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"Mi carrera recibió el beneficio popular"

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Foto: Facebook oficial del artista

Es uno de los cantores más populares de Argentina, pero también tiene un gran público en Uruguay. Pronto volverá a Montevideo para una ocasión especial: la celebración de sus 50 años como cantor popular, que además se plasmará en un disco en el cual Heredia contará con muchos invitados, desde León Gieco a Ricardo Mollo.

Más allá de sus ahora abundantes canas, Heredia sigue pareciéndose a su antiguo yo, el que entró al Festival de Cosquín medio de casualidad y no paró de cantar desde entonces, en 1967. El 12 de junio, Heredia estará en el Auditorio del Sodre para recorrer lo más convocante de su cancionero, aunque como dice en la entrevista con El País, también se dará algún gusto personal.

—¿Cómo empezó a armarse su celebración de medio siglo en la canción?

—¡Cuando miré hacia atrás y vi que había una carrada de años! (se ríe). Por suerte, han sido años en los que el afecto de la gente me ha acompañado. Y con una convocatoria que no digo que se haya mantenido intacta porque el tiempo siempre hace mella sobre eso, pero que sigue siendo muy importante todavía. Eso me lleva a pensar que mi carrera recibió el beneficio del público.

—¿Cómo es su memoria? ¿Se acuerda, por ejemplo, de todos los discos que editó o tiene que llevar un archivo de eso?

—No, la verdad es que no me acuerdo de todo. Tengo algunos números fundamentales presentes, como por ejemplo que tengo más de 30 discos editados, más algunos refritos que las compañías arman. En cuanto a las canciones, pasa que desde la platea me recuerdan o piden algunas, y bueno, hay que desempolvarlas. Ahí tengo que recurrir directamente a la carpeta.

—¿Cómo fue armar el repertorio del espectáculo entonces? ¿Tuvo que hacer un ejercicio extra de memoria?

—No, fue sencillo, porque lo armó la gente. En un espectáculo que hice el año pasado, le pedí al público que eligiera las canciones que más le gustaran. Me escribieron a mi perfil de Facebook y de ahí salió un repertorio de una treintena de canciones, entre las cuales estaban las más importantes, pero también hubo algunas que hacía mucho tiempo que no cantaba.

—¿Incluyó algún tema por capricho personal?

—Sí, porque hay canciones que a mí me gustan y que quedan relegadas, temas que ni siquiera pasan por la radio. Qué sé yo... (Piensa). "Cenizas de ayer" (del disco Algún día..., 2013), es una que me gusta mucho y bueno, la incluí.

Foto: Facebook oficial del artista
Foto: Facebook oficial del artista

—¿Hay canciones que usted hace en vivo porque no le queda otra opción? ¿Como que ya no son suyas?

(Se ríe). No, bueno... es que hay canciones que son tan queridas que la gente se hace dueña de ellas, incluso les cambia la letra y las usa para otros contextos, como un partido de fútbol, o manifestaciones. Eso me pone a mí en una situación maravillosa, que es la de acompañar ese afecto.

—¿Eso no tiene un costado oscuro? ¿No se siente prisionero de esas canciones a veces?

—¿Usted sabe que no? Oí decirle a algún artista que prefería no tocar el repertorio viejo, pero esa palabra —viejo— tiene que ir entrecomillada. Porque el repetorio "viejo" implica que muchas de esas canciones acompañaron momentos muy especiales en hogares y vidas de la gente. Tienen que ver más con eso, que con la canción en sí. Entonces, por respeto a lo que a veces una canción produce adentro de un hogar o lo que le produce a un individuo, hay que cantarlas. Si yo pudiera traer de nuevo a mi amigo Zitarrosa al mundo, le pediría que por favor cante "El violín de Becho". ¿Usted no?

—Ese repertorio "viejo" es el que usted compuso cuando era joven. Y dicen que en la juventud uno está más inspirado. ¿Es así?

—Creo que sí. Uno está más proclive al asombro cuando es joven. Sin embargo, creo también que desde la ironía o desde la perspicacia, o incluso a veces desde la sensación de que nada de lo que uno hizo sirvió, también se puede estar inspirado y escribir. Hay que buscarle la vuelta a la esperanza cuando uno es viejo. Porque cuando uno es joven es automática y lógicamente esperanzado. Con el paso del tiempo, eso se va perdiendo. Sobre todo cuando uno ve que algunas de las cosas por las que uno luchó para que cambiararan permanecen sin modificarse.

