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Natalia Lafourcade, la mexicana que suena en las canchas y lucha por la música tradicional

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Natalia Lafourcade. Foto: María Fernanda De la Torre Portillo

ENTREVISTA

La cantante mexicana que actuó en los Oscar y es amiga de Jorge Drexler, lanzó su disco "Un canto por México, vol. 2" y charló con El País

Durante los 20 minutos que dura la nota, Natalia Lafourcade sonríe. Bromea con que cada vez que uno libera disco “libera entrevistas, cientos de entrevistas” —y es verdad—, pero aún así la posibilidad de promover Un canto por México, vol. 2 es, y se nota, un hecho del que disfruta en serio.

Es un goce que trasciende la música o, más bien, la abarca en todo sentido: este nuevo disco es parte de un proyecto altruista que tiene como fin la reconstrucción del Centro de Documentación del Son Jarocho, institución de Veracruz que quedó muy dañada por los sismos de 2017. Las fisuras en el edificio pusieron en riesgo no solo la continuidad del centro sino la preservación y divulgación del género musical propio del lugar, patrimonio clave de la cultura mexicana toda.

Lafourcade, residente veracruzana, se puso la causa al hombro junto a Los Cojolites (agrupación musical fundadora del Centro) y desarrolló la estructura Un canto por México que cuenta con dos volúmenes discográficos (la reciente salida del último es la excusa para esta nota) y algunos conciertos a beneficio.

En ambos discos, una de las artistas mexicanas más populares de la actualidad —ganadora de varios Grammy y Grammy Latino y participante de la ceremonia de los Oscar 2017 con una versión de “Recuérdame” de la película Coco— combina canciones propias con piezas de la tradición musical de su país, al tiempo que reúne a decenas de colegas. Jorge Drexler es el único que repite en ambas entregas, y en este nuevo lanzamiento están, además, Ruben Blades, Caetano Veloso y Mon Laferte, entre otros.

De este trabajo, Lafourcade, una artista imperdible y exquisita del panorama actual, charló con El País.

—Cuando tenés que abordar un disco que tiene atrás una causa social, un compromiso totalmente distinto al de tus habituales discos solistas, ¿en qué lugar te deja en relación a la responsabilidad?

—En un lugar de no dejar de remar. Así le digo a Los Cojolites, a mi equipo de trabajo, a todos: “¡Rémenle, rémenle!” Estamos en la mitad de este viaje todavía pero falta mucho; la música ya la terminamos, el volumen uno y dos quedaron muy bonitos, pero ahora el centro tiene su pisito, su pared, sus columnas y está poco a poco avanzando, pero falta mucho. También el año pasado fue particular y vino a remover el tiempo del proyecto, como que todo lo alargó. Algo que teníamos planeado en unos meses se extendió mucho más de lo que creíamos, así que hay que tener mucha paciencia y mucho amor, realmente. Aunque suene cursi o lo que sea, cuando conectas mucho con la energía del amor para el proyecto es como que aguantas todo; ya vamos a llegar, vamos paso a paso. Y en el proceso, hay que pasarla bien.

—Más allá de la causa que hay detrás, Un canto por México, vol. 2 está atravesado por una mirada social y política que se nota con claridad en reversiones como la de “Tú sí sabes quererme”. ¿En qué momento de tu vida sentiste el llamado de que las canciones de algún modo estuvieran al servicio de las luchas que te interesa dar?

—Creo que desde el momento en que empecé a tener la capacidad de observar el impacto que la música genera. Tal vez existió algún punto, y poco a poco empecé a percibir cómo la gente absorbía la música que yo estaba compartiendo. A veces haces la música con una cosa muy personal, íntima, digamos como de diario; se convierte en tu forma de expresión. Y hay un momento en que esa canción ya le llegó a cientos de personas, y cuando ves eso inevitablemente hay una responsabilidad, porque te paras a decir algo que afecta al que escucha. Y es inevitable, en mi caso, cuestionarme a mí misma, sin ponerme presión; permitirme ser auténtica, honesta y transparente en lo que estoy creando, pero siendo consciente de que eso va a tener otro espacio, va a salir y llegar a algún punto. Es un poco de eso, un poco del tipo de gente con la que empecé a colaborar, un poco de la música que me empezó a inquietar también. Me empecé a sentir muy atraída con la música tradicional y me di cuenta que tiene tintes políticos y sociales, mucha relación con el entorno y lo que se vive, entonces la música empezó a transformarse. A no ser solo ese mundo que habita en mí sino ese mundo en relación con el mundo que habito y el momento histórico al cual me enfrento, y todo eso va transformando mis inquietudes creativas. Creo que poco a poco se vio afectada una cosa con la otra, para bien, la verdad. Me gusta mucho ver el poder de la música, cómo te sacude.

—Pienso además que tu caso es un tanto atípico. Tenés el reconocimiento, los premios, la popularidad, los hits pop y a la vez esta dedicación para con la música tradicional que viene por lo menos del disco Mujer divina (2013) en homenaje a Agustín Lara. Tu canción “Nunca es suficiente” fue adoptada por las hinchadas de fútbol, y a pesar de todo eso, solés tomarte tus tiempos para alejarte de los escenarios, guardarte de esa vorágine. ¿Cuánto pensás en el lugar que te estás construyendo y en el que te da la escena?

—Yo veo que cada artista es particular y es, en esencia, ese artista, y voy leyendo mis particularidades y aquellas cosas me definen. El público que me ha visto en estos 10 años tal vez —aunque estoy por cumplir 20 años de carrera— ya va viendo mi forma, y siempre he ido contracorriente. Que no lo hago pensándolo, simplemente es como: ok, ahora llega el tiempo de estar en calma, en casa, cuando quizás es más bien tiempo de meterle y subir más. Pero con el tiempo he podido darme cuenta de que lo que hago, seguramente lo voy a hacer muchos años de mi vida. Amo tanto hacer música que posiblemente lo haré hasta mi vejez. O eso se irá transformando, vaya, pero como lo voy a hacer, tengo también que encontrar esos equilibrios, esos balances dentro de mi mundo, para poder seguir entregándolo todo. Porque proyecto que hago, proyecto por el que termino dándolo todo. Creo que eso ha cambiado: el saber que tengo un mundo afuera y uno adentro, y que tengo que ir buscando esa comunión.

—Los dos discos de Musas, tu homenaje al folclore latinoamericano, y los dos de Un canto por México son dos discos muy hacia afuera, de colaboraciones y de bucear en la obra de otros artistas. ¿Cómo va a impactar toda esta carga en un eventual disco solo tuyo?

—Me urge. Me urge estar conmigo en el estudio, crear, como meterme a la caparazón (se ríe). Pero todo tiene su tiempo y también eso ha sido un aprendizaje para mí, entender que siempre tomar decisiones tiene implicaciones y que nunca sabés qué tanto puede llegarse a tardar un proyecto. En esta pandemia aproveché y me construí mi estudio en casa; todavía no lo terminamos, pero no sabes las ganas que tengo de meterme ahí. Entonces con paciencia, amorcito y generosidad. Ya vas a tener tu tiempo, Nat.

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