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Louis Armstrong en Uruguay: cuando el rey del jazz llegó para conquistar Montevideo

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Louis Armstrong en el camarín del Cine Plaza. Foto: Archivo El País.

MÚSICA

En noviembre de 1957, Louis Armstrong llegó a Montevideo para ofrecer cinco conciertos en el Cine Plaza. Hugo Fattoruso, Alberto Restuccia y más lo recuerdan. Escuchá un fragmento del show

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"Fue impresionante. Era un mundo nuevo para mí”, dice Hugo Fattoruso al recordar la visita de Louis Armstrong a Montevideo en noviembre de 1957. El "rey del jazz", también conocido como “Satchmo”, llegó por única vez a Uruguay junto al sexteto All Stars para ofrecer una serie de cinco presentaciones en el Cine Teatro Plaza —repartidas entre el 18 y el 20 de noviembre, con funciones a la tarde y la noche—, donde presentó un repertorio con las composiciones que definieron su influencia en el mundo del jazz. Fattoruso, que tenía 14 años en ese momento, se emociona al relatar esa serie de espectáculos. “Se me pone la carne de gallina”, comenta, emocionado, desde el otro lado de la línea telefónica.

Armstrong, que fue uno de los máximos exponentes del jazz en el mundo, había llegado a Montevideo en el marco de una gira sudamericana de seis semanas, que incluyó 67 conciertos repartidos entre Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Venezuela. La visita era patrocinada por la Secretaría de Estado de Estados Unidos, de quien el músico era un “Embajador de Buena Voluntad”. Bajo este programa fue que más adelante se presentarían en Montevideo músicos como Duke Ellington y Dizzy Gillespie.

Louis Armstrong junto a su esposa en el camarín del Cine Plaza. Foto: Archivo El País.
Louis Armstrong junto a su esposa en el camarín del Cine Plaza. Foto: Archivo El País.

Bajo el título de "Embajador de Buena Voluntad", en 1955 Armstrong y sus All Stars ofrecieron una gira por Europa Occidental que quedó registrada en el disco Ambassador Satch. Allí se incluyen temas como “12th Street Rag” y "Undecided", que serían interpretados por el grupo en Montevideo. Antes de su visita a Sudamérica, el "embajador Satch" también se presentó en Ghana. 

Además de estas giras continentales, estaba pasando por un gran momento de popularidad. Un año antes de su llegada a Uruguay, el trompetista había participado de la exitosa película High Society, donde actuaba junto a Frank Sinatra, Bing Crosby y Grace Kelly. Y, además, había publicado el disco Ella and Louis, donde se juntaba con la cantante Ella Fitzgerald para versionar una serie de  standards estadounidenses. 

“De tanto escucharlos en mi casa, yo ya me sabia una cantidad de temas de memoria”, relata Fattoruso, que comenta que su padre era fanático de Armstrong. “Se había empezado a correr la voz de que las entradas se iba a agotar, así que pasé toda la noche en la puerta del Plaza para conseguir mi entrada. Fue una aventura”. Su primo lo acompañó a hacer la fila y era la primera vez que pasaba toda la noche despierto. Finalmente, a las 10 de la mañana, cuando abrió la boletería, pudo asegurarse su lugar en dos de las noches. “Le había comprado entradas a mi profesora de piano, Iris Segundo, pero se la perdí. Me quería morir”. Terminó viendo los shows solo desde la segunda fila de una las tertulias.

Para la serie de conciertos, el trompetista se acompañó de los All Stars, el grupo formado por la vocalista Velma Middleton, el trombonista Trummy Young, el clarinetista Edmond Hall, el pianista Billy Kyle, el baterista Barrett Deems y el contrabajista Squire Gersh. El repertorio incluía los clásicos “St. Louis Blues”, Ain’t Misbehavin’”, “12th Street Rag”, “Black and Blue”, “When It’s Sleepy Time Down South” y “On the Sunny Side of the Street”.

Horacio “Bocho” Pintos, uno de los fundadores del Hot Club, define a esa serie de conciertos como “excelentes”. “Cantó y tocó la trompeta como en todos los discos que escuchamos en toda su historia”. En este punto coincide el actor y dramaturgo Alberto Restuccia, que en ese momento tenía 15 años. “Fue una maravilla total. El empuje que le ponía con esa voz ronca le daba la capacidad de cantar un tema clásico de dixieland como una balada. Es un músico excelente”, agrega el artista —que en este momento se encuentra internado y aprovecha esta nota para agradecer a todo el personal médico que lo está tratando—. “Cada tema era saludado con una ovación”, asegura.

Louis Armstrong a punto de salir a escena. Foto: Archivo El País.
Louis Armstrong a punto de salir a escena. Foto: Archivo El País.

Luego de uno de los conciertos, el crítico Juan Rafael Grezzi escribió un artículo en el semanario Marcha, donde hablaba del grupo que acompañaba a Armstrong. "Si de un solista hay que hablar separadamente,  es del señor Edmond Hall", escribió sobre el clarinetista. "En “It's Wonderful”, “Sweet Georgia Brown”, “Dardanella” y “Clarinet Marmalade”, números en los que se desempeña como solista, y en todas sus elaboraciones melódicas, arrancó aplausos en los que era obvia la intención de premiar a un músico que parece desconectado del papel de gags, sonrisas y frases hechas, y que en cambio está ahí para mantener la luminosidad de la antorcha de los grandes clarinetistas neoorlandeses de todos los tiempos".

