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Memorias, condecoración, playlist: Bono enseña cómo U2 se convirtió en megaestrella

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Bono

PERFIL

Acaba de editarse la autobiografía del músico irlandés y recibió el premio del Centro Kennedy que entrega el presidente de Estados Unidos, Joe Biden

Culpemos a la sobreexposición pero Bono -o sea Paul Hewson haciendo de líder de una de las bandas más grandes de la historia, U2- es desde hace tiempo un problema para el canon del rock.

Sería de necio aligerar la relevancia de la banda que integra desde fines de la década de 1970. Desde entonces, estos irlandeses han sido de los que mantuvieron el estandarte de un rock asimilado pero rebeldón, con un repertorio de buenas canciones bien ejecutadas y producidas.

Sin embargo, su obra a veces es recibida con cierto desdén ante la presunción de que U2 ya ha dado lo mejor. Y que eso pasó hace tiempo.

Probablemente, pero en los acantilados de las sentencias rockeras conviene dejar de lado los arrebatos. En todo caso, esas consideraciones son las que hacen relevantes a las estrellas de la talla de Bono o clásicas a carreras como la de su grupo.

Pero está eso de ser parte de una elite en la que figuran presidentes y potentados a los que suele tratar de “vos” y presiona para causas justas. El cinismo es una buena parte del encanto de un rockero y Bono siempre parece estar tomándoselo todo demasiado en serio.

El reconocimiento a U2 en los recientes premios del Kennedy Center -los Princesa de Asturias gringos, son así de importantes- certifica mucha de esas cosas. Los coloca, además, en una categoría canónica en la que figuran Bob Dylan o Led Zeppelin y en la que el galardonado es agasajado nada menos que por el presidente de Estados Unidos, quien le coloca una cocarda que es un collar multicolor.

Es difícil ir más arriba que eso. Se suman en el prontuario, además, la Legión de Honor de Francia, la Orden del Imperio Británico, 22 Grammys, 175 millones de discos vendidos, ocho números uno en Estados Unidos y varias de las giras más concurridas de la historia.

Así, Bono es un artista potentado, poderoso, escuchado y, todo indica, generoso. Más allá de la inevitable megalomanía en alguien como él, parece estar del lado de los buenos.

Los discos de U2, sin embargo, parecieron volverse menos consistentes que la obra o ese perfil alto que los llevó hasta ahí. Hay quienes trazan la frontera en The Unforgetable Fire, el disco de 1984 que cierra una primera etapa de búsqueda de un sonido propio, un pospunk rockero muy marcado por la voz de Bono y con la guitarra en de The Edge haciéndose notar en su originalidad; ese período compactó aún más la formación que completan Larry Mullern Jr. y Adam Clayton.

Otros la extienden hasta Rattle Hum, su disco/película, que tiene a Bono en pleno proceso mesiánico y de fascinación con lo norteamericano. Es de comienzos de los 90 y cierra el ciclo iniciado, explícitamente, con The Joshua Tree , otro de la media docena de sus discos esenciales.

Los menos prejuiciosos o los cincuentones modernos, incluyen la etapa de estrellas globales de los proyectos que rodearon discos como Achtung Baby, Zooropa y Pop y que incluyó uno de los circos ambulantes más importantes de la historia del entretenimiento; sus giras eran acontecimientos.

Después de estar así de cerca del sol, la banda extendió su carrera con discos menos arriesgados con grandes canciones más esporádicas. A pesar de cierto recelo o prejuicio, la playlist que acompaña la edición de Surrender, su libro de memorias ya editado en español, pone varias cosas en su lugar: entre las 40 canciones que nombran capítulos del libro hay varias recientes y están buenísimas. El libro está subtitulado, precisamente, “40 canciones, una historia”.

Tómese esto como un reconocimiento personal (y quizás una obviedad), pero la sobrexposición había hecho lo suyo: con un cancionero así, U2 tiene que ser una de las grandes bandas de la historia del rock.

Nada mal para Bono que como deja claro en el entretenido Surrender, empezó siendo un adolescente de clase media irlandesa, católica, huérfano de madre desde los 14, a merced de la libertad que a mediados de la década de 1970 representaba el punk. Aquel chiquilín que escribió su primera canción para la banda que lo haría famoso y con quienes mantendría una sociedad creativa aún bajo contrato 45 años después.

El libro parte de ahí y va desenredando a esa celebridad de lentes rosados y tintes en el pelo en que se ha convertido Bono. Hombre de lealtades prolongadas el libro está “dedicado a Ali, su esposa desde hace 45 años, a quien están dedicadas las memorias y es una presencia beatífica en casi todas las historias.

Surrender revela entre otras cosas: algunos rasgos de su vida doméstica, sus búsquedas artísticas, el tesón para defender las causas que considera justas, el señalamiento de inequidades, su vínculo con gente tan dispar como Gorbachov o el presidente Bush y una historia sobre quedarse dormido en un sofá de la Casa Blanca. Juega en esa liga.

La playlist (disponible en Spotify y en todos lados, supongo) acomoda muchos de sus éxitos en una seguidilla de canciones desordenadas cronológicamente pero que dan una idea de la solidez del bloque.

Es posible, así, ver como la obra de U2 y por lo tanto la de Bono, como una unidad creativa en el difícil arte de hacer grandes canciones. Y esa capacidad estaba ya en la primera canción “Lights of Home” escrita en el cuarto de un púber y en cada una de las escalas (“Two Heart Beat As One”, “Sunday Bloody Sunday”, “Pride (In the Name of Love)”, “I Still Havent’ Found What I’m Looking Forward”, “Mysterious Ways”, “The Fly”, “Until the End of the World”, “With or Without You”, “Vertigo”, tantas) que son canciones así de grandes, así de importantes. Algunas recientes, la verdad, no están así de buenas.

Surrender para muchos significa un reencuentro con una banda que regaló tantos momentos así y que algunos ingratos se habían olvidado reconocer. Y está bien escrito.

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