—¿Cómo se arma un disco celebratorio de medio siglo de trayectoria, donde hay tantos invitados, para que éste sea artísticamente coherente?

—Dándole a cada invitado la canción que le corresponde. Uno intuye en los compañeros y amigos, porque los conoce, qué canción le puede venir bien, por su sensibilidad. Por ejemplo: sentí que a Silvio Rodríguez le correspondía, casi obligatoriamente, cantar la canción que le hice a mi hermana desaparecida, María Cristina, una canción que se llama "Mandarinas". Él dijo que sí y me mandó una versión que me estremeció durante 15 días, no podía parar de escucharla y lagrimear. El "Nano" Serrat me grabó una versión de "Razón de vivir". ¡Tremenda! Siempre digo que el Nano tiene un conejo en la galera, y enseña algo a cada paso. Y me enseñó a cantar esa canción. Yo pensé que, siendo mía, la cantaba bien. Pero no. Él se la llevó, la grabó y cuando me la devolvió, me la enseñó a cantar (se ríe). Mollo, de Divididos, me pidió que por favor le dejara cantar "El viejo Matías", una que yo canté millones, millones de veces. Y le puso algo muy especial, porque él se acordaba que escuchaba de chico esa canción en el tocadiscos de su hermano. Y la cantó desde ahí. No sé si él tiene en su cabeza la misma imagen que tuve cuando la compuse, pero lo que sí sé es que la cantó desde un lugar que tiene mucho más que ver con la canción en sí, porque es una canción salvadora. Las canciones son como máquinas del tiempo: nos llevan al lugar donde las escuchamos por primera vez.

—Usted ha tenido visibilidad como artista comprometido con la situación política y social en su país. ¿Cómo ve hoy la situación social de Argentina? ¿Sigue habiendo una grieta?

—Lo que existe es una diferencia muy grande en las ganancias. Ahí sí hay una grieta enorme: entre los ricos y los pobres. Los pobres no piensan ideológicamente. Lo harán si entran a algún partido, pero en la vida cotidiana piensan con el estómago. En los últimos tiempos hemos perdido derechos y libertades en Argentina. Parece mentira que estemos peleando por cosas así a esta altura en una democracia que desde 1983 hasta ahora, a no ser por algunos períodos, iba en franco crecimiento.

—Ese "franco crecimiento" fue positivo, ¿no?

—Muy importante. Porque puso a la Argentina bajo el peso de la letra escrita en la Constitución. Eso puede que le duela a algunos sectores que quieren principalmente enriquecerse.

—¿Cómo es para usted volver a Montevideo?

—Hacía bastante que no iba, lo cual me deja contento. Pero también me da mucha nostalgia. Hay muchos amigos que ya no están.

EL ALCANCE DEL FOLCLORE Y LO APRENDIDO EN GIRAS

¿Es cierto eso que el folclore no tiene difusión? Porque usted lleva a miles a sus conciertos. Y hay muchos festivales multitudinarios.

—El folclore tiene un gran público. Lo que pasa es que no aparece en las revistas, ni en la tapa ni en la contratapa. Hay un divorcio entre lo que es una mirada más "glamour" de ciertos sectores de la sociedad, que se embelesa con el Lollapalooza y no tiene en cuenta todos los festivales del interior. No salimos en las revistas glamorosas, y pasa lo mismo en Uruguay, ¿no?, que van miles al Festival de Durazno. Da la sensación que no tuviérmos alcance, pero el público está. Y ojo, no estoy en contra del rock, para nada. Al contrario, he hecho varias cosas con rockeros. Mollo está en mi nuevo disco, y grabé con León Gieco. Además, mi banda es más eléctrica que otra cosa. Me apena un poco, porque es como que Buenos Aires fueran las raíces argentinas.

—Usted ha hecho muchas giras por América Latina. ¿Qué aprendió de todos esos viajes?

—¡A dormirme rápido! (se ríe). Es ese segundo vaso de vino que uno toma un ratito antes de ir a la cama, para dormirse porque al otro día hay que levantarse temprano para seguir viajando.

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Foto: Difusión

VÍCTOR HEREDIAFABIÁN MURO

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