Es que, además de la música, el humor de Armstrong era parte fundamental durante los shows. “El ardor y el buen humor son una parte tan esencial de la grandeza de Armstrong como su imaginación, su artesanía musical y su impecable destreza”, agregaba Grezzi. Y, si bien aseguraba que “el humor prefabricado que condimenta el espectáculo” resultaba exagerado  —mencionaba risotadas, expresiones de asombro, apretones de mano después de cada solo y “grititos destemplados”—, comentaba que el “jazz negro” es un “arte coreográfico” que encuentra su razón de ser en los salones de baile.

Para hacerse una idea de lo que comentaba Grezzi, basta con ver alguna actuación de Armstrong durante esa época —a continuación se puede ver una interpretación de "When It's Sleepy Time Down South", con la que abría sus recitales—. Allí se puede ver cómo la música se complementa con esas expresiones de asombro y sonrisas exageradas, que terminan de completar la personalidad de showman del estadounidense.

El carisma de Armstrong es confirmado por Cristina Morán, quien junto al argentino Héctor Mayoral, fue la presentadora de uno de esos conciertos que se transmitió por Radio Carve —según informa el libro All of Me: The Complete Discography of Louis Armstrong, de Jos Willems, fue el de la noche del 19 de noviembre—. “Era un caballero que desbordaba simpatía y talento”, asegura. “La sala estaba colmada esa noche. A un costado del escenario nos tomamos una foto y conversamos”.

La emoción de escuchar en vivo a una de las grandes leyendas del jazz, también llevaba a que el público quisiera acercarse al artista. Y dos de los entrevistados tuvieron suerte. “Después de uno de los conciertos salió por el lado del cine Central, por la calle Rondeau”, relata Restuccia. Apenas lo vio, se metió entre la gente y logró que le autografiara un vinilo.

Louis Armstrong durante su vista a Uruguay. Foto: Archivo El País.
Louis Armstrong durante su vista a Uruguay. Foto: Archivo El País.

Un joven Fattoruso también logró acercarse a los músicos. “Después del show, no sé cómo hice, me metí en el camarín con los músicos. Yo no hablaba inglés, así que les decía ‘hola’ y no pasaba nada”, comenta entre risas. “Yo me quedé mudo porque eran extraterrestres para mí”. Esa noche quedó tan marcada en su recuerdo que, años más tarde, logró conseguir uno de los antiguos asientos de ese camarín. Todavía lo tiene en su casa. “Me emociona mucho. Armstrong me enseñó el amor por combinar las notas y el ritmo”.

“Satchmo tiene, todavía, después de 30 años como la personalidad más famosa del jazz, el poder de imponer una atención inmediata y completa con una sola nota de su trompeta”, decía Grezzi en su crítica. Ya pasaron casi 63 años de aquella seguidilla de shows en el Cine Plaza y todavía queda el recuerdo de esos días de 1957 en que el rey del jazz llegó a Uruguay para enamorar a Montevideo con su trompeta, su simpatía y su voz inolvidable.

la gira sudamericana

El exitoso paso de Louis Armstrong por Argentina

Antes de llegar a Uruguay, Louis Armstrong y sus All Stars ofrecieron una serie de conciertos en Argentina y Chile. En Buenos Aires, donde se quedó durante más tiempo (se presentó en el Teatro Ópera entre el 30 de octubre y el 13 de noviembre), su llegada se vivió con euforia. Según relata el libro Grandes del jazz internacional en Argentina, de Claudio Parisi, el músico arribó al Aeropuerto Internacional Ezeiza y se encontró con tantos fanáticos que, para que pudiera descender del avión, fue necesario que los bomberos dispersaran a la gente con mangueras.

Una crónica publicada por la revista Life en español el 2 de diciembre de 1957 reflejaba la situación. "5000 fanáticos le dieron una bienvenida tan entusiasta que fue necesario protegerlo empleando mangueras de incendio. Jóvenes que competían rabiosamente entre sí tocando trompetas, llenaban las salas de espera de Ezeiza. Otros, colgaban como murciélagos de las marquesinas de hormigón. Los policías comisionados para custodiar al músico se alejaron prudentemente, mientras la muchedumbre ululante envolvía a Louis, a su esposa y a miembros de la orquesta".  Más adelante, se agrega: "Rescatado finalmente, Armstrong subió al automóvil que lo esperaba, se puso el reloj-pulsera que le habían arrancado y exclamó: '¡Qué bienvenida! Esto no figura en el contrato. Cierren puertas y ventanas". 

Y, por si fuese poco, cuando el músico llegó al Ópera para su debut en Buenos Aires, era tanta la gente esperando para acercarse al trompetista que tuvo que entrar al teatro con una careta de béisbol para proteger sus labios.  

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