del debut y gran parte del equipo que hizo ese disco sigue presente acá . Es probable que Lo haya pensado que para qué tratar de arreglar algo que no está roto.
Pero también es posible que Lo haya encontrado un estilo y un sonido que la identifica y que, más allá de mínimos retoques, se puede llegar a mantener inalterado. Ella le canta al amor y al dolor con una franqueza bastante inusual para una estrella pop, y lo hace en temas que, siguiendo la tradición sueca, funcionan como pequeños manuales de composición y producción. Las fórmulas impuestas por gente como Denniz Pop primero y Max Martin después (y una legión de colaboradores contratados) siguen vigentes y Lo las usa en su provecho. El disco reluce en sus casi 40 minutos, con canciones que parecen hechas en un laboratorio "high tech" y que atrapan gracias a una superficie inmaculada, diseño de alto nivel y la agridulce voz de la protagonista.
CRÍTICA - DISCOS