Publicidad

La Orquesta Participativa de Soriano, música del interior que se hace oír en el mundo

Compartir esta noticia
Ignacio Algorta

Crónica

Una charla con Ignacio Algorta, quien llevó adelante un proyecto que construyó una orquesta desde la nada y que ha sido saludado desde Estados Unidos

Una chica de Artigas a la que su padre le regaló una guitarra con el sticker de una mariposa, para que volara con la música. Un muchacho que vendría a ser el Mozart del barrio Pintadito. Un egresado del Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla de Buenos Aires. Un electricista. Una maestra. Un inspector de ruidos molestos. Un montón de personas más, todas del interior uruguayo, y al frente un montevideano. La historia de la Orquesta Participativa de Soriano podría ser una película independiente europea y le arrancaría sonrisas y lágrimas a más de una persona. La de la Orquesta Participativa de Soriano es una historia de inspiración.

El primer instrumento de Nacho Algorta fue el piano. Estudió desde niño y antes de la mayoría de edad ya giraba por Argentina como integrante de Abuela Coca. Enseguida apareció Hereford, aparecieron suplencias en Los Terapeutas y Once Tiros y más grupos del circuito, una propuesta del baterista Osvaldo Fattoruso para tocar los viernes en un boliche y el ingreso a la Escuela Universitaria de Música (EUM), con el único objetivo, parecía, de ser concertista.

“Tenía unas certezas muy claras, ya desde antes, de que la música era algo muy trascendental en mi vida”, dice ahora, unos cuantos años después, en charla con El País.

Algorta venía de una familia creativa pero fue en la EUM, cuando se decidió a estudiar composición, que entendió que estaba viviendo dos vidas paralelas en lo artístico, que la música popular seguía un camino y la académica otro, y que no parecían tener demasiados puntos en común, posibilidades de convivencia.

Cuando en la Escuela se abrió la cátedra de dirección orquestal supo que ahí estaba su lugar, y cuando finalmente concretó la Orquesta Participativa de Soriano (OPS) pudo hacer que esos dos mundos que había habitado por más de 10 años se unieran, retroalimentaran y afianzaran.

“La carrera de músico tiene un montón de enseñanzas artísticas que son inumerables”, dice Algorta. “La mayor enseñanza es que tenés que hacer música con lo que venga: te subís a un escenario y tenés que tocar, punto. Sos lo que sos y ya está. Esa creo que es la enseñanza de cómo funciona la música popular, porque la académica funciona sobre la base de que vos tenés que ir hacia la perfección, que es ir a interpretar un acervo que está en continua revisión. Es como arqueología musical. Y el punto de unión yo lo logré cuando surgió la Orquesta Participativa”.

Cuando en octubre de 2016 el músico, arreglador, compositor y director de orquesta llegó a Mercedes, Soriano, convocado para preparar un concierto de villancicos de orquesta y coro, se encontró con que no había orquesta sino un grupo de personas que tocaban algunos instrumentos y, por ejemplo, un único violín. Nada más.

De repente alguien alrededor de esa mesa, en aquel primer encuentro, se acordó de un cuarteto de cuerdas de Artigas, y otra persona nombró a alguien de Fray Bentos, otra a alguien de Colonia, “y a las dos semanas había un grupo de 50 personas tocando instrumentos con cuerda, metales, madera. Todo el conjunto. El tema es que había músicos de nivel profesionalisimo y de repente había una enfermera, trabajadores del BPS, de la construcción. Todos, porque había que hacer una orquesta. En ese momento fue que se unió toda mi vida musical”.

El desafío inmediato, ante una formación tan dispar, fue hacer que la música fuera “a medida”: Algorta se encargó de escribir para cada persona, para que todos pudieran aportar, y el resultado fue “un éxito”.

De ahí en más y con el respaldo de la Intendencia de Soriano (y el apoyo de la de Artigas, sobre todo en movilidad), la formación se configuró como una orquesta regional. Hoy, el promedio de edades está entre los 20 y los 40 años, aunque hay niños y también personas mayores de 70. Hay sorianenses, artiguenses, salteños, fraybentinos y colonienses y así.

En 2017 hicieron un homenaje a El Sabalero con el que recorrieron el interior, tocaron en Argentina y luego en el Auditorio Nelly Goitiño de Montevideo, a sala llena. En 2018 realizaron un concierto con Hugo Fattoruso y Albana Barrocas en el Teatro 28 de Febrero de Mercedes, y parte de eso está en el corto documental Cuatro movimientos a orillas de un río. Y para 2020 se había planificado un espectáculo sobre repertorio de Jaime Roos, que se modificó a causa de la pandemia y en el que trabajan, de momento, vía Zoom.

Eso sí: cuando en setiembre la OPS recibió una mención especial del jurado de los Premios Graffiti, se reunió en la Plaza Independencia de Mercedes y, al aire libre y con protocolos, hizo un concierto y dio una vuelta olímpica para celebrar el reconocimiento. La de la Orquesta es una historia de inspiración, y se celebra a pesar de los contextos.

“En todo este proceso fui escribiendo lo que iba aprendiendo”, dice Algorta. “Porque en el mundo de la música académica generalmente aprendés a esforzarte mucho para tocar músicas complejas y cada vez dar más de vos, y esto fue a la inversa: adaptar la música para que se adapte a las personas”.

Lo que documentó, esa tesis, fue presentado en la Universidad de Oberlin, “un Harvard de la música clásica, en Ohio, de donde salen todos los músicos para las orquestas de Cleveland y Chicago. Y se interesaron por lo que estaba haciendo”. Entrevistas e intercambios mediantes, “Ohio-Nueva York, Nueva York-Montevideo, Montevideo-Mercedes, tenía a una delegación de una de las universidades más prestigiosas de música clásica de Estados Unidos tocando con la Orquesta Participativa”.

Para agasajarlos, mostrarles su trabajo y un poco para intentar sorprenderlos, la Orquesta montó un concierto junto al cantor de música tropical Chacho Ramos (está en YouTube). Para los propios integrantes de la OPS, tocar con Chacho fue compartir escenario con su ídolo; lo repitieron luego en la Rambla de Mercedes y fueron 10 mil personas.

“Cuando ellos volvieron a Estados Unidos, me contrataron para dar clases en orquestas internas y se sentaron las bases para generar un intercambio entre la Universidad y el interior del país con una proyección de 20 años. Es una demencia”, dice Algorta. “Lo más al sur que había ido cualquier delegado de la universidad en América había sido a Panamá”. El objetivo, con este impulso y lo logrado en cuatro años, es apostar a una orquesta filarmónica del interior todo, proyecto que necesitará de una articulación entre los gobiernos departamentales para poder ser viable.

Para Algorta, que viene de arreglar para los últimos discos de No Te Va Gustar (y ha tocado con la banda), que acaba de lanzar “Vacaciones de porteros”, primer adelanto de su disco de canciones; y que pronto editará una colaboración con su hermana Pepi Algorta, el brasileño Moreno Veloso y más músicos, “hay un alto simbolismo en el hecho de pertenecer a una orquesta”. Y “saber que vos podrías integrarlo te genera un sentimiento de pertenencia natural. Potencialmente, todos podrían ser parte de la orquesta”.

En lo personal, toda esta experiencia le ha dado, además de aquella añorada posibilidad de unir dos mundos que alguna vez parecieron tan lejanos, “muchísimas alegrías, una alegría atrás de la otra. Amistades entrañables y un aprendizaje muy grande. Y emociones, de todo tipo. Muchos buenos momentos”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad