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"No hay que temerle a la intuición"

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LUCIANO SUPERVIELLE

El músico uruguayo presenta su disco más pianístico, el miércoles,en el Auditorio del Sodre.

Un día, aquel adolescente con pretensiones de concertista clásico de piano que confiesa haber sido Luciano Supervielle, descubrió la electrónica y el hip hop y su horizonte cambió drásticamente.

Así integró Plátano Macho, una de las bandas más trascendentes (y fugaz) de la movida moderna de la década de 1990, tocó con Jorge Drexler (con quien actualmente están de gira mundial) e integró Bajofondo, el combo rioplatense donde compartió escena, entre otros, con Juan Campodónico y Gustavo Santoalalla y con el que grabó discos (están preparando uno nuevo) y recorrió el mundo. Nunca descuidó su carrera solista y ahora con Suite para piano & Pulso velado, su nuevo disco consigue combinar aquella vocación de concertista con su estilo propio de hip hop y electrónica.

Supervielle nació en París y acaba de cumplir 40 años. Vivió en México (el mismo destino de hijos de exiliados de compinches suyos como Juan Campodónico, Fernando Santullo y los hermanos Casacuberta) y desde muy joven se percató que lo de él era la música. Además de los discos de Bajofondo, ha editado tres albumes solistas: Supervielle en 2004; Reverie en 2011 y ahora este Suite para piano & Pulso velado, un interesante y muy personal ejercicio en el que se atreve ("a pura intuición", asegura) a meterse en terrenos afines a la música clásica. Consigue un disco sorprendente y poco habitual en la escena uruguaya.

Lo presenta este miércoles 23, a las 21.00, en un show con invitados y con un repertorio que abarca toda su trayectoria en la sala grande Auditorio Nacional Adela Reta y para el que hay entradas que van entre 600 y 1.500 pesos.

Luciano Supervielle está entusiasmado con el disco y con el show y lo hace notar en esta entrevista con El País.

—No has parado de crecer en distintos mercados. ¿Cómo se conquista un país con música?

—En algunos lados ya hace años que vengo tocando mucho: Argentina, Chile. Y Bajofondo ha sido una promoción muy grande para mi porque con ellos hacemos varios temas de mis discos, así como yo cuando salgo de gira hago temas de Bajofondo. He tocado mucho en Brasil, Colombia, Perú e hice una gira europea.

—¿Cómo es de fuerte el proyecto Bajofondo en el mundo?

—Hay lugares en los que hemos pegado mucho. Hace 15 años que estamos tocando y la constancia hace que se vaya construyendo algo. Hay países como Grecia, Bélgica, Alemania donde hemos tocado muchas veces. En España y en Francia cuatro o cinco veces y bastante más en Gran Bretaña. Y están Corea del Sur, China y Japón.

—¿Te acordás de tu primer piano?

—Empecé con la guitarra, a los seis años y recién mi primer piano lo tuve a los 10. Era un piano de estudio vertical que me lo regaló mi tía Diane a la que siempre estaré agradecido porque me marcó mucho el futuro.

—Y sí, te consiguió un trabajo.

—Ella tenía un piano, entonces siempre que iba a su casa tocaba y cositas de oído que yo sacaba y volvía a casa y tocaba en tecladitos. Pero me regaló el piano y ahí empecé a estudiar más formalmente y poco a poco se va generando un vínculo con el instrumento que tiene que ver con que, por un lado, pasás muchas horas frente al piano y hay una relación de soledad. Eso te va generando una relación especial. Y después está el repertorio con el que te vas topando: empecé con Bach, Gismonti y son cosas que te vas apropiando y con los años esa relación se va fortificando. A los 18, 19 años fue la etapa más fuerte con el piano donde hasta tuve cierto coqueteo con una carrera de concertista.

—¿Por qué no la concretaste?

—Distintas razones. Me sentía, por ejemplo, más cómodo con el hacer mi música que dedicarme a interpretar y eso me sacó del foco de la disciplina. Y además a los 19 años tuve un problemita de columna que me dejó sin tocar durante dos años. Ahí me especialicé en el mundo de la computadora y desde ahí a programar y componer.

—Por entonces ya estabas en Plátano Macho.

—Ahí empecé a los 17 y el piano lo tuve que dejar a los 19. Me fui a Francia a estudiar composición y armonía y ahí me quedé cuatro años y ya me enganché con Jorge Drexler y mi mundo pianístico empezó a ser más de los teclados, de la programación. Y ahora con Suite para piano y pulso velado volví casi a los 40 años a tener un acercamiento profundo con el piano.

—¿Seguís teniendo algo de aquella disciplina, digamos, clásica?

—Tocar estas piezas me implica cierto esfuerzo ya que estoy como rozando mis límites técnicos. Un poco lo hice así para empujarme, estuve estudiando para grabarlo y ahora para tocarlo todos los días toco un rato. Lejos estoy del ritmo de un concertista aunque tengo una constancia de estudio, mínima de una hora. Es como un deporte. Me encanta.

—Igual siempre estuvo el piano.

—Nunca dejó de ser una de mis principales herramientas para componer pero acá volvió al frente y, si bien hay cositas de programación y están las influencias de la electrónica y del hip hop, acá el piano es el protagonista.

—Así como en la guitarra, ¿existe una manera de tocar el piano uruguaya?

—La escuela guitarrística uruguaya se despega a nivel mundial. En el piano también hay escuelas. Está la de Hugo Fattoruso que ha marcado mucho y del que soy fan absoluto pero no me inscribo allí. Y están Jaurés Lamarque Pons y dos que me gustan mucho a mi que son César Cortinas y Felisberto Hernández.

—¿Y qué encontrás en el piano como lugar para componer?

—Cada instrumento dispara hacia lugares diferentes. Por eso yo también compongo en guitarra porque me obliga a que la intuición me lleve por sus caminos. La intuición es fundamental para componer. Por eso no le tengo miedo a coquetear con la música clásica, sin ser un concertista o un compositor de música clásica. No hay que tenerle miedo a que la intuición te lleve por caminos que seguramente otros ya han transitado con otra escuela y otro conocimiento armónico. Eso, por ejemplo, le da a este disco una frescura y una cosa más de guiñada a la música clásica.

—¿Cómo fue el proceso de este disco?

—Primero empecé a componer la parte de "Pianos tiranos" que vendría a ser la "cara B" del disco, que es una música que me pidió Agustín Ferrando para Tiranos temblad. Ahí empecé a generar muchas horas de improvisación y ahí agarré pedazos que me interesaban, los volví a arreglar y así conformé una pequeña masa de músicas. Y fue Gustavo Santoalalla el que me dijo que tenía que hacer un disco. Ahí empecé a pensar la manera de hacerlo y que tuviera que ver con mis discos anteriores y con mi estilo. Y ahí se me ocurrió lo del Pulso velado. Y eso pasó hace dos años. Y lo grabé a fines del año pasado.

—Como aclaras en el disco, lo hiciste en varios pianos.

—Hay una búsqueda tímbrica. El piano tiene una tradición tan grande y tan variada y en los sonidos de un piano hay un abismo entre lo que es el sonido de un piano de concierto y el vertical asordinado que tengo en mi casa.

—O sea que cada canción tiene su timbre.

—Y se entrecruzan. Me parecía original generar un cruce tímbrico que en la guitarra es más normal.

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